No hay que hacer mucho esfuerzo para concluir que la administración pública en Colombia está permeada por la ineficiencia e ineficacia desde hace muchos años. Los estudios de los centros de pensamiento además de los órganos de control concluyen que la razón está en la debilidad de las estructuras legales y administrativas que funcionan en sentido contrario a los intereses generales, los intereses de la comunidad, y ello hace que cada vez sean mayores los riesgos de abuso del poder.
Tampoco hay que hacer mucho esfuerzo para reconocer que La Guajira es, desde hace décadas, una región fallida, de esas que hacen parte de un Estado que representa un riesgo eventual para otros Estados, en este caso para los otros departamentos.
La Gobernación de La Guajira no es el mejor ejemplo de función pública, y no lo digo por algún ánimo revanchista, lo dicen todos los indicadores que están construidos de manera objetiva por diferentes entidades que lo muestran compitiendo por el último puesto con Chocó. ¡No hay derecho!
El trasegar de la Gobernación de La Guajira por el camino de la función pública en los últimos veinte años no podía ser peor. Como si nadie tuviera interés para que las cosas se hagan como debe ser. Como si no existieran los problemas de la gente, o que no les importaran y que se las arreglen como puedan; porque primero está la solución de los ‘problemas’ del gobernador que esté de turno.
Para el presente cuatrienio la sociedad guajira confió en un joven político estudiado y preparado académica y culturalmente fuera del país. Se creyó que sería la esperanza del Departamento para dar un salto de calidad para impulsar el largo trayecto que le espera a La Guajira que la saque del letargo socioeconómico en el que la han obligado a vivir durante décadas los políticos corruptos.
Sin embargo, ese joven, me refiero a Nemesio Roys Garzón, tampoco se esforzó por hacer algo importante para evitar las malas prácticas de la corrupción, de la indolencia, y se murió la esperanza. Yo he radicado varias denuncias con pruebas en los órganos de control.
Por eso, no existe explicación alguna que justifique el comportamiento de los políticos guajiros con la situación de interinidad en la que se encuentra la Gobernación, y que la tiene como rueda cuadrada que no puede andar para adelante ni para atrás, ni para ningún lado.
Hace más de un mes que la Corte Constitucional anuló la elección del gobernador por doble militancia, que fue otra irresponsabilidad del candidato, porque no acató las reglas de la democracia y llevó a cabo su campaña en algunos municipios con los candidatos a la Alcaldía que le daba la gana, desconociendo los acuerdos de la colación que lo avaló.
Lo que ha trascendido a la opinión pública es que la interinidad de la Gobernación no ha sido resuelta porque los partidos que avalaron al candidato no se han puesto de acuerdo para confirmar la terna que inicialmente se presentó a consideración del presidente de la República o para reintegrar una terna de candidatos idóneos después de que el Partido Cambio Radical retiró uno de los nombres que en principio la habían conformado, argumentando una presunta inhabilidad, pero yo más bien creo que fue porque se trataba de una persona que no representaba al partido, sino que se matriculó en Cambio Radical solo para integrar la terna, y eso es distinto.
Es decir, los intereses politiqueros son superiores a la solución de las necesidades básicas insatisfechas de la gente. Y a alguien le tiene que estar conviniendo que esa situación administrativa se mantenga de manera indefinida.
En el entretanto está una persona encargada que, por ética y respeto, debe tener algunas limitaciones para tomar decisiones relacionadas con la ejecución del presupuesto, pero vaya usted a saber si el susodicho lo interpreta de la misma manera.
Mientras tanto le va a rendir cuentas a la comunidad de manera virtual. ¿Será que no sabe que ya pasó la pandemia? ¿O será por temor a que la comunidad le haga preguntas o que lo contradiga?
Y como dijo el filósofo de La Junta: Se las dejo ahí…