De manera engañosa Biden, para dar la idea de separarse de las excentricidades de Trump, declara el regreso a la OMS y al Pacto Climático de París, abre nuevamente la entrada de los musulmanes a EE.UU, y se muestra abierto a la aceptación de las llamadas minorías en territorio estadounidense.
La lacónica y teatral invocación repetidamente de la unidad y la paz interna por Biden, en su posesión, no es más que la solicitud a la nación entera de la permisividad de su agresiva e injerencista política exterior; repetidamente ha invocado a los llamados padres de la patria para regresarle a los EE.UU su liderazgo mundial a como de lugar, es decir, a las buenas o a las malas. Lo único que cambia en el mando presidencial de los EE.UU es la procacidad por la discreción.
Además, tanto Biden como Trump, (demócratas y republicanos) establecen su responsabilidad y compromiso político esencialmente con la defensa del Destino Manifiesto; El consenso de Washington y con la política de seguridad nacional. El variopinto gabinete no tiene nada que ver con la representatividad racial, ni con el ambiente, ni migración; todos, fundamentalmente representan al gran capital, desde el negro General, Llyod Austin, ligado a los negocios de los fabricantes de armas; diferentes personajes democráticos de EE.UU que votaron por Biden, han expresado su inconformidad por la presencia de la señora Victoria Nuland, Subsecretaria de Estado para asuntos políticos, reaccionaria promotora de golpes de Estado.
Pero ya empieza a dar puntadas sobre su agradable herencia Trumpista en la negación de la autodeterminación de los pueblos; el secretario de Estado de Biden, el halcón Antony Blinken, arremete contra el presidente venezolano Nicolás Maduro, calificándolo de “brutal dictador” y dice, que no solo mantendrán las medidas arbitrarias e imperiales sobre Venezuela, sino, que las reforzarán, sumiendo en la miseria al pueblo venezolano, extremando el hambre para buscar la salida del presidente Maduro. En su heredad estará la sostenibilidad de Guaidó. Diluyen estos oscuros personajes cualquier esperanza sobre la paz mundial.
Un aspecto importante donde confluyen Trump y Biden, es la designación de Jerusalen como la capital de Israel, ambos, aparejados se confunden con los carniceros sionistas que vejan al pueblo palestino en la más horrenda barbaridad sanguinaria, arrebatándoles las tierras al Estado palestino.
En detrimento de los pueblos, con Biden, al igual que Trump, arreciaran las contradicciones interimperialistas por el reparto del mundo y el saqueo de sus riquezas, continuarán atizando las guerras de baja y alta intensidad. Ambos personajes son imperialistas.
En América Latina, los gobernantes que a Trump le relamían la suela de los zapatos en Florida, hoy se disputan el honor de ser los fieles vasallos más arrodillados de Biden. La asunción de Biden al poder no supone cambio alguno, a pesar de los defenestrados supremacista el seis de enero, en lo fundamental, el neoliberalismo sigue campante, es la voz cantante en la Casa Blanca y en el capitolio. Los halcones, seguirán en el Pentágono como sirenas luctuosas presagiando la desgracia de nuestra América y los pueblos del mundo a nombre de la libertad y la democracia, para imponer sus lacayos fascistas. La sonrisa macabra de la hambruna seguirá cortando nuestras esperanzas; pero no, los obreros y campesinos se alzaran en la alianza más estrecha y victoriosa para alumbrarnos con el faro de la libertad. La unidad es el camino.