Por Nicanor Escudero Fuentes
En La Habana no se habló sobre el salario mínimo en Colombia ni mucho menos como anualmente se discute y se aprueba el ingreso de la mayoría de los colombianos. Lo más probable es que el salario mínimo de los colombianos para el 2018 no sea un acuerdo de quienes lo discuten sino una imposición del Gobierno mediante un decreto presidencial: así ha ocurrido desde hace muchos lustros. A pesar de que existe una verdadera abundancia en lo que se produce, liderado por la ciencia, la tecnología y la innovación, la pobreza sigue galopando de manera indiscriminada y no se observa a lontananzas políticas y economías para humanizarla, para ponerla al servicio de todos y para todos. Si nos aferramos a lo que realmente acontece y sucede en el país, no se puede decir otra cosa que se volvió a engañar en La Habana a los colombianos.
La enorme brecha existente entre ricos y pobres en vez de cerrarse, se ha ido ampliando y profundizando, hoy existe en todas partes del mundo humano más pobres que ricos. Instituciones internacionales como el FMI, el BM y el BIB no han abordado de manera sincera la estrategia para mejorar el nivel de vida de las mayorías mundiales y nacionales, incrementándose la deuda con los pobres del mundo; esto requiere cambiar de paradigma en el sentido de dar más a los que tienen menos y dar menos a los que tienen más, o sea hacer una redistribución de las riquezas para ser equitativos y solidarios aplicándose la máxima socialista que dice: “A cada cual de acuerdo a sus habilidades, que nada tiene que ver con el supuesto de que todos somos iguales y por lo tanto la riqueza debe distribuirse de manera igual para todos; lo que se requiere es de una repartición equitativa y eficiente para poder hablar del tan cacareado progreso social y desarrollo humano”. No sería nada descabellado plantar que para construir las nuevas reformas económicas dicha facultad no esté en mano de los gobiernos, antes por el contrario crear un comité internacional de investigadores independientes que sean asesores y orientadores de economistas libres pensadores y estudiosos que existe en cada país; en el presente siglo podría dicho comité ser liderado por el Premio Nobel de Economía 2017, Richard Thaler, quien ha dicho que en economía se han tomado malas decisiones y se ha planeado de manera inadecuada; en Colombia no se ha planeado de manera distinta y la pobreza persiste en gran parte del país. Existen muchos sectores poblacionales, en especial en el sector académico, que pregonan que la pobreza puede modificarse haciendo una redistribución del gasto público, manteniéndose en un postura sofisticada, gnóstica e idealista que lo obnibula y lo distancia de la realidad socioeconómica que le impide tener los ojos abiertos, los oídos bien dispuestos para escuchar lo que dice uno y lo que dicen los otros, dejando a su libre albedrío a la burguesía y sus representantes quienes son hasta el día de hoy los únicos responsables del diseño de políticas y estrategias que se aplican diariamente en el país; los sectores más vulnerables de la sociedad colombiana están solicitando a los cuatro vientos que se humanice la economía, que se busquen propuestas distintas, creativas e intrépidas para que la inequitativa distribución de la riqueza y los ingresos sean mejor repartidos que impulse a nuevos niveles la prestación de más bienes y servicios a todos los colombianos, fundamentalmente a los más vulnerables.
Para lograr materializar esta propuesta progresista es menester cambiar la orientación de la pirámide, que esta nazca desde su verdadera base que no es otra cosa que la célula municipal; es imperativo entender y comprender que la democracia transformadora requiere de la participación activa de la ciudadanía, no solo en la elaboración de un diagnóstico, fundamentalmente en la participación activa de los ciudadanos, en la situación de las dificultades que se puedan detectar en el diagnóstico, pensando siempre en el beneficio colectivo y no particular como se ha venido planteando desde la época pretérita; para nadie es un secreto que a los líderes de los barrios y comunas se les convoca en la discusión de sus necesidades pero en la solución, siguen decidiendo las élites porque la mayoría de estos líderes son afectos a gamonales de turno y en dicho escenario son simples espectadores pasivos o convidados de piedra. Esta nefasta cultura de la democracia burguesa impera y sigue causando muchos males a la sociedad municipal que debe ser la base para el crecimiento y desarrollo humano, para alcanzar significativos niveles de felicidad, libertad y dignidad humana; esta discusión no se abordó en los diálogos de La Habana. Hablar de una verdadera transformación social exige enfrentar el paternalismo y existencialismo galopante, por un verdadero altruismo social, eficaz y sostenible en el tiempo y en la cotidianeidad municipal, solo así el futuro será próspero y luminoso.