En cámara lenta, cuadro a cuadro, estamos presenciando la debacle de Ecopetrol. Los últimos dos años han sido catastróficos en la dirección de la estatal, la pésima administración e inacción que alertamos meses atrás, ya tienen sus efectos en la petrolera y por consiguiente sobre las finanzas del país.
La descarbonización express ha sido el pretexto del presidente Gustavo Petro para dejar sin alas al sector de hidrocarburos y castigar a la estatal, que tanto ha sumado a las finanzas públicas. Las pérdidas acumuladas dan cuenta del vertiginoso deterioro en el que está sumergida la compañía, mientras tanto, las alertas no se detienen en el mercado internacional.
El golpe más reciente fue la rebaja de calificación de las acciones por parte de JP Morgan, que si bien no nos sorprende, se convierte en otro nubarrón para la empresa más importante de Colombia y su futuro, cada vez más incierto.
Los efectos del negativo informe fueron inmediatos, una vez realizado el anuncio, la acción de Ecopetrol en la bolsa de Wall Street, se desplomó un 5,42% llegando a US$8,82.
El reversazo en las negociaciones con Occidental Petroleum Corp, OXY, es una de las razones expuestas por JP Morgan para justificar la recomendación negativa. No pasó desapercibida la intromisión del presidente Gustavo Petro en una decisión que debía ser netamente técnica, pero que fue permeada por la ideología radical del ejecutivo, llevando al quiebre definitivo con la renuncia de varios de los miembros de la junta. Atrás ha quedado el fuerte Gobierno corporativo, que caracterizó siempre a Ecopetrol.
Pérdida total de la reputación.
Las decisiones lideradas por Ricardo Roa, en contravía del futuro financiero de la compañía, han deteriorado su atractivo. Los constantes cambios en las vicepresidencias de la compañía generan gran desconfianza en la administración. Hay un deterioro corporativo y escasez de decisiones técnicas por la falta de profesionales idóneos.
Desde que llegó a la dirección de Ecopetrol, la ineficiencia administrativa, la inacción, la falta de experticia y tecnicismo, se apoderaron de la estatal, desvalorizando. Y apenas estamos enfrentando algunos de los efectos reputacionales que puede tener la continuidad de Roa en el cargo.
Con un rezago sin precedentes, fruto de la desinversión en la exploración y producción, la reducción en la actividad de taladros, una transición energética estancada, y una cuestionable dirección, la empresa presenta delicados riesgos en su futuro inmediato.
Causa mucha preocupación que la ‘gallina de los huevos de oro’, la empresa Nacional más importante, que tanto impacta en la vida económica y social de los colombianos, se encuentre en manos de una persona que le da la espalda a los intereses corporativos y sigue ciegamente directrices políticas.
La separación definitiva de Ricardo Roa en la presidencia, sería lo mejor para Ecopetrol en estos momentos. Ahora más que nunca, la empresa necesita el liderazgo de un experto en el sector, que sea independiente en sus decisiones y que defienda los intereses corporativos, no posturas radicales.
Urge una dirección realmente comprometida con la transición energética que potencie los recursos de crudo y gas, garantizando la eficiencia operativa y financiera de la empresa, así como el cumplimiento de sus objetivos ambientales y económicos.