La situación que afrontan el exalcalde Augusto “Tuto” Uhía y el exgobernador Luis Alberto Monsalvo es desoladora y preocupante; todo por hacer política despreciando valores fundamentales como la honestidad y la ética.
Iniciemos con Tuto, nacido en el barrio San Joaquín, alguien que se perfilaba como un buen líder; fue concejal, tenía carisma y un seductor discurso anticorrupción con énfasis religioso que convenció a la gente. Eso sí, en campaña, aceptó recursos hasta del mismísimo diablo y por ende quedó empeñado. Al llegar a la Alcaldía de Valledupar no sé si se transformó o mostró su verdadera cara, pero desplegó un ego descomunal, su imagen empezó a estar en todos lados, como si fuera un modelo y no un alcalde y se alió con personajes como ‘La Abeja’ Cuello, Jose Jorge y J. Vargas, situación que lo terminó de acabar.
Sigamos con Luis Alberto, proveniente del barrio Gaitán, un político más bien sin carisma, pero con una familia política que lo rodeaba y no permitía que se visibilizarían sus falencias, soberbio y poco empático; así fue criado y así perfiló su gobierno, rodeado de contratistas de dudoso proceder. Manejó el cargo a su antojo, él y su grupo siempre pensaron que cualquier problema se podía solucionar con dinero; pero no fue así, la realidad es otra, dejaron muchos cabos sueltos, como evidencian las investigaciones, en los contratos del PAE, el CDT ganadero, el estadio, solo por citar unos ejemplos que pueden convertirse en su sombra durante mucho tiempo, lo mismo que le está pasando a su tío Lucas Gnecco.
Tuto y Luis Alberto, ambos jóvenes de clase media, pudieron trascender y convertirse en verdaderos líderes, referentes de una región, no tenían necesidad de estas prácticas, pero desafortunadamente, la ostentación, la ambición, el protagonismo y la ignorancia, pudieron más. Hice muchas columnas, videos, trinos, arriesgando mi vida, los lambones y algunos parientes ‘jalabolas’ decían que odiaba a Luis Alberto y que era un resentido porque no me dieron un puesto para hacerme rico, como si pertenecer a un cartel de corruptos fuera mi gran anhelo, tamaña estupidez.
Los de Tuto argumentaban que le tenía envidia y también quería algún contrato. A ambos, desde mi espacio, se los advertí en tono crítico y les aporté ideas para beneficiar a la comunidad, pero prefirieron hacer lo mismo que la mayor parte de clase política vallenata. Hoy, vemos los resultados: Tuto, llorando ante el juez para que no lo envíe a la cárcel y Luis Alberto, recibiendo su segunda medida de aseguramiento, encerrado en su apartamento.
Los dos, sin otra opción que contemplar cómo dejaron la ciudad y el departamento, en una de sus mayores crisis de desempleo, pobreza e inseguridad, las que pudieron trasformar con los más de 10 billones de pesos que manejaron entre ambos. Una situación que para nada me alegra, muy por el contrario, me produce un profundo pesar, porque hay un drama humano que golpea fuertemente a sus familias.
Pero en la vida hay que tener temor de Dios y saber que los actos buenos y malos siempre se reflejan en nuestro futuro y estos jóvenes eligieron sus caminos, tomaron atajos y tal vez les faltó que alguno de su entorno los llamara al orden al verlos caminar hacia el abismo. Me pregunto ¿Qué lograron? A Luis Alberto las montañas de dinero ¿De qué le sirven hoy? Tuto, ¿Que consiguió? someter a su familia a un drama desgarrador y todo lo que atesoró, lo está gastando en abogados. Mientras, sus cómplices, los contratistas de los dos, los dejaron solos; hoy sus carreras políticas están siniestradas, con una exposición mediática que los marcará de por vida y lo más triste es que aún falta, porque la Fiscalía tiene todo el material para mostrarse con más procesos: para Luis Alberto con el CDT ganadero y los mercados de la pandemia y a Tuto, La Casa en el Aire está a punto de explotarle en las manos, cambiaron al fiscal Gentil León que no se movía y ahora, misteriosamente, sí hay resultados y se vienen noticias sobre el piso de mármol en la Plaza, los lotes Lazcano y los convenios Ascocref, suscritos con Gloria Ester Añez.
Ojalá el ejemplo de este par de jóvenes sirva, por lo menos, para que emerja una nueva generación política en el César. No se trata de canibalismo vallenato como escribió descaradamente en su columna el abogado de ambos, Hugo Mendoza, es el control social y político que debe hacer un columnista serio, preocupado por su región, que no escribe con complejos para rendir pleitesía, ni para obtener contratos. La gran conclusión es que perdieron Valledupar y el César, perdieron Tuto, Luis Alberto y sus familias; por supuesto, perdimos todos.