En la bella ciudad conocida como la Perla de América, o la bahía más linda, Santa Marta, nace esta polifacética artista reconocida nacional e internacionalmente por su inconmensurable aporte a la música colombiana y al folclor vallenato en especial, exactamente el 21 de junio del año 1948; su padre se llama Antonio María Fernández Daza, quien era de San Juan del Cesar, La Guajira, desde muy pequeño se fue a estudiar a Barranquilla y luego se radicó en Santa Marta, donde se conoció con María Del Socorro Padilla de Fernández, ambos amantes e intérpretes de la música, por ella se conocieron; de esta unión nacieron Rafael, pianista, Margarita, (fallecida), también tocaba piano, Juan Carlos, María Clara toca guitarra, también canta, y Rita, nuestra invitada, quien es lo que llaman una artista en todo el sentido de la palabra.
Su padre tocaba guitarra y su madre piano; por intermedio de un primo hermano de su madre se conocieron, se conectaron enseguida, hubo química, nació el amor al poco tiempo, ambos exhalaban esa música profunda, colmada de muchos sentimientos y de allí nace Rita, “de eso estoy hecha yo”, lo afirma con orgullo.
Tanto Rita como todos sus hermanos nacieron, se criaron y estudiaron en Santa Marta, pero mi invitada venía en vacaciones a Valledupar. Se conoció con varias compañeras de estudio en el Colegio de La Presentación que eran de toda esta región, tanto del Cesar como de La Guajira, compartió con chicas de Valledupar, de Villanueva, de San Juan, de Fonseca y de toda la comarca de Padilla. En los recreos cantaban, tocaban, se divertían mucho, nunca olvida la canción ‘Mírame’ de la autoría de Tobías Enrique Pumarejo, que por esa época la cantaba Alejo Durán; a Rita le fascinaba, todavía la canta.
En su casa jamás se escuchaba el vallenato, su papá tocaba polca, bunde, bambucos, pasillos, valses, y su madre muy académica en su piano, por ello nos cuenta Rita que el vallenato le llega a ella de contrabando, cuando era prohibido en su casa tocarlo; a los 4 años su mamá la sentaba en el piano, e inició a enseñarle, interrumpía sus juegos con las muñecas para palpar las teclas de aquel fascinante instrumento. Su infancia dice, fue muy musical, pero recalca que en el seno de su hogar se escuchaba música selecta, clásica, música cubana, francesa, muy buena música, sus padres eran de un oído muy fino en verdad.
Rita nos confiesa que a ella desde la edad de 15 a 17 años le apasionaba la música vallenata. Sentía que era una música de sentimientos profundos, percibía que era una música que brotaba de lo más profundo del alma y veía mucha pureza en esas melodías; la cumbia nunca le apasionó como si la apasionaba el vallenato. En unas vacaciones que pasó en Valledupar conoció a Gustavo Gutiérrez interpretando ‘Espinas’. “Desde ese momento comencé a encontrar allí un camino para entrar al vallenato, me identificaba con esas melodías y vibraba con la dulzura de ese sendero”.
Nuestra invitada es una persona que se define como una eternidad, y hace honor a una frase contundente que dice: “las fechas coartan la libertad del tiempo”, para ella el tiempo es la eternidad, estamos en el mundo y no sabemos por cuánto tiempo vamos a estar, los calendarios y las fechas no la trasnochan, vive el día de hoy como si fuera el último con ganas, entusiasmo y mucho optimismo.
Aprendió a tocar acordeón piano, el cual no era ni siquiera de ella, era de su hermano, su padre visitaba con frecuencia el puerto donde llegaban los barcos en Santa Marta y le gustaba comprar guitarras, flautas, acordeones piano, instrumentos musicales de todo tipo, así llegó aquel acordeón piano a su casa que era de su hermano Rafael; a escondidas muchas veces lo cogía e iniciaba a sacarle notas musicales.
En 1968 ya comenzaba la agrupación ‘Las Universitarias’ a tomar forma y precisamente ese año nace el Festival Vallenato; fueron invitadas de honor a dicho evento y las alojaron en el Hotel Sicarare, que estaba apenas naciendo. Las integrantes de ‘Las Universitarias’, todas las trajo Rita de Santa Marta, después de un tiempo ingresaron muchachas de la región como Cecilia Meza, y grabaron un disco juntas, fueron a la ciudad de Medellín, cuando eso se usaba el acetato, gustó muchísimo y se vendió como pan caliente. En dicho trabajo vinieron dos temas de la inspiración de Rita, ‘Amor y penas’, y ‘Reflejo de amor’. Años más tarde ‘Amor y penas’ la grabó la orquesta Billos Caracas y ‘Reflejos de Amor’, Alfredo Gutiérrez.
A Rita de aquella época le queda una gran satisfacción, la de haber abierto un camino para la aparición de la mujer en el vallenato, pero hace una reflexión, la presencia de la mujer en la música vallenata debe mantener un estilo sutil, una feminidad, una ternura, una dulzura, debe ser una garantía; la mujer en el vallenato necesita tener una personalidad recia, una estructura y una dignidad que no se quebrante, debe darle realce a este bonito folclor. Aprovecha esta entrevista para enviarles a las mujeres que hoy están en la palestra musical vallenata un mensaje, opina que entrar al campo vallenato como mujer es un compromiso y una responsabilidad sumamente grande, hay que saber manejar el talento cuidadosamente, pues si no se hace bien es mejor no aparecer.
Fue declarada hija adoptiva de Valledupar, y nos comenta que en ocasiones la han peleado y sienten celos tanto los samarios como los del valle, se la viven disputando; pero ha sido tanto el amor que ha sentido por esta tierra, por la gente de Valledupar, por sus paisajes, pues son dignos de admirar el inmenso amor que las personas le tienen a su tierra y a su folclor vallenato, que tomó la decisión cualquier día de pedirle a Dios que le regalara sabiduría para componer el Himno de Valledupar, es la distinguida autora de la letra y música del himno oficial de Valledupar, el cual es realmente hermoso.