La primera vez que lo visité tuve la impresión pasajera de haber llegado a un resort en una isla paradisíaca. Sus bellos corredores exteriores los cuales se recorren entre verdes plantas, generosos árboles y flores caribeñas de vibrantes colores del bosque seco tropical guajiro y la refrescante sombra de los techos tejidos de yotojoro que protegen las cabañas del sol canicular, evocan un jardín étnico en el que el nordeste se posa inexorablemente cada tanto, para aliviar el sopor de las hermosas tardes riohacheras que tanto los visitantes como los locales, disfrutan en su amplísima sede estratégicamente situada en un sector naturalmente llamado a ser de gran importancia para el desarrollo turístico de la capital guajira.
Sus cómodas cabañas ofrecen un ambiente tan estéticamente confortable que creo que todos los que allí nos hemos hospedado, hemos querido irremediablemente prolongar la estadía. En sus paredes se hallan obras de arte que dan cuenta tanto de la belleza de nuestra tierra como del talento de los artistas autores de estas. Una de ellas es la joven María Beatriz Vence Ávila cuyas tiernas pinceladas transportan al observador, a admirar la inesperada belleza en su temprana inspiración. Junto a la comodidad de las habitaciones, otras sorpresas se pueden encontrar si detallan los otros espacios: ¿Alguna vez se han duchado entre plantas, con la luz de la luna entrando desde el cielo estrellado por las rendijas del yotojoro, sobre un piso vintage? Esa sublime experiencia la viví allí, y definitivamente, como muchos, quiero volver a vivirla.
La hermosa piscina es el centro de encuentro de la vista compartida de las cabañas, lo que genera, además, como puede suponerse, una sensación de frescura por la hermosa postal del agua azulada de ese delicioso espacio común, estéticamente bordeado por plantas que está llamado a disfrutarse plenamente.
Bajo la sombra de un inmenso kiosco de palma se encuentra el bellísimo y extenso comedor, permitiendo la entrada de la luz y la brisa con la misma intensidad. Esto no es menor pues se trata de un hotel ubicado frente al mar Caribe en la primera avenida de Sudamérica, llamada 14 de mayo a la que popularmente se le conoce como calle primera. La decoración de este espacio es tan particular como hermosa, pues entre bifes coloridos y cómodas mecedoras, los comensales podrán escoger en cual ambiente desean disfrutar de su variada y deliciosa carta a través de la cual se transita por un sendero de sabores entre la tradición y la modernidad de los saberes culinarios autóctonos e internacionales.
Para quienes las prefieran, también están disponibles las habitaciones de esa emblemática casa, las cuales gozan de una privilegiada vista a las hermosas y extensas playas de Riohacha. Desde el segundo piso, los atardeceres se pueden contemplar a plenitud en la comodidad de un chinchorro, viendo el sol desaparecer sobre el mar en el horizonte, entre las siluetas de los cayucos y las hondonadas de arena dorada por la imponente luz del ocaso que entre tonos anaranjados y rosáceos invaden de paz y bienestar a quien presencia desde la gratitud.
En ese icónico lugar edificado desde mediados de los ochenta, se filmó en el año de 1996, la telenovela ‘Guajira’, protagonizada por la actriz venezolana Sonya Smith y el actor Guy Ecker. Recuerdo con exactitud haber presenciado la grabación de escenas en aquella amplia terraza, siendo partícipes como extras algunos amigos y amigas. Llegaría incluso el momento en el que yo misma participaría como tal pues todos caímos reclutados a sus grabaciones, con la esperanza también, de obtener fotos y autógrafos de los famosos actores de esa época dorada de la televisión colombiana en la que las novelas con sello de identidad se imponían como tendencia creciente captando los afectos del público nacional e internacional, posteriormente.
Los espacios interiores como la sala y el lobby, dan cuenta de los objetos que eran imprescindibles en los hogares riohacheros entre principios y mediados del siglo XX. Aquí la ineludible nostalgia transporta también a otras épocas en donde los ancestros familiares de instantes quizás no presenciados son protagonistas a través de la imaginación: la tradicional agua manil, los percheros y las cómodas, objetos fabricados entre el peltre y la madera, llevan a quien observa con detalle la añoranza que los elementos y los espacios propician. Quien llega allí se encontrará quizás, atravesando un viaje en el tiempo hacia un pasado remoto como el relatado con meticulosidad en las novelas garciamarquianas, permitiendo vivenciar un ambiente de calidez de hogar, desde el primer momento en que se abren las puertas de ‘Guajira Casa del Mar’.
Su equipo de colaboradores da cuenta de una cultura de la calidad y la excelencia muy bien aprendida, puesta al servicio de la causa turística que tanto nos debe convocar a los guajiros. Allí he hallado con sorpresa y alegría a quienes fueron mis estudiantes en el programa de Administración Hotelera y Turística de la Universidad de La Guajira.
Antonio Ávila Carvajalino es su gerente, y quien se ocupa de cada detalle en la operación de este magnífico lugar que abrió sus puertas hace más de dos años en el bello distrito cultural y turístico de Riohacha. Sus estudios de pregrado en Administración de Negocios los culminó en Hult International Business School en Londres, continuando luego la maestría en el I. E. Business School de Madrid (España). Para este joven profesional riohachero, su tierra es un lugar lleno de oportunidades por lo que volver para aportar a su desarrollo y crear empresa, motivado por ese espíritu emprendedor de su generación se convirtió en una decisión irrevocable, siendo hoy, además, generador de oportunidades y empleo para otros. Haber transitado durante sus estudios por ciudades como Dubai, Shangai, San Francisco y Boston, le permitió adquirir una visión más global de los negocios, llegando incluso a ser parte del equipo de Honeywell en Shangai (China), proponiendo desde sus prácticas académicas, procesos de mejoramiento en la medición de carga en los puertos. Para Antonio La Guajira es como Emiratos Árabes pues se encuentra entre el mar y el desierto. Ver crecer el hotel, ha fortalecido el sentido de pertenencia y el anhelo de contribuir al crecimiento del lugar donde nació y dónde están sus raíces familiares. Desde el turismo, este visionario y proactivo riohachero cuyo pensamiento estratégico lo llevó a invertir en este hermoso proyecto personal junto a su hermana Luciana, sabe que es este uno de los más valiosos renglones del desarrollo económico local y por supuesto, aunque es largo el camino, sigue siendo estimulante saber, que lo que comenzó como un sueño, paso a paso se sigue haciendo realidad.
Buen viento y buena mar como el que cada día se contempla desde ‘Guajira Casa del Mar’, a la consolidación de este gran hotel como el inigualable templo del hospedaje que es y que seguirá siendo. Una experiencia única y completa que deja huella en los visitantes y locales, y que contribuye activamente al desarrollo turístico y económico de La Guajira, liderado con profesionalismo y excelencia, desde el amor por nuestra hermosa tierra.