Atributo de la música vallenata es su capacidad testimonial, su potencial para dar cuenta de historias, vivencias, dramas, conflictos que van, desde el ámbito de la intimidad subjetivista hasta lo social, político y cultural.
Pero, en algunas ocasiones, esa historia contada casi siempre en primera persona, nos presenta un metarelato, es decir, se trata de la manera cómo cuenta el autor la historia que otra persona, a su vez, le testimonió. Así que, lo que creemos que es testimonio y experiencia del autor, resulta ser que, es un autor que asume la voz de otra persona para contar su historia.
Un ejemplo de esto, ocurre con la célebre canción ‘Me dejaste solo’, éxito de Alfredo Gutiérrez, autoría de José Garibaldi Fuentes. Cuenta en primera persona la tragedia sentimental que para otro autor, paisano y amigo, Julio Erazo, representó la muerte de su compañera, Rosalba Beleño, en un accidente entre Ciénaga y Barranquilla. Es la misma musa que inspiró la canción ‘Rosalbita’ que grabó también Jorge Oñate. Ante el abatimiento y la muda congoja que produjo este drama en su colega, ‘Gari’ Fuentes se puso en su lugar y, tomando su voz, cantó la elegía:
“Me dejaste solo/ Muñequita consentida/Pronto te marchaste/Dejándome una honda herida/Eras mi alegría/ Desde que fuiste chiquita/ Mucho te quería/ Porque tú eras muy bonita/ Hoy te canto triste/ Para recordar la historia/de nuestro romance/ Que guardo yo en mi memoria…”
‘A mis hijos porqué’ canción interpretada por Silvio Brito, su autor, Mateo Torres, nos confesó que no se trataba de una experiencia personal, sino que fue solidario con el dolor y escarnio que sufría su colega Edilberto ‘Beto’ Daza ante el recordado episodio de infidelidad de su esposa. Daza le confesaba que, tanto él como su esposa podrían asumir culpa por sus errores, pero que los hijos estaban cargando el peso de la separación de sus padres. Eso motivó la canción de Mateo Torres:
“No los debes someter/a ese castigo social/que su mamá nada es/y al responsable será
a quien deben condenar/pero a mis hijos por qué/a ti, si te pueden sancionar/ a mí, pueden juzgarme también/a mí, lo que merezca pagar/o a ambos, pero a mis hijos porqué…”.
Una de las canciones más trágicas del vallenato es ‘El culpable soy yo’ de ‘Chiche’ Maestre, grabada por Diomedes Díaz. Nada más conmovedor que el llanto de un hombre que pide castigo a Dios, porque su novia le confesó embarazo y, en lugar de apoyarla, le dio la espalda, ésta muere al provocarse un aborto. La canción no puede ser más desgarrada:
“Yo quiero pedir/Dame un castigo, Señor/Yo no merezco perdón/Yo no soy bueno/Yo vi su dolor/Pero me puse a reír/Pensé que era más feliz/De aventurero/Y vi frente al mar miles de niños reír/ Casi me quise morir de sentimiento/Llevabas en ti, un pedacito de mí/ Que un día esperaba contar todos mis sueños…”
Un público que lo señalaba lo obligó a aclarar con la canción ‘El verdadero culpable’, que no era él quien jugó tan mal a la desdichada mujer, sino un conocido:
“Dónde estará el verdadero culpable de un destino tan cruel/Yo sufría tanto al mirarte entregada y él se reía de ti/Yo no podía ni siquiera decirte él te va a hacer morir/Y ahora que vives en mi pensamiento lo puedes comprender”.
Pero, no es única canción en la que ‘Chiche’, nos presenta como propio, un drama ajeno. El éxito de Farid Ortiz, ‘Melodía para Dios’, cuenta cómo el protagonista, amando a una mujer, es obligado a casarse con otra, embarazada por otro sujeto, pero que lo señalaba a él:
“Una muchacha con fruto en su vientre/ Dijo el padre soy yo./Yo no niego noviazgo con ella/Pero, se terminó alguien vio mi lugar/Yo me fui de su vida enseguida/A mi tierra natal/Y me comprometieron/ por aquella mentira”.
El autor ha reconocido que tampoco es el protagonista, que solo es la voz de otra voz para contar la historia de tragedias ajenas en estos dos casos. Se demuestra que nuestros autores no solo son la voz testimonial de sus propios dramas, sino que también prestan su voz para encarnar la experiencia de quienes les cuentan sus testimonios.