“Miren que pena tan grande, perder un sincero amigo y ver una pobre madre, llorando a su hijo querido”.
Vino a mi mente en este día la canción titulada ‘Adiós a un amigo’ inspiración de Carlos Dongond incluida por Jorge Oñate y El Chiche Martínez en el LP ‘Noche de estrellas’ que salió en el año 1980, a la cual corresponde el aparte que antecede.
En cumplimiento del sagrado deber de acompañar a los amigos en sus momentos de tribulación, asistimos a las honras fúnebres para junto a ‘Toto’ su madre, Patricia su esposa, sus hijas y sus hermanos dar el último adiós a Osvaldo Mejía Marulanda, miembro de una familia cuyos afectos heredé de mis mayores, un visionario intelectual que brilló con luz propia en su paso por este mundo, en medio de gestiones e incomprensiones, donde como en el drama de Penélope en ‘La Odisea’ la gente buena teje durante el día, y la gente mala desteje durante las noches.
Se lo llevó en la plenitud de su primavera intelectual una enfermedad bien tratada pero de malas connotaciones, y difícil pronóstico, propiciándole a él y a su familia un inmerecido y prolongado sufrimiento que tuvo su desenlace fatal el 18 de agosto reciente pasado, se lo que están sintiendo porque lo estamos viviendo, la partida de los seres queridos son pedazos del corazón que se van sepultando, es la fuente de un dolor inconmensurable, profundo, indescriptible que solo se alivia con los recuerdos y la solidaridad de los verdaderos amigos.
Se fue Osvaldo sin haber recibido ese hombre soñador los reconocimientos que bien merecidos los tuvo como uno de los padres de Dibulla y de Albania, fue el más entusiasta ideólogo del paso de los otroras corregimientos a la nueva condición territorial de municipios, el primero escindido del municipio de Riohacha y el otro del municipio de Maicao, el de Dibulla por Ordenanza 030 de 1995, y Albania después de muchas peripecias, incluido un referéndum el 19 de Marzo del 2000, la Ordenanza Número 001 del 27 de marzo del mismo año, y desde la sombra era el asesor constitucional uno de los Relatores de la Constitución de 1991, el doctor Ricardo Barrios Zuluaga.
Imposible olvidar cuando era mi oficina en la Unidad Jurídica del Instituto de Seguros Sociales y mi casa el Consulado de los Albaneses y Cuestesiteros que llegaban a Riohacha acompañados siempre por Osvaldo para analizar documentos, proyectar oficios y diseñar estrategias para lograr el propósito de que “Calabacito” lograra su “Independencia” de la ciudad comercial para convertirse en lo que hoy se tiene, los quijotes que lo acompañaban eran Aurelio Arregocés, Álvaro Gustavo Rosado, Beto Aragón, Wilfrido Ustate y Arlides Pinto.
Mientras escuchaba la bellísima Eucaristía previa a su marcha final a su última morada, echaba de menos las manifestaciones institucionales que bien merecidas las tenía por aquellas cruzadas pioneras de la participación ciudadana en La Guajira, los municipios mencionados quedaron con una inmensa deuda de gratitud con ese caballero formado a su imagen y semejanza por su madre forjadora de juventudes y por su padre que los levantó con la Llana y el palaustre edificando construcciones ajenas ladrillo a ladrillo logrando su mejor obra construyendo una familia honesta.
Sus hijas perdieron el guía, asumen a temprana edad la honrosa responsabilidad de dar continuidad a su legado de inteligencia y su visión para avizorar las grandes causas, pero como prolongación de su existencia es ineludible recordar que contarán siempre con su sombra tutelar, que vigilante desde el cielo habrá de cuidar y guiar sus pasos, a Patricia su compañera de invierno y también de su verano le recuerdo que la palabra tiene poder, ya las Santas Escrituras lo han dicho que no hay justo desamparado ni huérfano que mendigue pan, ante la visita de la parca en tu hogar justo es transcribir de la Santa Biblia lo siguiente: “No explotes a las viudas ni a los huérfanos, porque, si tú y tu pueblo lo hacen, y ellos me piden ayuda, yo te aseguro que atenderé a su clamor”; ‘Toto’ su madre cumplió con el deber de entregar a Dios lo mejor, el fruto de sus entrañas, él le dará el consuelo para sobrellevar el dolor y entender que se invirtió el orden natural de los factores, ya no son los hijos los que entierran a su madre sino al revés; a sus hermanos les reiteramos nuestras condolencias, lo decimos por la dolorosa experiencia igual que ustedes también pase por esta, cuando nuestros hermanos o nuestras hermanas se van, queda un vacío no solo en la casa sino en el corazón, y siempre, en los momentos de tristeza y en los de alegría ellos faltaran, es una sensación de tristeza infinita y permanente que solo se alienta con la esperanza del reencuentro cuando el altísimo lo disponga.
Insistimos en nuestra inquietud, porque en La Guajira los homenajes, muy pocos se hacen en vida, o en el mejor de los casos, los inmerecidos se hacen en vida por adulación y los merecidos a la memoria del difunto en cuerpo ajeno?, esto sucedió con Osvaldo, quien tampoco lo pidió, y eso estuvo bien, por eso estoy seguro que nunca alojo resentimientos en su corazón, tampoco dejó heridas, solo su huella indeleble por haber ayudado a mejorar las condiciones de existencia a dos pueblos sin que ninguno de ellos fuera el suyo.
Ahora entiendo porque William Shakespeare decía que era feliz “Porque no esperaba nada de nadie”.