Julio Oñate Martínez representa el mayor tesoro del vallenato, es el ‘Arqueólogo del Folclor’, como sabiamente lo bautizó Rodolfo Quintero. Casi nunca hago columnas con nombre propio, pero Julio se merece todos los homenajes, es un ser humano excepcional con quien he logrado una amistad sincera y entrañable.
Si bien yo nací con el vallenato, viendo festivales a tres cuadras de mi casa, tengo que reconocer que con quien me formé en el folclor fue con Julio, desde que iniciamos la investigación para el gran proyecto del Museo del Vallenato, son muchos años de trabajo al lado de un incansable de nuestra música.
Quien, además, cuenta con un patrimonio inmenso que debe ser reconocido por las entidades culturales, una inestimable colección que debe conocer el mundo, acordeones de juglares, documentales, fotografías, documentos, historias y canciones.
Imposible olvidar tantos viajes juntos, de los más memorables puedo citar cuando visitamos la tumba de Juancho Polo en Santa Rosa; cuando hablamos con Camilo Namén, en Barraquilla; también entrevistamos a Adolfo Pacheco en San Jacinto y llegamos de repente a Guamal para hablar con el distinguido maestro Julio Erazo, que se nos acaba de ir a la eternidad, o cuando fuimos a Chimichagua y cantamos con Simón Salas; en Valledupar, dialogamos con ‘Beto’ Rada y Náfer Durán; en el Cañaguate entrevistamos a ‘Wicho’ Sánchez; en Bogotá visitamos a Alberto Fernández y en La Paz a Miguel López.
Han sido tantas experiencias que esta columna no alcanzaría para señalar por completo a este valor, quien se enaltece por su sencillez, pero también por ser escritor, con títulos como ‘El ABC del Vallenato’, clásico de la literatura folclórica y con quien también tuve el honor de hacer el libro a dos manos, ‘Los Hermanos Zuleta, una historia cantada’. Pero también he cantado sus canciones ‘La profecía’, ‘Alma viajera’ y la mejor, la que le sacó a Electricaribe.
Ni hablar de su paso por el periodismo, con ‘Estelares del Vallenato’, cuando pocos se atrevían a promocionar el folclor, ahí estaba Julio entrevistando a Escalona, a Leandro, a Alejo y a todos esos juglares que dejaron la plana muy alta; Julio tiene un programa en radio, digno de un reconocimiento, ‘Juglares’, un espacio que solo emite música gruesa, que es la que quiere rescatar la Unesco.
Como si fuera poco, para cerrar con Broche de Oro, fue galardonado con el Premio Simón Bolívar, el más importante de periodismo en este país; también tuve la dicha de compartir con él, el reconocimiento que nos hizo la Cámara de Comercio de Valledupar, Mérito Cultural Literario y Diversidad Cultural y Artística, respectivamente.
Como padre, siempre ha sido comprometido y muy apegado a sus hijos, a su esposa y a su familia; un amigo y hermano, inmejorable. Pero más allá de todas estas virtudes, lo que me parece el mejor talento de Julio, es ser un gran parrandero, cuando combina su sabiduría del folclor con un exquisito sentido del humor, un verdadero deleite.
Quise dejar este testimonio ahora que celebramos sus 80 años, para decirle a un amigo: Gracias por el apoyo, siempre te he sentido cercano frente a tantos desafíos, más en la lucha por rescatar el vallenato. Julio Oñate Martínez merece un homenaje en Villanueva, su tierra natal, así mismo en Valledupar en el Festival Vallenato, ojalá se lo hagan porque se lo ha ganado con creces. A su familia un abrazo por regalarnos un hombre tan grande.