Algunas podrían escoger palabras como paz, amor, perseverancia o fortaleza, yo he escogió el PRESENTE, porque a lo largo de mi vida he visto como heredamos y perpetuamos imaginarios generadores de frustración y ansiedad, nos aferramos a un pasado que no sanamos y en lugar de convertirlo en aprendizajes lo que hacemos es acumular rabias y dolor por lo que ya pasó, de igual manera nos invade la angustia de un futuro que aún no llega, pero que desde su no existencia nos condena.
Eso nos hace vivir inconscientes del presente, del aquí y el ahora, de lo sublime de reconocer el valor del tiempo real; las emociones nos juegan una mala pasada, es cuando el miedo o la incertidumbre por lo que puede pasar nos aleja del poder – creador – que tenemos como seres humanos.
Qué bueno sería aprender a hacer del tiempo un aliado y no un enemigo, un motivador y no una distracción que además condena y llena los espíritus de ansiedades. Anhelamos algo y lo recibimos, en lugar de agradecer nos invade la angustia de otras necesidades o de cuando ya no se tenga ese estado de bienestar, cada una de esas acciones arrincona el presente, lo desecha y el tiempo pasa sin darnos cuenta de que poco a poco nos convertimos en seres infelices.
Cada minuto es una oportunidad para celebrar el milagro de estar con vida, solo que eso hay que convertirlo en verbo y no un simple sustantivo (inerte) –vivir– el arte de vivir es concentrarnos en el presente que es suficiente para construir todo un camino.
Esta columna la escribo por los relatos de varias amigas en las últimas semanas, por mi propio testimonio y por el gran impacto que padece la humanidad en su salud mental, lastimosamente acumulamos actos de negación y los prejuicios que se tienen respecto al tema hacen que no le hagamos frente a lo más natural de los seres humanos (sentipensantes) a las emociones, los sentimientos, los pensamientos e imaginarios, que van haciendo menos ligero el camino.
Una sola palabra bastará –el presente– es hora de hacernos conscientes de nuestras vidas, dejemos la costumbre de desconcentrarnos por las cargas laborales o académicas, la polarización política/electoral (no solo de Colombia sino de varios países), la esclavitud al capitalismo, la vida de los demás, los tabúes y las represiones, que solo sirven para enfermarnos. Que se vuelva un hábito vivir felices y deleitar eso que realmente nos pertenece – el aquí y el ahora.