Por Rafael Humberto Frías
Las realidades y ficciones de los cantautores sanjuaneros toman más fuerza al llegar diciembre con su Festival de Compositores de Música Vallenata el 7, 8 y 9 de diciembre, para confirmar una vez más, que este es el paraíso lírico del folclor vallenato. Ese pueblo macondiano y lacónico con sus gratos recuerdos, se viste con el ropaje de la lírica, la bohemia, las serenatas y las cuitas lastimeras que honran los pregones de Francisco el Hombre y evocan la memoria del Cacique Upar, presentando ante el país vallenato las más bellas canciones.
Ya comienzan a desempolvarse los versos elocuentes y esos cantos manchados de luna con paisaje de acordeones, junto al murmullo de la brisa y el sol ardiente, para serenatear a la más bella sanjuanera para convertirla en motivo de inspiración. En ese pueblo maravilloso, donde nació el gran ‘Tijito Carrillo’, pionero y precursor del arte de hacer canciones del género vallenato para impulsar a San Juan como un paraíso musical con sus obras, La Cañaguatera y La Guayabalera. Ahora se evocan los recuerdos del Gran Máximo Móvil, ‘el indio de oro’, el gran merenguero del vallenato, quien movía las masas con su talento innato, procedente de la más alta pureza del campo y quien se hizo célebre con sus canciones, Mujer conforme y El Firme. Asimismo, se recuerda a Hernando Marín Lacouture, con sus miles de versos y melodías que llevaron a un campesino parrandero a traspasar las fronteras del vallenato, con su guitarra y su talento, cantándole a una sanjuanerita, hasta inmortalizarse con su juramento en el hall de la fama. Del mismo modo, recordamos las vacaciones sagradas de Rafael Manjarrez, el hijo de las Velas del Marquesote y sus andanzas con su primo Roberto Calderón, amarrando sus ilusiones a las faldas de una provincianita que acondicionó el reconcilio con él, hasta que San Juan Bautista bajara el dedo.
También dibujamos con el pincel del recuerdo, los caminitos reales de la infancia de la dinastía de los hermanos Calderón, con Roberto, Efrén, ‘Beto’ y Amílcar. Quienes, al compás del bombardino de su padre, recibieron como legado la herencia musical y han escrito con letras doradas, un grandioso capítulo de la historia del pueblo sanjuanero, cantándole a la Luna y describiendo la costumbre sanjuanera de entregar el corazón. Del mismo modo, surgen unos versos con olor a trapiche y a penca de fique, inspirados en la ventana marroncita donde dormía la más bonita juntera, para llenar de gloria al cacique de la tribu de Carrizal, al gran Diomedes Díaz y toda su dinastía.
Continuamos con La pobre infancia de Marciano Martínez, un hombre abanderado del folclor y juntero raizal que se ubica en la galería del paraíso lírico, cantándole a la juntera y diciéndole que amarla más no pudo. En la misma ruta del ‘Cacique’, nos tropezamos con unos versos salidos de lo más profundo de la sencillez de su vida musical, como fue la lírica de ‘Juancho Roís’, preguntándose por qué razón querían separarlo de su novia y vaticinando que eso jamás lo conseguirían, anunciando también, que como su tierra no hay otra igual. Simultáneamente siguen apareciendo en escena una gama de compositores que vierten todo su romanticismo y sentimiento sublime, cantándole al realismo mágico de la poesía lírica con inspiración y respeto.
Escuchamos a Deimer Marín con su gloriosa página, no pasará lo mismo, mostrando su herencia musical y dándole continuidad al ‘Ángel del camino’ como llamaban a su padre. Luis Egurrola, aparece con sus arrebatos de poeta empedernido, mostrando que siempre está en la luna, haciendo versos y melodías diferentes, hasta el final del sendero y con una aventura más. De igual forma, Hernán Urbina Joiro, continúa con el género romántico y con los más sublimes aforismos, le dice a su novia, que ella es la reina y que aquí están sus canciones, para demostrarle como la quiere el poeta, cuando está más romántico que nunca.
A ligeros pincelazos, el cierre lo hacemos con uno de los más fuertes compositores, como es Aurelio Núñez, quien, de la mano de Dios, se mantiene vigente y no está de acuerdo que lo comparen con nadie, porque se considera el más valiente y no es un pajuate para que lo engañen. La lista es extensa e interminable y no alcanzaría la tinta ni el papel para mencionar a todos los que han hecho de San Juan un paraíso lírico del vallenato.