En la madrugada de este martes, Israel reanudó la ofensiva en la Franja de Gaza con el mayor ataque desde el inicio de la tregua hace dos meses, dejando al menos 404 muertos y más de 500 heridos en distintos puntos del enclave. La operación militar, ordenada por el primer ministro Benjamín Netanyahu, supone la ruptura del alto al fuego y ha generado una nueva escalada en el conflicto.
Según la oficina de Netanyahu, la decisión de retomar los bombardeos se debe a la «reiterada negativa» de Hamás de liberar a los rehenes y su rechazo a las propuestas de Estados Unidos para prolongar la primera fase del acuerdo en lugar de pasar directamente a la segunda, que implicaba el fin de la guerra. Poco después del anuncio oficial, el Ejército israelí confirmó que estaba ejecutando «amplios ataques contra objetivos terroristas» en Gaza.
Los bombardeos alcanzaron múltiples puntos del enclave, impactando áreas densamente pobladas y zonas humanitarias. Entre los lugares más afectados se encuentran Jan Yunis, en el sur; Nuseirat y Al-Bureij, en el centro; y Jabalia y Ciudad de Gaza, en el norte. Testimonios e imágenes difundidas por medios palestinos evidencian la magnitud de la destrucción, con escuelas que albergaban refugiados y centros de asistencia humanitaria entre los objetivos alcanzados.
Organizaciones humanitarias y la comunidad internacional han expresado su preocupación ante la reanudación de los ataques, advirtiendo sobre el agravamiento de la crisis humanitaria en Gaza. Miles de personas desplazadas continúan buscando refugio en medio de una situación desesperada, mientras los hospitales operan al límite de su capacidad debido al alto número de heridos.
La ruptura de la tregua representa un nuevo punto crítico en el conflicto y deja en el aire las posibilidades de una solución negociada. Entretanto, la comunidad internacional observa con inquietud el desarrollo de los acontecimientos y sus posibles repercusiones en la estabilidad de la región.