La violencia intrafamiliar es un tipo de abuso de poder de parte de un miembro de la familia sobre otro. Entre nosotros un problema creciente que requiere la mayor atención por parte de la institucionalidad, al incluir maltrato físico, psicológico o cualquier otro tipo.
Según la ONU, es el maltrato en el hogar, también denominado “violencia doméstica” o “contra la pareja”, y se define como un patrón de conducta utilizado en cualquier relación para obtener o mantener el control sobre la pareja. Es todo maltrato que afecta la vida, integridad física o psíquica que se comete contra integrantes de la familia propia o del esposo(a) o conviviente, dependientes del grupo familiar. Cualquier tipo de abuso de poder cometido por algún miembro de la familia sobre otro; para dominar, someter, controlar o agredir física, psíquica, sexual, patrimonial o económicamente y puede ocurrir fuera o dentro del domicilio familiar.
Muchos son sus factores desencadenantes de conductas violentas, entre los que se cuentan dificultades de comunicación en familia; consumo de licor y/o sustancias psicoactivas por parte de algún miembro del núcleo familiar; dificultades en la relación de pareja como son infidelidad, dependencia económica y/o emocional; interferencia por parte de terceros (suegros, hermanos u otras personas) en la relación de pareja y/o la crianza de los hijos; que alguno de los miembros de la pareja (o ambos), haya sido víctima de violencia en su familia de origen; experiencias traumáticas vividas por alguno de sus miembros; dificultades económicas, de salud física y/o psicológica de alguno de ellos; inadecuado uso en el manejo de la autoridad y distribución de roles en la familia; pocas habilidades o desconocimiento para ejercer el papel de padre o madre; desconocimiento de estrategias alternativas para la solución de conflictos; dificultad para reconocer y respetar los puntos de vista, opiniones, gustos y decisiones, entre otros.
Razones las expuestas que ameritan, camino a su prevención en la familia, el establecimiento de reglas claras en ella para la convivencia, siendo importante que incluyan derechos y deberes a los que viven bajo un mismo techo, ya que ayudan a fijar límites de la conducta y deben ser de interpretación y aceptadas por todos los miembros del núcleo familiar; lo mismo que robustecer la comunicación, escuchar, no enjuiciar, evitar las críticas, empatizar, demostrar interés y respeto por los sentimientos de los demás, a fin de generar un ambiente de confianza, clave para mejorar la comunicación en casa, en el entendido que la palabra deberá ser coherente con la acción.
Diálogo y mediación son estrategias alternativas para resolver los conflictos, debiéndose establecer el costo emocional que provocan para ganar terreno en su resolución. Consenso, neutralidad, confidencialidad y mediación ayudan a crear ambientes de negociación y cooperación para que no escale. De igual manera, conveniente es buscar técnicas de control emocional que ayudarían a manejar cualquier tipo de situación que se pueda generar y exteriorizar a tiempo las emociones, en lo que ayudan técnicas de respiración, salir físicamente de la situación de estrés y pensar en lo peor que puede pasar, metodologías de distracción que aminorarán el nivel de exaltación y mantendrán la calma, permitiendo pensar antes de decir o actuar ante cualquier situación o circunstancia.
Interesa en esto expresar el afecto que se siente hacia los familiares, dejar de lado orgullo y timidez para que se puedan expresar mejor los sentimientos, romper el hielo, sonreír, hacer actividades conjuntas mostrando interés, ser amable y ofrecer disculpas, son conductas recomendables para comunicar lo importante que es cada familiar. El lenguaje no verbal también comunica así que utilizar gestos que sustituyan frases puede ser útil para expresar lo mucho que se ama.