Por Carlos Contreras Ureche
El autor del presente artículo les recomienda a sus lectores grabarse muy bien en su disco ‘duro’ los siguientes nombres: Rafael Reyes, Joaquín Fernando Vélez, Juanito Iguarán, Fernando Garantivá y Juan Manuel Zambrano Romero, quienes, en una u otra forma aparecerán más adelante en lo que tiene que ver con el historial del acueducto y del alcantarillado de Riohacha. Manos a la obra pues. Inmediatamente después de la culminación de la Guerra de los Mil Días en Colombia, la que fue ganada por el Partido Conservador, en el año 1903 surgieron dos candidatos presidenciales conservadores, con la ausencia absoluta del Partido Liberal. Esos candidatos fueron: el general Rafael Reyes y Joaquín Fernando Vélez, con un ‘triunfo’ muy apretado a favor del general Rafael Reyes, cuando acá aún existían los colegios electorales. Como quiera que las comunicaciones en esa época eran muy difíciles y que el acta de los resultados electorales de Riohacha se demoraban para remitirla a Bogotá, el dirigente conservador Juanito Iguarán, que era adepto a Reyes, optó por enviarla en blanco y firmada por él. Ante esa circunstancia, allá en Bogotá los adeptos a Reyes la llenaron a su antojo y mediante ese ‘chicorazo’ fue como el triunfo recayó en Rafael Reyes. Más tarde, concretamente en 1908, ese presidente decidió construirle su primer acueducto a Riohacha, devolviéndole así aquel favor que unos años antes le había hecho Juanito Iguarán. Como es apenas lógico, en forma simultánea debió ser también construido su correspondiente alcantarillado, el que, según tengo entendido, caía directamente al mar por gravedad y no por bombeo, como lo es aún en la actualidad. En razón de que la población fue creciendo, de un momento a otro fue construida una estación de bombeo en la parte oriental de la cabecera de la Calle Ancha, luego, al no ser suficiente, construyeron una segunda bastante cercana a esa y, a la vez, otra estación, en la parte norte del barrio Marbella, con el objeto de bombear las aguas negras hacia el mar. En 1982 y 1983, respectivamente, los ingenieros agrónomos Carlos Contreras Ureche y Juan Manuel Zambrano Romero (ambos columnista del Diario del Norte en la actualidad) fuimos nombrados como interventores Fiscales de la Contraloría Departamental, cuando ya existía un contrato en desarrollo adjudicado al inquieto ingeniero civil interiorano y residente en Riohacha Fernando Garantivá, para la construcción de la laguna de oxidación. Este contratista, que al parecer no había terminado aún sus estudios universitarios, al recibir su anticipo, procedió a darle inicio a las obras, hasta cuando de pronto les surgieron unos dueños a los terrenos en donde iba a ser construida dicha laguna. Desde entonces comenzó un tira y encoge entre los gobernadores de turno y los presuntos propietarios de esos terrenos, sin que hasta la actualidad se haya visto una luz al final del túnel, en detrimento de los millares de sus habitantes. La honestidad y la honradez de Fernando Garantivá llegaron a tal punto, que ante ese impasse, promocionó un statu quo hasta cuando se produjera un acuerdo entre las partes, sin la consiguiente actualización de los precios del contrato original. Si aún vive, le envío a Fernando un fuerte abrazo quiebra huesos.