¡Que viva la juventud como etapa del curso de vida! ¡Qué viva la juventud como referente de cambio, innovación, creatividad e impulso social! ¡Que viva la juventud como fuerza de inicio en la práctica política sana, transparente y reivindicadora! ¡Que viva y que no muera o se enferme su impulso, su mentalidad y su energía original con la cual han convocado y convocan a sus pares! ¡Que viva la juventud, esa que no puede perder su capacidad de discernimiento y debe mantener su inquebrantable capacidad de escucha y concertación, primero, dentro de su mismo grupo etario, y luego con otras generaciones!
¡Que viva la juventud pero que no se contamine su prístina misión política y social! Esto no es un clamor, no es una rogativa a la juventud. No. Es una voz de alerta de quien tiene hoy juventud mental y espiritual y confía, admira, apoya e impulsa a esos que tienen edad física entre los 18 y 28 años pero que por su vigor, por su academización millenials y su manera tecnológica de ver la realidad colombiana, tienen una enorme responsabilidad de hacer las cosas mejores que sus predecesores, de actuar dentro de un marco humano donde no puede tener cabida la violencia y el vandalismo porque los jóvenes deben ser ejemplo de los que vienen y de los que estamos; porque su garra, su ahínco, su inteligencia y su libre pensamiento han de ser los elementos que posicionen sus demandas y sus reclamos. Demandas que hacen parte del portafolio de la deuda social que con ellos tiene el país, el estado, la dirigencia y la historia que otros han construido con patrones circunscritos y negacionistas. Reclamos que son 1) actualizaciones del pasado triste y huérfano que ha tenido la juventud colombiana, y 2) vigentes peticiones porque la nueva realidad, las nuevas y actuales circunstancias de ésta generación y de éste momento de la existencia, requiere de soluciones nuevas para avanzar y soluciones aplazadas para enmendar.
Entonces, sería lamentable que los jóvenes que están construyendo la nueva historia política y social de Colombia, esos que comenzaron participando en el 2011 en la Mane (mesa amplia nacional estudiantil); esos, quienes con su presencia nacional dieron amplio impulso para la aprobación de la Ley 1622 de 2013 y que con otras conquistas han ido logrando consolidación política; esos que han ido adquiriendo fundamentos para participar en la democracia con todas las herramientas que ésta permite, buenas y malas; esos que han ido convirtiendo todas esas oportunidades en luz y camino para que sea este segmento ciudadano el que hoy comience a cambiar esa historia y ojala para bien… no pueden caer en los viejos defectos de los perversos comportamientos estereotipados del pasados, niconvertirse en turba amorfa y acéfala por desconocer, algunos, principios de autonomía, independencia, organización y solidaridad de cuerpo, y Dios quiera que no sean diana de ideologías retardatarias, violentas y sin futuro.
Desafortunadamente, después de más de 40 días de paro nacional, lo que comenzó como nuevo despertar y flor de primavera de la juventud colombiana, no sé en qué momento ni cuandoha sufrido deformaciones con visos de “acción sin control”. ¡Hay grupos out! Por todo eso nuevamente se pone a prueba la grandeza de los jóvenes por tener que corregir actuaciones y comportamientos violentos, irracionales y solidificar más su liderazgo visible. Tienen la obligación de enderezarles el rumbo o apartar, con valentía, a quienes, por razones distintas a las que verdaderamente los impulsan, están buscando objetivos distintos a los esenciales y fundacionales del movimiento de la juventud colombiana.