La muerte del maestro Adolfo Pacheco, es la partida de uno de los juglares más completos de la música vallenata; el gran músico de los Montes de María, se caracterizó por componer con el corazón y contar historias memorables de su entorno, convertidas en poesía, con una narrativa contundente.
Al maestro, lo conocí en San Juan Nepomuceno, fui especialmente con el maestro Julio Oñate Martínez a hacerle una entrevista para destacar su grandeza; luego nos trasladamos a su natal San Jacinto, donde caminamos sus calles y pude comprobar el cariño y la admiración de la gente, lo valoraban como uno de sus grandes referentes, una leyenda; recuerdo que mientras visitábamos los lugares donde surgieron sus éxitos, era difícil hacer las tomas porque siempre alguien llegaba a saludarlo y él nunca decía que no. Jamás olvidaré que antes de venirnos se presentó con varias bolsas de galletas de donde las Vásquez, las mejores y más tradicionales del pueblo, “bueno aquí tienen para el camino”, un gesto desprevenido pero tan auténtico como él, por eso lo llevaré siempre en el corazón. Duele y mucho la muerte de un hombre entregado a su folclor, un hacedor de música honesta y grandiosa que dejó en alto los valores de nuestra tierra.
Tiempo después nos encontramos en Villanueva, La Guajira, donde le hicieron un gran homenaje en el Festival Cuna de Acordeones; conversatorios y presentaciones en los que cantó temas de su autoría, entre los que se destacan: ‘El mochuelo’, una alegoría a nuestras aves para contar una historia de amor; ‘El viejo Miguel’, es la historia del abandono de su padre, algo que aunque le marcó la vida, se convirtió en éxito y luego en un clásico de la música vallenata, con los Hermanos Zuleta; ‘Me rindo Majestad’, un canto nostálgico y poético para expresar la grandeza del amor a una mujer y ‘La hamaca grande’ un clásico que movió los cimientos del vallenato auténtico, una composición extraordinaria pero que su significado fue mal interpretado en Valledupar, lo que creó una tensa relación con el músico, es un una verdadera obra de arte, reconocida en el mundo entero, en la voz de Carlos Vives.
La obra musical del maestro Adolfo Pacheco supera las 300 canciones, marco un estilo que desbordó su tierra Sanjacinto para traspasar fronteras. Era un músico integral, se paseó por la cumbia, el chandé y hasta compuso boleros; su sencillez era abrumadora, nunca dejó de ser un campesino orgulloso y un gallero exitoso; su liderazgo y talento inspirador, dejaron su marca en las generaciones actuales, sobre todo en la sabana, donde fue catalogado como el más grande. En 2005, fue declarado “Compositor Vitalicio” por el Festival de la Leyenda Vallenata y en 2020, fue nominado al Premio Vida y Obra por el Ministerio de Cultura de Colombia.
El Vallenato sigue perdiendo sus más grandes valores y con ello, aflora un panorama de incertidumbre para nuestra música, estamos en una crisis de creatividad. Paz en la tumba del más grande de la Sabana, Adolfo Pacheco Anillo.