Muchos dicen que el Festival de la Leyenda Vallenata es la más grande vitrina de los nuevos artistas de nuestro folclor para que muestren sus dotes y despeguen ante el público nacional, den a conocer su talento en competencia y se vayan posicionando en el gusto de quienes mantienen esta música.
También se dice por ahí que el Festival es el más grande relax o el antídoto que tiene el país para sus penas, sus desigualdades y el mal trato histórico que ha recibido de sus gobernantes centralistas, algunos manifiestan que el Gobierno apoya estos eventos para que haya más pan y circo para el pueblo.
Otros afirman que un evento de esta magnitud es lo que requieren pueblos pobres y abandonados por el Gobierno nacional, como el Cesar y La Guajira, para dinamizar su maltrecha economía, y solo por estas épocas el verdadero pueblo puede mejorar sus ingresos (taxistas, vendedores informales, artistas).
El Festival de la Leyenda Vallenata sirve para todo eso y para mucho más, yo quiero agregar a todo eso, algo que es un secreto a voces y es que el festival sirve esencialmente para hacer relaciones públicas y políticas del más alto nivel, para organizar la gobernabilidad y la gobernanza del país.
En medio del jolgorio, buena parte de los dirigentes políticos y de los empresarios del Cesar organizan sus negociaciones y traen a Valledupar a sus pares con el fin de atenderlos con buen whisky, buena comida y por supuesto, buen vallenato en vivo, es aquí en el Valle donde se coordina gran parte de lo que se convierte en decisiones burocráticas del Gobierno nacional de los próximos meses.
Históricamente, en el marco del Festival Vallenato se entregan ministerios, viceministerios, se organizan ternas para altas cortes, se acuerdan nombramientos de altos directivos de entidades nacionales y organismos de control, claro, que vale la pena aclarar también que no todos esos acuerdos y decisiones que se pactan en Valledupar tienen que ver con personas nacidas en estas tierras.
Sencillamente es que el ambiente de una buena parranda vallenata es muy propicio para esos menesteres y eso lo tienen bien claro los dirigentes políticos cesarenses, tanto que muchos de ellos adquirieron y construyeron las famosas casascampo para atender a sus contertulios y tenerlos en un lugar más agradable, natural.
Por estas épocas preelectorales en las que la gran mayoría de políticos están huérfanos de poder y hambrientos de ‘mermelada’, son muchísimos los acuerdos y consensos.