El pasado 11 de junio el expresidente Juan Manuel Santos llegó a la Comisión de la Verdad a contar su verdad, según lo dicho por él mismo. Pero son más los que han puesto en duda su sinceridad que los creyentes de su versión.
El expresidente Santos llegó a la Comisión de la Verdad a sacudirse de responsabilidades y a señalar responsables; a exponer todos sus logros como si nunca hubiera cometido un error como ministro de defensa ni como presidente de la República. Es decir, todo lo hizo bien y solo cosas buenas. Cualquier error es de la responsabilidad de otros. Y así no es.
Nadie cree, por mínima que sea la capacidad de análisis, que Santos no hubiera sabido nada, habiendo sido ministro en una época en la cual se ubican en el tiempo los falsos positivos.
Dice que “Nunca recibí una contraorden, ni fui desautorizado”. Admite que “La presión por producir bajas y los premios por lograrlo fueron, sin duda, los incentivos para producir lo que vino después”.
Pero no hizo nada para evitarlo, ¿y por qué siguió como ministro?
El hecho de creerle o no está en sus antecedentes por otros hechos, por ejemplo, lo que dijo en su cuenta de Twitter: No habrá curules gratis; se acogerá la decisión del plebiscito; ningún cabecilla de las Farc llegará a cargos de elección popular; cualquier persona que haya cometido crímenes de lesa humanidad debe ir a la cárcel.
¿Y al final? Nada de eso se cumplió.
Del caso de Odebrecht, relacionado con la presunta financiación de las campañas, el expresidente Santos siempre ha negado cualquier participación a pesar de que varios de los implicados han afirmado lo contrario.
Eleuberto Martorelli, expresidente de Odebrecht en Colombia, en declaración juramentada ante la Fiscalía dijo que “La empresa Odebrecht hizo una contribución económica para la campaña Santos presidente 2014-2018, lo hizo directamente sufragando los gastos de un estudio sobre la situación política…”.
Y los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana explicaron en una carta pública los detalles de la financiación, y una posible reunión en el apartamento de Santos para definir detalles de la presunta ayuda económica.
Otras actuaciones opacas se relacionan con las omisiones de Santos mientras se estaban llevando a cabo los diálogos de paz en La Habana, y que el exfiscal Martínez Neira recordó en unas cartas que hizo públicas: vinculación de excombatientes de las Farc en narcotráfico; laboratorios para procesamiento de drogas en Zonas Veredales; continuidad de miembros de las Farc en delitos de extorsión y despojo de tierras con posterioridad al Acuerdo de Paz; inclusión de narcos y jefes de bacrim como beneficiarios de la JEP, en fin…
Pero las investigaciones no avanzaron en la Comisión de Acusaciones, ni en el Consejo Nacional Electoral, porque en esos ámbitos los procesos están sometidos al resultado de la votación mayoritaria y no al rigor de la justicia.
También le construyeron un proceso al contraalmirante Arango Bacci con base en un recibo, con huella digital, de 115 mil dólares que supuestamente habría recibido de la mafia en un tráfico ilegal de cartas de navegación.
En su oportunidad el entonces ministro de Defensa Juan Manuel Santos expresó: “Puedo confirmar que el contraalmirante Gabriel Arango Bacci fue llamado a calificar servicios y que hay una investigación adelantada, pero no quisiera decir más para que la investigación no se dañe”.
La Corte Suprema de justicia absolvió al contraalmirante Arango Bacci y compulsó copias a la Fiscalía, pero ya el daño está hecho y ni siquiera le dieron el beneficio de la duda, le acabaron la carrera militar. Mezquindad pura y dura.
Por eso quedan más dudas que certezas respecto al proceder sincero del expresidente Santos en sus actuaciones cuando se trata de asumir responsabilidades.
¿Con todo y eso, Santos habrá dicho la verdad en la Comisión de la Verdad?
Porque las madres de Soacha no quedaron conformes con el perdón que pidió ni con sus lágrimas de cocodrilo.
O puede ser que solo hubiera dicho la verdad que le conviene para que no le quiten el Nobel…