Estudiar derecho para salir a ejercer la profesión de abogado es una tarea ardua que diariamente vivimos los abogados en Colombia, quienes nos enfrentamos a un caos institucional, una crisis de valores de la sociedad y la corrupción más grande que carcome todos los estamentos del poder. De la justicia voy a hablar, ya que es una de las instituciones más podridas en todos los niveles.
Me formé como abogado en una época en que me enseñaron que sobre el juez no podía recaer ninguna mácula sobre su función de impartir justicia. La Diosa Temis vendada y con espada y balanza en mano, simboliza el equilibrio entre lo bueno y lo malo que debe guiar al juez para castigar o absolver, aplicando el derecho sin ninguna influencia externa sobre su criterio y recto proceder.
Inspirada en aquella imagen mitológica romana, el estudiante de derecho recibía una formación integral y humanista, con un alto componente moral que inculcaba sólidos valores éticos para desempeñarse en el foro, como asesor o abogado litigante. En mis tiempos la idea del juez y la justicia estaba ejemplarizada en los Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, seres humanos impolutos a los que veíamos casi como Dioses dignos de emular, imparciales y justos en la función de administrar justicia; que estaban por encima del bien y el mal. La moral como concepto y la rectitud de los jueces de antaño regían y eran el faro a seguir como guía.
Cómo no recordar la Corte sacrificada por el M-19 en la toma del Palacio de Justicia que quedó para la historia como la mejor, integrada por excelsos juristas de la talla de su presidente Alfonso Reyes Echandia y otros magistrados inmolados en el cruento suceso de noviembre de 1985. Sus fallos eran justos, respetables y acatados. Nadie osaba dudar de su integridad jurídica y ética, y no cabía ni siquiera un resquicio de corrupción en sus actos. Es la historia del pasado para llegar a lo que hoy es el decaimiento moral de la justicia.
La universidad también cumplía un rol fundamental para formar al abogado y que contribuyera a la realización del derecho a través de la justicia, y de contera al logro de la paz y la convivencia fraterna entre los hombres. Hoy veo con tristeza y siento pena dela calidad profesional de algunos colegas titulados de ‘abogados’, sin una buena cimentación ética y jurídica, egresados de ‘facultades’ de derecho de garaje, y hasta es posible estudiar virtualmente derecho, lo que hace fácil que cualquier persona se titule de abogado. La mediocridad reina y hay abogados que no saben redactar una demanda ni sustentar con rigor y técnica jurídica un recurso de reposición.
Con esas falencias estructurales en su formación académica, moral y ética, no se puede esperar que quienes así fungen como operadores judiciales (juez) administren bien justicia, llevándola al descrédito que hoy tiene. Una cosa es consecuencia de la otra; si malos abogados formados en la academia salen a desempeñarse como jueces, el resultado no puede ser peor que la corrupción y la mediocridad juntas que son el desplome moral de la justicia.
La carrera judicial no existe en la práctica. Cómo es posible que más de la mitad de los cargos de jueces en el país se encuentren en provisionalidad, ocupados por funcionarios que no son de carrera, sin tener los méritos para ser nombrados porque no superaron el concurso, y lo peor, muchos de ellos son abogados mediocres cuyo único mérito es ser amigo del nominador. En el Tribunal administrativo de La Guajira una magistrada lleva más de siete años en provisionalidad, ha perdido todos los concursos que ha presentado y aún así está a punto de jubilarse.
Algunos jueces y magistrados bajo el ropaje de la toga se creen superiores al litigante y a veces lo menosprecian (yo no lo permito), y son déspotas, prepotentes y soberbios. A tal grado de corrupción llegó la justicia que el cartel de la Toga estaba conformado por magistrados de las altas Cortes (Suprema y Constitucional), donde se negociaban fallos, y varios de estos magistrados fueron condenados. La misma corrupción existe a nivel de Tribunales, jueces y Fiscalías.
Los famosos ‘vencimientos de términos’ se manipulan cuando se quiere favorecer a alguien por inactividad de las investigaciones, en actuaciones dirigidas con ese fin que son prevaricato por omisión de funcionarios. El más reciente caso fue el del senador Arturo Char, donde se ve claramente que la justicia no trata con el mismo rasero a los poderosos que pueden comprar estos beneficios procesales.
Otras veces la justicia se utiliza como arma política para perseguir opositores, o beneficiar a amigos políticos. Una práctica vergonzosa ha hecho carrera en los despachos judiciales cuando se reclama un título judicial,y es que para que se lo entreguen al abogado éste debe repartir dinero a empleado o funcionario del juzgado, lo que se conoce como ‘peaje’, sino le bailan el indio y le demoran la entrega.
A nivel de las altas Cortes existen mafias que negocian las apelaciones en segunda instancia, consiguiendo con sus amigos que la decisión sea favorable para asegurarse una buena ganancia económica; y también hay mafias para lograr el pago de sentencias en ministerios y dependencias del gobierno mediante contubernio entre funcionarios judiciales, exmagistrados y pagadores de entidades públicas, en un carrusel de corrupción y tráfico de influencias donde todos ganan y comen. Es la corrupción al más alto nivel que se practica en las más altas esferas del poder judicial.