Por Luis Eduardo Acosta Medina
“Tan bueno y tan noble como era mi padre, y la muerte infame me lo arrebató”.
Fue en el año 1972 cuando Los Hermanos López con la voz de Jorge Oñate incluyeron en el LP ‘El Jardincito’ la canción ‘Mi gran amigo’ una elegía de Camilo Namen a su padre, esa canción ha estado en mi mente durante estos días, por el acontecimiento que ocupa nuestra atención.
El 29 de agosto reciente pasado, al cumplirse un nuevo aniversario desde aquel día que Dios me dejó sin papá, mientras visitaba la tumba de Evaristo, el padre honrado, inteligente y visionario que mi vieja escogió para ‘El Nene’ de la casa, un caudal de recuerdos vino a mi mente, especialmente sus sabias palabras cuando nos decía que la única inversión segura es la educación de los hijos, recordé cuando aconsejaba a los padres de familia de nuestros pueblos para que mandaran a estudiar a sus hijos, manifestaba que el dinero se acaba, pero el conocimiento no, y a quienes no tenían recursos él les gestionaba la beca.
Vinieron a mi mente las noches plenilunares cuando recostado sobre sus piernas, me enseñaba las fases de la luna, y me hacía un repaso sobre la astronomía, la llegada del ‘Apolo 11’ a la luna y todos aquellos temas que no lograba entender en mi inocencia supina, son recuerdos que acariciar, me llevan indefectiblemente por un periplo mental agradable y nostálgico ante su sentida ausencia y su silencio para siempre, sabiendo yo que de todo sabía y todo me lo enseñaba, fue mi primer maestro.
Fue mi padre un visionario que predicaba con el ejemplo, que decía que había que distinguir entre los proyectos políticos y los proyectos económicos, que ejerció la política para servir a la gente, nunca para servirse de ella, por su temprana orfandad, ante la prematura muerte de sus padres tuvo que asumir estando muy jovencito el liderazgo de sus hermanos y de todos los desamparados de la familia que nuestra abuela tenía a su cargo, pero sin renunciar a su sueño de formarse y guiar a los demás, por falta de recursos solo pudo cursar hasta el tercer año elemental suficientes para convertirse en un lector consagrado, escritor de finas líneas y un orador de verbo exquisito.
En los pueblos del sur de Riohacha dejó huella, todos lo conocían y él los conocía a ellos, en cada lugar donde estuvo a alguien prestó un servicio sin esperar contraprestaciones, porque decía que lo importante era hacer lo que fuera agradable ante los ojos del altísimo, que lo demás era intrascendente, su desempeño como alcalde de Riohacha, en Uribia y San Juan del Cesar dieron cuenta de sus manos limpias y su pulso firme para cumplir y hacer cumplir la ley, se sentía orgulloso de su obra, nos contaba que tuvo que estudiar mucho durante las noches para no equivocarse durante el día cuando se desempeñó como auditor Fiscal de Aduanas, inspector de Trabajo en Zona Bananera, y dos veces como personero de Riohacha, diputado y secretario de la Asamblea Departamental, decía que allí estuvo el secreto para haber cumplido con sus deberes durante más de 30 años, sin que nadie pudiera dudar de sus capacidades ni de su integridad moral, se reía porque –decía– nadie se enteró entonces que ni siquiera pudo terminar la primaria.
Cuánta falta nos hace el hombre que le quedó grande a su región, cuánto lo echamos de menos en estos tiempos de inversión de valores, cuando la inteligencia no es motivo de admiración, sino fuente de animadversiones, envidia y enemigos gratuitos, sus amigos que no han muerto en cada encuentro acrecientan más nuestro orgullo de haber sido formados a su imagen y semejanza, ellos dan cuenta de su honradez, su carácter, su sabiduría, de su habilidad natural para convencer y de orientar cuando todo parecía difícil.
Hizo parte mi padre, de esa generación de hombres y mujeres que preguntaban a sus hijos donde consiguieron lo que llevaban a la casa, no aplaudían las súbitas prosperidades, no le tenían miedo a los hijos como suele suceder en la actualidad, se hacían escuchar y se hacían respetar, era gente bien criada y de buena medra, que brillaban por su honestidad, por su inteligencia natural y fueron sombra tutelar de la paz de la región.
Papá, cuida mis dos manos para que no olviden las tuyas en el empeño de trabajar siempre honradamente, y con el entusiasmo que se requiere para alcanzar lo nobles propósitos, guía mi mente para que permanezca abierta para pensar con rectitud y evitar los oscuros atajos, pero con el suficiente entendimiento para comprender a quienes piensan distinto de mí, estreméceme cuando esté confundido para no cerrar mis ojos ante el abismo, y las tentaciones del rey de las tinieblas, fortaléceme cuando me sienta débil y pídele a Dios la luz del Espíritu Santo y mándamela para no caer en la trampa de quienes destejen por las noches lo que tú me enseñaste a tejer durante el día, llévame siempre de tu mano para no olvidar tu legado y tu ejemplo.