La inspiración a Rafael Enrique “Wicho” Sánchez Molina, cañaguatero de pura cepa, le llegó caminando por las calles del Cesar de arriba a abajo y de abajo a arriba. Todo sucedió en el año 1965. El compositor contó la historia que desembocó en la canción ‘La banda borracha’ calificándola como una mezcla de paseo y porro.
Sentarse a dialogar con el compositor era una inmensa dicha. De esta manera comenzó diciendo que “Hace muchos años estaba tomándome unos tragos con unos amigos y decidimos irnos para el Salón Central, donde había un baile de disfraces y ahí pasó ese hecho donde nació la canción que se fue bien lejos”.
Metido de lleno en el relato añadió que “Estando dentro del salón observé bailando a una atractiva mujer disfrazada con un capuchón y una capa de colores azul y blanco. No lo dudé y la invité a bailar y aceptó. Estaba feliz y le decía cosas bonitas. Bailamos varias veces con el grupo conocido como la banda de Los Piña”.
El recuento iba viento en popa y hasta logró que ella accediera a dar una vuelta con él, pero la emoción no duró mucho tiempo. “Me pidió que antes de irnos para otro sitio comprara dos cervezas. Esa no era ninguna molestia y las salí a buscar. Lo malo fue que cuando regresé ella había salido del salón”.
‘La banda borracha’
“Caminando por las calles del Cesar, de arriba a abajo, de abajo a arriba. Al poco rato que ya me sentía borracho, no podía encontrar lo que yo andaba buscando”. Rafael “Wicho” Sánchez, salió ni volador sin palo en busca de la mujer con la que se había desplazado por toda la pista. Comenzó su búsqueda, pero todo fue infructuoso.
Estando en ese solitario andar escuchó una música y se dirigió hacia allá. Se trataba de una serenata que le estaban dando a doña Aminta de Felizzola. “La banda estaba tocando demasiado mal. No había buena interpretación y el motivo era que los músicos estaban borrachos”.
Ese hecho fue vital para componer la canción ‘La banda borracha’, donde se destaca a los músicos pasados de trago, pero principalmente el escape de aquella mujer esquiva que pretendía conquistar con el poder de versos bonitos.
Lleno de tristeza y con el pensamiento viajando lejos, la inspiración le llegó la mañana siguiente a orillas del rio Guatapurí, donde estuvo viendo ver correr el recuerdo que lo tenía inquieto y con ganas de contar en un canto ese suceso.
La tarea no fue difícil porque los insumos los tenía claros, y de esta manera nació esa obra que ha sido grabada por muchos grupos, siendo el primero Alfredo Gutiérrez, en el año 1966, quien en tres minutos y 26 segundos cantó sobre ese episodio que vivió ‘Wicho’ Sánchez, donde una mujer bailó en su memoria por mucho tiempo.
Con la mayor serenidad hizo una parada para poner a desfilar las añoranzas por otra de sus obras pegada a su alma. Se trataba de la canción ‘Penas negras’, esa misma donde pretendió cultivar un amor, pero el terreno estaba árido y le puso el nombre preciso. Tan preciso que ni las lágrimas abonaron el terreno. “Por cultivar un amor, lo que cultivé fue penas, penas que no se borran ni con cien años de ausencia”.
Entonces confesó que la tristeza por esa mujer estaba dentro de todo su ser y no valía llorar, porque el tormento era superior a su sentimiento. Era una pena amarga que le tenía preso el corazón en las tinieblas de los amores imposibles.
Claro, que esos sinsabores le permitieron buscar un escape y lo plasmó en uno de los versos. ‘Viviré como errante y en mi pecho se introduce, y cogeré el camino hasta cuando encuentre la calma’.
Así como Rafael “Wicho” Sánchez cautivó con sus cantos, también lo hacía al hablar. Uno de sus célebres cuentos fue cuando se refirió a Luis Márquez, un hombre avanzado en edad que se galanteaba de haber sido en su juventud un atrapador de mujeres. Según él, tenía el secreto y pocas se escapaban de sus redes amorosas.
‘Wicho’, muy serio comenzó la narración. “Una vez a Lucho cuatro hombres celosos lo enfrentaron y comenzó la pelea. En un abrir y cerrar de ojos se les midió ganándoles a puño limpio. Un amigo que lo escuchaba lo interrumpió para decirle, carajo Lucho, esos manes eran de barro”.
Deshojando historias
El hombre bueno, noble, de sonrisa fácil y que contaba bellas historias se despidió de la vida el domingo 22 de octubre de 2017, recibiendo todos los honores, especialmente de Sayco. Esa vez se recordaron con mayor énfasis sus hazañas musicales y sus cuentos pueblerinos, esos que lo hicieron famoso en esta tierra donde se tiene la capacidad de cantarle a las cosas simples, pero con la mayor naturalidad para hacerlas memorables.
Aquel hombre de 82 años que tenía la alegría pintada en su rostro, la sabiduría musical precisa, los célebres cuentos costumbristas, y quien sufrió de penas con un solo color, lo traicionó el corazón. Y cuando el corazón traiciona no valen canciones, sino ir directo al cielo para preguntarle a Dios si allá está aquella mujer bailadora que una vez lo mandó a buscar una cerveza y lo dejó embriagado de tristeza.
Así era Rafael “Wicho” Sánchez Molina, quien una tarde lluviosa en el barrio Cañaguate de Valledupar, decidió deshojar las historias de sus canciones y sus historias pueblerinas, donde pudo con el poder de su talento escuchar cantar los pájaros en el horizonte, al sol darse el lujo de demorarse calentando el día hasta ver desmayarse la tarde dándole la bienvenida a la luna. Además, contar que era el único en el mundo que le sacaba plata a ‘Poncho’ Zuleta. Eso ya era ganancia.