y mando goza del privilegio de devengar un altísimo salario, en dólares, con la condición sine qua non de defender a capa y espada los destinos, no de una nación, sino la de servirle de lacayo a su gobernante de turno. Ese es el caso, por ejemplo, de Venezuela en donde los militares de alto rango, los ministros, los gobernadores, los agentes de control del Estado y los asesores del presidente Nicolás Maduro, entre muchos otros, viven como unos sibaritas, mientras que el pueblo raso está pasando las de San Quintín, muriéndose de hambre.
Por otra parte, cuando las fuentes de tributación del erario público empiezan agotarse por equis o ye motivos, esos son, precisamente, los momentos en que sus salarios también empiezan a llegarles atrasados y, en consecuencia, ahí es cuando comienza a operarles a sus anchas el efecto dominó.
Para nadie es un secreto que con el advenimiento de Hugo Chávez al poder, Venezuela se polarizó entre ricos y pobres y que, de una manera sistemática, logró convertirla en socialista. Su gran error consistió en darle su aval al pueblo venezolano para que éste eligiera a Nicolás Maduro después de su muerte, como efectivamente así sucedió mediante unas elecciones espurias
Maduro comenzó políticamente a bailar en la cuerda floja cuando todas las fuerzas políticas opositoras de Venezuela se unieron con la denominación de Mesa de la Unidad Democrática, antes de las elecciones legislativas que se llevaron a cabo el 6 de diciembre de 2015, que fue precisamente en la que salió electo el diputado Juan Guidó, actual presidente interino de ese país. Esa fue la ocasión en que la MUD logró elegir el número de diputados necesarios como para revocarle el mandato a Nicolás por medio de un referendo revocatorio, el que al fin y al cabo fue abortado por una de las habilidades de Diosdado Cabello, al lograr anular dos de sus curules y protagonizar darle un golpe de Estado a la Asamblea legítima y reemplazarla por otra antidemocrática.
Si acaso es cierto que los errores se pagan caros, el que cometió Maduro al adelantar los comicios de su reelección para el 20 de mayo de 2018 y el de decidir posesionarse el 10 de enero de 2019, ese fue, precisamente el que rebozó la copa para que la OEA, el Grupo de Lima, los Estados Unidos y la Unión Europea estén a punto de tumbarlo y el que aprovechará el diputado Juan Guaido para proclamarse constitucionalmente presidente interino de Venezuela, y, a la vez, el peor que cometería Iván Duque sería el de permitir que las Fuerzas Armadas nuestras sean las que utilice Donald Trump para una posible invasión al vecino país. Eso sería la de bacle para nosotros, principalmente para los departamentos fronterizos.