Me dedique a escuchar su repertorio musical, analizar su voz, a sentir y oír su nota y a conocer más de esas historias cantadas que son la mayoría de sus famosas canciones, inspiradas por muchas circunstancias de su vida andariega y que siempre tuvieron como epicentro, principalmente, una mujer, y además los poemas inmortales de su cuño y de otros juglares insignes a quien les grabó muchas canciones como Rafael Escalona, Leandro Díaz, ‘Juancho’ Polo Valencia y Julio Erazo, entre muchos.
Concluí que era un músico completo. Como sus antecesores más connotados como ‘Chico’ Bolaños, Natalio Ariza y Luis Pitre, ‘Alejo’ Durán, además de su innata sapiencia musical recibió el don de la voz grave o barítono que le permitía con cimera claridad melodiar, como dicen los portugueses: tocar y cantar muy melodiosamente, porque encantaba, a quienes tuvimos la fortuna de conocerlo bien de cerquita, con lo que cantaba y tocaba.
Esto de conocerlo bien de cerquita me hizo retrotraer a un personaje villanuevero que con justicia afirmó que es poco lo que le hemos reconocido por lo mucho que este patricio hizo por la difusión y promoción de la música vallenata en Villanueva. Me refiero con toda potestad a Enrique Orozco Dangond, conocido familiarmente, y regional y nacionalmente como ‘Enriquito’ Orozco. Fue quizás unos de los galleros más puros, en todo el esplendor y la extensión de la palabra.
Me da este suceso del nacimiento de ‘Alejo’ para recordar esos 2 de febrero en Villanueva cuando la Gallera Central era el escenario artístico y musical, puesto que era adornado su bar con la presencia, las notas y la amistad pura y sincera de ‘Enriquito’ con ‘Alejo’ Durán, Luis Enrique Martínez, ‘Toño’ Salas, el ‘Viejo Mile’ y otros no menos importantes en esas calendas, de lo que era la interpretación y el canto de la música vallenata. Eran sus invitados y ellos le correspondían infaltablemente.
Muchas veces eran parrandas de 4 y 5 días. Y ahí, fuimos muchos niños y jóvenes a deleitarnos y asombrarnos con la versatilidad y ruralidad de esos juglares. Esto fue sembrando en Villanueva la semilla de la interpretación del acordeón y del canto vallenato que regada por los juglares villanueveros caló profundamente en los grandes artistas de la vieja época y la moderna que han visibilizado el nombre de Villanueva como ‘Cuna de Acordeones’. Por eso es que digo que uno de los más connotados precursores del establecimiento y conocimiento de la esencia de la música vallenata en Villanueva fue este gran gallero, amigo de sus amigos y parrandero: ‘Enriquito’ Orozco. Me parece verlo con sus largas piernas cruzadas, con un puro o tabaco en la boca, absorto frente a ‘Alejo’ Durán apreciando su talento, estilo y carisma.
Pero retorno a lo esencial de mi columna, la grandeza de ‘Alejo’ Durán en la música vernácula y tradicional de la región Caribe, y es por eso que después de muchas horas de extasiarme con su nota, con sus composiciones, con sus canciones, las anécdotas y la voz de ‘Alejo’, en el homenaje que le hice, concluyo y digo: fue un acordeonero versátil, de nota reposada, de sentimiento nostálgico, no triste, aún cuando la lírica de sus canciones fuera de todo tipo de emociones y sentimientos.
En el fondo eran interpretaciones con un dejo propio de la zona del El Paso.
La forma de pisar la nota es un sello característico de ‘Alejo’; no había firmeza, pero si seguridad. Muchas veces en sus interpretaciones se escuchaba una nota disonante porque sobreponía notas y “pisaba” desigual la nota lo que producía en ocasiones una percepción auditiva de “pito roto o baja revolución del disco”.