Marzo no es un mes cualquiera… es nuestro mes. El de las mujeres que, con profundo respeto, reconocimiento y gratitud, recordamos a quienes nos han antecedido en la noble, dura, histórica y larga lucha por nuestros derechos.
Son muchos los eventos y las conversaciones que se sostienen en los medios de comunicación y las plataformas digitales donde cada vez se propician más juntanzas sororas a propósito de esta memorable fecha que tradicionalmente se conmemora el 8 de marzo.
Ha sido muy largo el viaje que se sigue recorriendo además, en la erradicación de flagelos que han afectado a millones de mujeres en el mundo; como la discriminación, todas las formas de violencia y por supuesto, el machismo que sigue sin ceder aún, ante los brillantes destellos de luz que significan las conquistas por la autonomía, la autosuficiencia, la visibilidad, el liderazgo y el empoderamiento como horizontes deseados y que destacan los múltiples roles de las féminas en todos los espacios reales y potenciales.
A mi mente llegan hoy, los recuerdos de innumerables “celebraciones” con complacientes desayunos, almuerzos y cenas recibiendo rosas y otros detalles,brindados con muy buena intención, pero con muy poco contenido respecto de la más que necesaria labor de concientización individual y colectiva y del valor del verdadero mensaje y sentido que rodea la declaratoria del 8 de marzo, como nuestro día.
Sin embargo, el giro que han tomado desde hace décadas los acontecimientos ha sido extraordinario y muy alentador, en la medida en que a nivel internacional los colectivos de mujeres se unen con mayor fuerza para tomarse los escenarios urbanos y rurales y de esta manera alzar la voz ante las injusticias a las cuales aún somos sometidas las mujeres: la falta de acceso a la educación, a recursos económicos, al ejercicio pleno de derechos ciudadanos y políticos, a la reiterada victimización en espacios laborales a través del acoso, ejercidos muchas veces por otras mujeres (peor aún), la violencia en todas sus detestables formas y las alarmantes cifras de feminicidios que marcan con una sombra de dolor, los loables anhelos comunes de un mundo más justo, libre y equitativo para nosotras, para las jóvenes que se aventuran a la adultez y para las niñas frente a cuya inocencia estamos llamadas a ser, las más celosas guardianas. Por ellas seguiremos diciendo: Ni una más, Ni una menos.
Entre las discusiones actuales alrededor de nuestros sagrados derechos, recuerdo que el pasado 2 de diciembre en La Tertulia y en el marco de los 16 días de activismo posteriores al 25N, fui invitada a exponer algunas reflexiones sobre Vallenato y Feminismo.
Entre las reclamaciones que fluyeron en aquel momento dialogando con el público, algunas giraron en torno a las letras de canciones que exponían situaciones donde las mujeres no éramos tratadas de manera respetuosa, y de aquellas que exponían al escarnio público las situaciones privadas que se presentaban en las relaciones de pareja donde algunos hombres valiéndose de sus dones y talentos para la música y la composición, evidenciaban ser víctimas de la infidelidad de sus compañeras. Cosas del folclor, algunos le llaman.
En medio del maremágnum mundial causado por nuestra adorada Shakira, resalto que se trata de una genia barranquillera de la música quien durante más de 30 años ha sido la artista latinoamericana más versátil, escuchada, galardonada y elogiada incluso por su encomiable labor social, madre de dos hijos, quien recientemente y a lo largo de cuatro éxitos seguidos en colaboraciones con otros artistas de habla hispana, ha desahogado su dolor al haber sido traicionada por su pareja, siendo la más reciente canción al lado de la antioqueña Karol G. éxito rotundo en todas las plataformas.
Muchas han sido las opiniones generadas y sobre esto solo diré, que si su inconmensurable talento le ayuda a sanar las heridas y a “recoger con amor los pedacitos de sus sueños rotos” tal como lo expresó en una entrañablemente humana y honesta entrevista con Enrique Acevedo, considero que como mujer tiene todo el derecho a seguir haciendo lo que su increíble alma aventurera, soñadora, auténtica, rebelde, vulnerable, fuerte, atrevida, valiente y resiliente, le permita hacer para su propio bien y el deleite de su numeroso público.
Este será mi tercer Día Internacional de la Mujer fuera de mi país Colombia. En el 2019 lo viví en una piazza en Florencia (Italia), en el 2020 en las calles de mi querida Girona (España) y en este 2023 acudiré a la emblemática Plaza de Mayo donde al lado de mujeres de Argentina y seguramente de muchos otros países, elevaremos nuestra voz para seguir exigiendo lo que muchas otras han pedido años atrás con la misma convicción y vehemencia como lo he hecho al lado de coterráneas, en otros momentos y lugares en mi pequeña patria, pues el activismo es y seguirá siendo, columna vertebral de lo que soy y de lo que hago.
Finalizo esta columna con las palabras que fluyeron como un manantial de sabiduría feminista durante uno de los siempre gratos encuentros con una mujer a quien admiro y quiero profundamente: La doctora Idayris Yolima Carrillo, directora de mi TFM de Máster a quien tanto le agradezco su huella en mi vida: “Somos lo suficientemente suficientes”. Quizás sea este el anhelo de muchas mujeres, cuyas realizaciones, sueños y conquistas se deben seguir forjando en un mundo más equitativo y en cuya construcción todas, todos y todes, somos parte esencial, ayer, hoy y siempre.