Aún recuerdo la mañana soleada de aquel fin de semana en que mi padre me llevó a conocer el jardín infantil donde él y mi madre consideraban que podría cursar preescolar.
En aquel año remoto de 1983, eran pocos los centros educativos de Riohacha y el nombre de María Monte-ssori, prestigiosa pedagoga italiana de reconocimiento mundial, cuyo nombre llevaba aquel lugar elegido, sería donde mi ser de niña se sentiría segura, valorada y protegida por toda una comunidad de docentes y compañeritos con quienes transitaría no solamente el breve pero inolvidable preescolar, si no, toda la primaria.
De aquel jardín me despedí a los diez años entre lágrimas pues lo que dejaba atrás no era menor: un gran círculo de afectos que han perdurado durante toda mi vida y que marcaron de forma indeleble mi ser. Sin embargo, luego llegaría llena de entusiasmo al Colegio Sagrada Familia de las laboriosas Hermanas Terciarias Capuchinas donde diligentemente fui educada en la fe católica para ser una dama y servirle a mi tierra pues eso nos inculcaron insistentemente ellas, no solo a mi generación, si no a muchas más, antes y después.
Somos en alguna medida un cúmulo de experiencias y las educativas son sin duda, de las más relevantes en nuestra memoria y nuestro ser.
Fueron esos justamente, los parámetros que nos llevaron a elegir a Ecokids, como templo del saber y del afecto para mi unigénito Manuel Antonio de Jesús. Allí llegó a sus casi cinco meses de nacido por primera vez, a múltiples sesiones de estimulación temprana.
Entre terapias, risas y juegos, el bebé balbuceante que impregnó mi alma con su sonrisa, desarrolló sus primeras reacciones a los hábiles estímulos de un equipo interdisciplinario amoroso quienes rodearon con su profesionalismo no solo a mi hijo sino, a otros más como a su primita Abbie (quien ya tiene seis años), con quien compartiría aquellas fructíferas y entretenidas sesiones que tantas enseñanzas nos dejaron.
En ese querido colegio pasó también por sala cuna, párvulo, pre jardín, jardín y este año, transición; grado el cual inició en el Instituto Corazón de Jesús de Buenos Aires, en nuestro querido barrio Recoleta dejando una imborrable huella de afecto y amistad entre sus 19 compañeritos argentinos y de otras nacionalidades, sus familias, sus profesoras Ana y Kary y la directora Gaby, y el cual culmina hoy en Ecokids, donde siempre fue feliz, siendo también motivo de tranquilidad para mí como madre, por saberlo cuidado y acompañado cada día de la mejor manera posible en aquella comunidad educativa donde se ha privilegiado siempre el inmenso valor de la inocencia.
Así como Manuel Antonio de Jesús ha amado el colegio del cuál se despide al obtener su grado de preescolar habiendo estado en las mejores manos, anhelo que cada niño y niña que llegue a los múltiples ambientes educativos, encuentre allí un excelente equipo como el de las maestras: Miss Erica, quien fue su guía durante la difícil época de pandemia; Miss Angie quien es además su adorada tutora y Miss Lizeth este año.
Todas ellas bajo la dirección de la muy querida rectora Celia Mercado a quien nos unen unos lazos de cariño y gratitud, por reconocer los más ingentes esfuerzos colectivos forjados, a partir de la educación en valores como la honestidad y la generosidad, el respeto por el prójimo, el afecto sin distinciones, la necesaria consciencia por el medio ambiente, y la curiosidad permanente frente a los muchos caminos de las ciencias y las artes. Anhelo que cada ¿Por qué? de las infancias sea escuchado con atención y respondido con amor, pues de esa búsqueda permanente de respuestas depende en gran medida, la forma como se forja su relación con el entorno que los rodea y con la sociedad y el mundo del cuál ellos son parte fundamental.
La extraordinaria psicóloga chilena Pilar Sordo, en una magistral entrevista para la plataforma digital ‘Aprendamos Juntos Bbva’, expresó que nuestros hijos hoy tienen de todo pero no nos tienen a nosotros. Particularmente, creo que, ese es uno de los grandes desafíos de esta sociedad postmoderna empeñada, en ocasiones, más en acumular cosas y ganar dinero, que en disponer de tiempo de calidad a la crianza de los hijos, y a invertir en la fuerza poderosa y transformadora que es: El amor. Creo que al encuentro con Dios la pregunta que se nos hará es: ¿Cuánto amaste?… y creo que la siguiente será: ¿Cuánto serviste?. Y, ese amor, y ese servicio, si somos madres y padres, gira justamente en torno a nuestros hijos, sus vidas, educación, metas y sueños; ellos son nuestros regalos de Dios, lo más esencial e importante en nuestra existencia, en nuestras agendas y en nuestro día a día.
Ser mamá así como ser papá, es lo primero, lo más urgente, lo fundamental, nuestra mejor misión y la más hermosa tarea que estamos haciendo, para cualquier ser humano que ha recibido el milagro de la maternidad o la paternidad. No habrá una segunda oportunidad en esta vida breve y en este mundo vulnerable, incierto, cambiante y ambiguo, para ser los progenitores que los niños y las niñas necesitan pero sobre todo, merecen, para ser y para hacer, todo aquello que son capaces de lograr para su propia felicidad y desarrollo personal, y para las transformaciones que este mundo requiere.
Gracias a todo el equipo de Ecokids y de cada centro educativo, por ser nuestros aliados como madres y padres en el propósito común que nos convoca frente a las infancias. No solamente a quienes celebramos la graduación de nuestros hijos y su paso a un siguiente nivel, si no, por un propósito especial en el que converge toda la humanidad. Pues como lo afirmó el escritor Óscar Wilde: “El mejor medio para hacer buenos a los niños y las niñas, es hacerlos felices” y para ello tenemos este presente que Dios nos da. La gratitud es la memoria del corazón… ¡Gracias! Y felicitaciones a mi hijo Manuel Antonio de Jesús en su primera graduación.