Lo digo con toda la responsabilidad y reconocimiento a una población que prefiero seguir llamando pueblo, al sur de La Guajira, en la provincia de Padilla. En esta visita, noviembre de 2024, pude observarla más de cerca, es toda Villanueva: una tasa de historia colectiva, de belleza, de pureza provinciana, en fin, es Villanueva toda un museo, por donde se le mire, en cualquier lugar donde plantes tus pies. Es tanta la historia de Villanueva que me arriesgo a decir que aún, muy a pesar de lo que se le conoce, aun, sigue opacada su riqueza cultural.
Villanueva no es solo música de la que es rica y diversa: vallenata y orquestal, supe y creo, apenas con haber hecho un somero sondeo, pero conocí que aparte de Reyes Torres, cuyos vástagos buscando nuevos horizontes se han radicado en Valledupar, que los Fernández es otra familia connotada que aportó a esa vastedad del estudio musical en el pueblo.
Me llamó poderosamente la atención lo que sería o será el centro urbano, o la zona más antigua, que arquitectura contemporánea y regia de principios del siglo XX, muchas, preservadas e intactas, pintadas con colores vivos, sus paredes de más de tres metros, las cornisas nos comunican que ya el arte era un imperativo, sus puertas de dos metros de altura, las ventanas amplias denotan su originalidad; el aire expandido se paseaba orondo en el interior de esas casas. Aparte de lo artístico esas casas estericas y estéticas, cada una encierran una historia fantástica de las familias que la habitaron: patriarcas políticos, campesinos progresistas, familias de raigambre musical, etc.
Al recorrer las calles de Villanueva, limpias como una porcelana; el olfato no se disipa, se expande, encontrando un torrente de delicados aromas, cultivados por las tiernas manos de sus mujeres hortelanas: rosas y trinitarias engalanan sus fachadas.
Se puede decir que con su arte musical, todo Colombia, Latinoamérica y parte del mundo ha sido invadida por los villanueveros; una invasión agradable, rítmica y contagiosa. Allí, en Villanueva vivió con sus hijos el más conocido, universal y versátil, Emilianito Zuleta Salas, el compositor del paseo e himno vallenato ‘La gota fría’, quien procede de una dinastía musical, y padre de los Hermanos Zuletas, prolongación de la dinastía, cuyos primeros pasos y retozos lo dieron en la grata Villanueva, en una casa inmensa donde solo cabían ellos, sus versos y sus arpegios. Los Romero, músicos y poetas consagrados, con el acordeonista insigne Israel Romero, sus hermanos y sobrinos con el conjunto musical ‘El Binomio de Oro’; el poeta lírico de Villanueva, Rosendo Romero, que nos hizo enamorar con las canciones: ‘Fantasía’, ‘Romanzas’, etc.
Siguen llenando el pentagrama nacional, los Celedón Orsini, con el poeta social, cantante y abogado Daniel Celedón Orsini, que entre sus canciones escribió, ‘La Lavandera’ en honor a las mujeres campesinas de su pueblo; otro compositor de los grandes en el país, que pasa por momentos aciago por el fallecimiento de su musa y esposa, es Alberto Beto Murgas Peñaloza, versátil y dolido de su pueblo guajiro con su canción lastimera ‘Grito en La Guajira’. Y así… podría enumerar decenas de compositores y cantantes, pero no es mi objetivo primordial, solo me es de interés por el momento destacar a Villanueva como una gran galería, de la más fina colección artística regional.
En materia musical, la importancia de Villanueva, no es solo la proliferación de sus artistas, sino, además, que la gente, cualquiera del común, propio de la subjetividad del arte, opina; encuentra usted cómo los sabores, olores y colores, la más variada y rica crítica, y análisis del mundo vallenato, inclinaciones diversas; vaya y constátelo en los barrios: El Cafetal, San Luis, el Hormigueral, etc, etc.
Hay un mundo bello y profundamente social en Villanueva, “Los malangueros”, aquellos campesinos que la historia, oculta de su desplazamiento hacia las montañas, a donde fueron arrojados a cultivar la tierra, me atrevo a plantear, que el progreso y la riqueza de Villanueva no se debe a la presencia de multinacionales en la región, se debe fundamentalmente al trabajo de casi siglos de los malangueros, sosteniendo el avituallamiento del día a día de los villanueveros. Conocí las entrañas de esas montañas en la semana santa del año 1973, guiado por un portentoso campesino, Rafael Pinto, pude apreciar los cafetales, cañaduzales materia prima para la fabricación de ricas y puras panelas, aguacates que comí a montón, la yuca y la malanga surcadas por correntías de aguas cristalinas, frescas y puras. Hasta el viejo Emilianito surcó esas tierras, siempre tarareó su canción ‘La enfermedad de Emiliano’.
Mi objetivo en este escrito es resaltar el inmenso valor histórico de Villanueva, una población destacada por la amabilidad de su gente, por tal razón, era asiduamente visitada por uno de los más grandes rapsodas del vallenato: Rafael Escalona, parrandero enamorado, cantó las vicisitudes de su compadre, el contrabandista Tite Socarrás, aún, es punto de encuentro el ceibote, árbol inmenso, desde donde lanzaba sus flirteos a las bellas palomas (mujeres) del pueblo, advirtiéndolas de las garras del gavilán cortejador.
Me disculpan, pero lo más grande de Villanueva es el Roque, como cariñosamente le llaman al colegio Roque de Alba, insignia espiritual de Villanueva, emergió como una salvación, surgido del fragor campesino por educar a sus hijos, por verles volar alto y libertarios, me consta el hervor democrático de las huestes campesinas villanueveras; acaba el Roque de cumplir sus 60 años, asistí honrado a su celebración por ser de la promoción del 73, donde en ese año me encontré con un puñado de jovencitos inteligentes y afables.
Me impactó poderosamente cómo en el desfile del día 8 de noviembre, el pueblo se volcó a las calles a vitorear, a aplaudir eufórico el paso de los marchantes; fue apoteósico, subliminal, las caras de felicidad era la bienvenida a un ejército triunfante de épicas batallas del conocimiento. El pueblo sentía que sus hijos alcanzaban el pináculo del saber. Villanueva no es mi cuna, pero la amo entrañablemente. Gracias por todo, villanueveros.