@jacobosolanoc
La propuesta del presidente Gustavo Petro de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, contradiciendo lo que prometió en campaña, es un golpe a nuestra institucionalidad que deja en evidencia a un presidente acorralado, desesperado y muy solo. El primer mandatario, con tal de sacar adelante sus reformas, es capaz de cualquier cosa. Ante la Minga indígena, en Cali, vimos a un Petro beligerante, reconociendo ser parte de la Primera Línea y tratando de intimidar al país. “La Asamblea Nacional Constituyente debe transformar las instituciones para que le obedezcan al pueblo su mandato de paz y de justicia, que es fácil de lograr en Colombia”, algo más que peligroso.
Intentar acabar con la Constitución de 1991, un gran acuerdo nacional en el que convergieron muchos sectores para lograr una carta que, si bien requiere ajustes, es garantista y muy bien lograda, a manos de varios líderes que hicieron un gran aporte al país (en aquella época). Aventurarse a cambiarla, es un salto al vacío, es inconveniente, particularmente en este momento, abrir una caja de Pandora sin saber en qué puede terminar.
Tenemos el ejemplo de Chile, metido en un vaivén de izquierda a derecha del que no ha logrado salir y menos, concertar un texto acorde que ponga fin al enfrentamiento visceral que está consumiendo al país. Es irresponsable que el presidente se comporte como un autócrata y trate de acudir al populismo para dividir aún más al país; así como una constituyente no fue conveniente cuando la propusieron Uribe y otros presidentes, tampoco es conveniente ahora, en el clímax de polarización que vive el país, el mayor de su historia reciente. Pero Petro piensa que el país tiene la obligación de acatar todas sus posturas, porque ganó en las urnas, desconociendo al otro país que no lo acepta.
Está echando por tierra la poca gobernabilidad que tenía, atrincherado con sus bases para radicalizarse, en un claro intento de tapar todos los escándalos de corrupción, falta de ejecución y reiterativos fracasos, mientras el país está, literalmente, frenado. Con un gobierno desdibujado de escándalo en escándalo; de Nicolás Petro, pasamos a los juegos Panamericanos y luego a los carrotanques de La Guajira. Honestamente, los tiempos no son buenos, pero si a eso le sumamos que la seguridad está mal, hay escasez de medicamentos, masacres todos los días, que siguen muriendo niños en La Guajira, asesinando líderes sociales, con Ecopetrol a la baja y una economía con nubarrones; el resultado es la tormenta perfecta, en serio, estamos sin rumbo y vamos de mal en peor.
Es una amenaza real, principalmente para el Congreso, que ahora menos tramitará reformas; mientras tanto, el pagano es el desamparado pueblo colombiano, tan necesitado de verdaderos cambios en salud, pensión, justicia, en fin. Es hora de que todos los sectores y los colombianos que no comulgamos con sus ideas, rodeemos a las instituciones para lograr de salir de esta mala racha al que nos ha empujado un presidente autoritario, que no tiene la capacidad de escuchar razones y que, a través del caudillismo, pretende llevarnos por el mismo camino que inició Chávez en Venezuela y que, hoy, tiene al vecino país patriota en la peor crisis económica y democrática.
De Petro esperábamos algo más, que se comportara como un estadista, no obstante, llegó con las mismas prácticas politiqueras que tanto criticaba en campaña; tenemos en frente a un simple ideólogo de izquierda extrema que se victimiza, no acepta los controles de los otros entes del Estado y quiere pasarse por la faja lo que no le gusta; no comprendió la oportunidad que le dio la historia, lo digo con el convencimiento que teníamos los que pensamos que Petro podría ser una alternativa moderada de la izquierda, ante el salvaje e histórico atropello de la derecha; pero por el contrario, le está propinando un golpe mortal a su propia corriente, que en mucho tiempo no volverá al poder, porque este señor, movido por el revanchismo y la falta de resultados, no pudo con el reto de cambiar las costumbres políticas del país. Petro no reacciona, él va hasta el final con su radicalismo. La gran pregunta es, si sabe que no tiene mayorías en el Congreso, ¿Forzará una Constituyente por decreto? Colombia no se dejará, ya lo verán.