Héctor Arturo Zuleta Díaz, considerado por los folcloristas, folclorólogos, estudiosos y tratadistas del tema como la verdadera esperanza del folclor, cuya historia de vida genera sentimientos encontrados entre su obra musical, que fue truncada por la violencia que siempre ha carcomido al país.
Murió trágicamente a los 22 años de edad, en la cumbre de su carrera, destacándose no solo como el acordeonero que digitaba muy rápido el acordeón, sino como uno de los mejores creadores de melodías en el folclor vallenato, y más de eso, un excelso compositor.
De su inspiración quedaron para la posterioridad 45 canciones que todavía se escuchan y son tarareadas por sus miles de seguidores.
Héctor Arturo nació el 29 de septiembre de 1960 en Villanueva, y murió de manera confusa en Valledupar, el 8 de agosto de 1982. Ese día, se convirtió en una quimera de llanto y dolor para el mundo vallenato; los amantes del folclor de nuestra música vernácula no lo podían creer, no daban crédito a las noticias radiales de la muerte de Héctor. ¡Qué tristeza sentimos aún con su partida tan tempranera!
Insigne trovador
Hijo del inmortal Emiliano Zuleta Baquero y la señora Carmen Díaz, sin proponérselo se convirtió en un tratadista musical, y con su pluma impresa en sus composiciones magistrales, era la esperanza del folclor, pero una mano cobarde truncó su vida y sus sueños.
En 1987, el compositor costumbrista Juan Segundo Lagos plasmó para la inmortalidad lo que representaba Héctor Arturo para el folclor con la inspiración ‘El difunto trovador’, que grabaron Los Hermanos Zuleta, sus hermanos; una canción con un deje musical de tristeza y dolor que se escuchaba en las cantinas y tertuliaderos de manera sucesiva, recordando a ese trovador que dejó huellas imborrables en la música vallenata.
Apartes de esta canción, que con sus recuerdos genera nostalgias y añoranzas en la música costumbrista, dice: “Adiós muchacho/ querido por todo el mundo, que en pocos/ mostró lo que iba a ser, gracias como sus hermanos/ como ‘Poncho’ y Emiliano, pero Dios mandó por él/ por todas partes, se hablaba de su talento y era un prodigio, para tocar su acordeón/ era un músico completo, todos le tenían respeto/ porque sabían de su don/ los primeros versos, eran un lamento que nació del alma/ con que sentimiento, le cantaba estos a su vieja Sara/ y así comenzó su fama, y creciendo todo el tiempo, solo con cantar sus versos/ los aplausos se robaba/ solo con cantar sus versos, los aplausos se robaba/ el pueblo orgulloso contento con su lira decía satisfecho al fin llegó el mejor/ y no era mentira, él era la esperanza del folclor/ y no era mentira, él era la esperanza del folclor…”.
Dos verdades de a puño, como lo describía musicalmente Juan Segundo Lagos: su primera composición fue ‘Homenaje a la vieja Sara, que le grabaron sus hermanos en el LP ‘El reencuentro’ en 1975: “Siento una pena/ que me atormenta el alma/ siento una pena/ que me atormenta el alma/ me mortifica/ y me tiene molesto/ y lo que impuso/ en mi alma este tormento/ fue la noticia/ murió la vieja Sara/ ahora Escalona no puede visitarla/ ahora Escalona no puede visitarla/ ni llevarle el traje blanco con su collar/ y Poncho Cotes ya no podrá llamarla/ porque la pobrecita ya no puede contestar/ con profundo dolor le canto a su memoria/ y rogándole a Dios que la tenga en la gloria/ con profundo dolor le canto a su memoria/… Composición que le hizo a su abuela, que había muerto el 17 de junio de 1975.
En dicha composición se notan sus versos chiquiticos, que en la misma línea los arregla su hermano Emilianito, demostrando una misma escuela musical heredada de su padre, pero llenos de una inmensa melodía que ratificaba la digitación y el talento de ambos. La otra verdad de Juan Segundo Lagos al describir a Héctor fue decir que difícilmente lo hayan superado, muy cerca han estado ‘Juancho’ Rois y el propio Emilianito, y en ese lamento de Lagos que se convierte en nostalgia, porque el vallenato sueña que ojalá volviera Héctor, y así es… Héctor era la esperanza del folclor.
Infancia con talento
Los recuerdos de su niñez se remontan a su residencia con sus padres Emiliano Zuleta Baquero y Carmen Díaz, allá en el barrio San Luis, en la calle 10 con carrera séptima, diagonal a la casa de Don Tirso Rosado Amaya. Casa famosa, porque allí nació la Dinastía Zuleta.
Héctor contaba con 10 años de edad, y estaba internado en el mítico colegio Santo Tomás de Villanueva, donde compartía aulas con Efrén Olivares Rodríguez, Indalecio y Felipe Dangond.
Por esa época, ya Héctor Arturo hacía sus pininos con el acordeón de dos letras, que tocaba con los hermanos Olivares, donde Gonzalo, Ariel y ‘Tico’ ejecutaban el acordeón, y cuando el viejo Emiliano se iba para su finca en la serranía de Villanueva, Héctor le cogía el instrumento prestado, porque ‘El Viejo Mile’ no quería que fuera acordeonero a tan temprana edad, sino que se dedicara a los estudios.
Cuando le cogió el gusto al acordeón, que aprendió a interpretar solo, lo acompañaban siempre en casa de los Olivares en la caja Fred Quintero y Dairo Sierra, en la guacharaca Javier Martínez Rodríguez, hoy fiscal de la Nación en el eje cafetero; ‘Tico Gua’ Arango y Fabel Martínez Rodríguez hacían los coros, también ejecutaba el acordeón José Granados Baquero.
Por esa época, ‘El Mura’ Gómez, quien ya no está en el mundo terrenal, se encargaba de sacar a Héctor del internado en el colegio Santo Tomás, siempre entre las 10 y 10:30 de la noche, y lo regresaba en la madrugada con la complicidad de otros internos, utilizando unas sábanas para lograr las bajadas y subidas del segundo piso donde funcionaba el internado.
Pasado un año de haber iniciado su proceso de aprendizaje, ya Héctor Arturo se había convertido un prodigio tocando el acordeón de manera maravillosa, caracterizándose además como un desordenado y jocoso por excelencia.
Más adelante, entabló una amistad entrañable con otro gran acordeonero villanuevero como lo es Jesualdo Bolaño, conocido cariñosamente como ‘Bolañito’. Las parrandas continuaban, no solo en el patio de los hermanos Olivares, sino que se dieron más adelante en el patio de la matrona villanuevera Rafaela Dolores Daza.
Artista consagrado
Luego, vino su consagración como artista al lado de otro grande: Adaníes Díaz, juntos grabaron tres trabajos musicales para la historia: ‘Especiales’, ‘Pico y espuela’ en 1980 y ‘Nuevamente inolvidables’ en 1981. Fueron la locura musical de la época, y se convirtieron en los artistas más vendidos y solicitados durante ese periodo de tiempo. Héctor, el mejor creador de notas musicales, el más rápido ejecutando esas notas, y Adaníes con una voz melodiosa, un deje musical auténtico y fuera de serie.