La pandemia ha impactado significativamente la vida de niñas, niños y jóvenes, y ha dejado secuelas estructurales en varias áreas. La más obvia son los atrasos educativos: ya se habla de una generación perdida por los aprendizajes que no han podido adquirir por la pérdida de otros, al no haber puesto en práctica la educación la olvidaron.
Preocupa la salud mental y emocional de esta generación, ya está marcada por el miedo, la ansiedad, la tristeza, la rabia, la irritabilidad y la desmotivación de muchos de nosotros sociológico y psicosocialmente, en una sociedad de egos: La deserción es otra consecuencia de las pandemias que, aunque se mencione menos, tiene un impacto estructural en los adultos del mañana.
Según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida del Dane; la inasistencia escolar de menores de entre 6 y 16 años, pasó del 3,7 en 2019 al 16,4 en 2020. Preocupa que en el ámbito rural esta cifra haya pasado del 4,8 en 2019 al 30,9% en 2020; Inquieta profundamente lo que están perdiendo aquellos que no están vinculados al sistema educativo; Y es más de instruirse y adquirir competencias; las personas van al colegio a formarse como seres humanos integrales; hoy haciéndose preguntas; aprender a tejer argumentos, a resolver problemas y a pensar por sí mismas.
Además, buena parte del valor de la educación está en la experiencia formativa, gracias a la cual aprenden determinantes para la vida en sociedad como resultado de las interacciones con sus padres y maestros, el respeto y la colaboración, unificando procesos socioeducativos en sus aprendizajes integrados con las familias, en donde está la ministra y congresistas velando los aportes educativos de los maestros, padres de familia.
¿El entorno educativo ofrece otro aspecto fundamental que muchas veces no ha tenido en cuenta; propósito y sentido de pertenencia? El hecho de que estas niñas, niños y jóvenes sepan a qué van a dedicar buena parte de las horas del día; de alguna manera les brinda un sentido de vida más allá de la subsistencia y los hace sentir parte de algo.
¿El colegio ofrece un entorno cuidador y protector; en sus ausencias? muchos jóvenes buscan en la calle compañías no deseables, el reconocimiento que les hace falta; crecemos en sabiduría si valoramos la educación en familias. Tener el tiempo ocupado en un país como el nuestro reduce la exposición de los muchachos a ambientes violentos; un estudio de la Universidad de los Andes sobre el impacto de la jornada única encontró una relación inversamente proporcional en tres horas de clases y hechos delictivos y embarazosos en adolescentes.
Sin la ampliación de “la jornada escolar es capaz de reducir los hechos delictivos en un 24% y los embarazos en adolescentes en un 3,97%” ¿qué ocurrirá en esos aspectos y en otros como el reclutamiento y el trabajo infantil cuando la jornada escolar ni siquiera existe?; pedagógicamente: La sociedad no puede permitirse constitucionalmente que no estén estudiando, aquellos que ni estudian ni trabajan, sigan creciendo. Además de las consecuencias que tienen en la formación de competencias básicas y habilidades blandas, la ausencia de la jornada escolar tiene implicaciones desastrosas sobre el uso de vida, especialmente para aquellos jóvenes que vienen de familias vulnerables y pobreza extrema: Esto genera en ellos un punto de quiebre que los inhabilitará para aspirar a mejores oportunidades en el futuro y, además, ayuda a perpetuar la percepción de exclusión.