Por Rosendo Romero Ospino
Supe por mi gran amigo Alexander Oñate, el gran autor de ‘El merenguito rey’ que había fallecido la señora madre de mi compadre del alma y mi corazón, nos une el sacramento real del padrinazgo, yo le bauticé con el desaparecido ‘Bohemio del Tablazo’, Hernando Marín, su primera hija, y desde entonces más allá de las canciones está nuestra amistad honrada con el más sincero respeto y aprecio del uno por el otro; igual con mi compadre Rafael Manjarrez, quien es el padrino de mi hijo Carlos Eduardo, cada canción de ellos yo la siento como si fuera mía, me regocija cuando alguien se desgaja en elogios hacia mis compadres hasta me hago a un lado para que la gente hable bonito de estos dos poetas grandes de La Guajira.
14 de este mes murió doña Ana Cujia de Calderón, supe la noticia por la mañana. Pero sabía que no iba a tener el espacio para irme a acompañar a mi compadre en los funerales de su viejita querida, siente uno pena y preocupación con el amigo pero me dijeron que lo acompañaron ‘Beto’ Murgas, Jorge Oñate, ‘Yeyo’ Núñez, y otras personas de gran valor espiritual para los Calderón, obviamente todos los gestores culturales de San Juan estuvieron acompañando a la señora Ana a su última morada.
Al siguiente día, apresuré todo por la mañana para irme a pasar la tarde acompañando a mi compadre en el altar de las nueve noches, el chofer que nos llevó salió controlando la velocidad y surcando esos senderos verdes por la placentera carretera que va desde Valledupar a San Juan, ya en franca vía cruzamos el puente del río Badillo y embocamos por esa curva que esta antes de llegar a la finca que fue de Martín Elías, el conductor la transitó de forma segura, precisa y plenamente controlada, eso me dio confianza íbamos con un experto, el tramo antes de llegar a la finca ‘Las nubes’ la cual fue el lugar de esparcimiento del ‘Cacique de La Junta’, Diomedes Díaz, siempre me pone a reflexionar, recordé a muchos amigos míos investigadores de la música vallenata, que siempre me han hablado de su interés de escribir sobre las matronas del vallenato, aquellas que han parido grandes cultores de nuestra música, en realidad tienen que apresurarse porque las viejas están iniciando el viaje de regreso hacia el sempiterno amor celestial del gran demiurgo, y es verdad que compositores como: Roberto, Efrén, Beto y Amílcar ya no van a nacer más, pero la verdad, verdad es que quién más se merecía los aplausos que les daban a ellos era Ana Cujía de Calderón, porque fue ella quien dio a luz y los trajo al mundo.