Es nativo de un hermoso municipio del departamento del Atlántico, ubicado en la ribera del río Magdalena, conocido por su batalla de flores, y su particular conmemoración de la Semana Sant.
Su nombre es Santo Tomás, parte oriental del Departamento, precisamente en su cabecera municipal un 18 de abril del año 1949, nace este ecuánime, justo, y caritativo personaje, en el hogar que conformaron Antonio Fontalvo Salcedo y Delia Escorcia Truyol.
Tiene cuatro hermanos: Edith, Dimas (fallecido), David, y Jacob. Su infancia transcurrió, en su tierra natal con grandes dificultades en torno a los escenarios donde la pobreza crea límites y muchas restricciones. Desde niño le tocó vender fritos, carne, cocadas, bollo limpio, su madre era madrugadora, compraba y vendía pescados y Moisés por ser el mayor de los varones, le correspondía ponerle el pecho a la brisa y salir a expender todo aquello, para ayudar en la obtención de recursos que contribuían a la subsistencia de la familia.
Viajaba a lomo de un burro, sentado en la angarilla, donde colocaba dos cajones para traer los pescados que su madre compraba en la ciénaga de Santo Tomás que pega con el río Magdalena, allí llegaban los pescadores con sus canoas repletas de peces y los comercializaban.
Su padre, un agricultor sin títulos de tierra, sembraba y cultivaba, en terrenos prestados o arrendados. Practicó el fútbol, voló cometas, y sabía hacerlas, era feliz escuchando una bella canción vallenata de Freddi Molina que se llama ‘Los tiempos de la cometa’.
“Cuando inicié a trabajar me cambió la vida, ese salario me solucionó casi todo, ya contaba con los medios para comer, transportarme y pagar un arriendo. En el último año de estudios en la capital del país conseguí un trabajo como profesor, en el Instituto Tabora de Bogotá, el salario era de $4.000 mensuales y eso era plata, en ese tiempo, me alcanzaba hasta para tomarme unas cervecitas de cuando en vez. Culminé mi carrera el 18 de diciembre de 1979, regresé a mi pueblo a mostrarle con orgullo el diploma de Licenciado en Biología y Química a mis padres, pensaba retornar en enero a trabajar y a realizar una especialización en la Universidad Nacional de Bogotá, también tenía unos compañeros que me estaban invitando a que nos fuéramos para España. Analizando y meditando de cuál iba a hacer mi futuro, reposaba en mi barrio que se llama la Media Tapa, cuando pasa frente a mi casa un amigo que hacía tiempos no veía y charlando con él, me comenta que cerca de su casa llega una señora que trabajaba como coordinadora en un colegio de San Juan del Cesar, en La Guajira, me encontré con la mencionada señora, y me dijo que precisamente en el Colegio El Carmelo de San Juan donde trabajaba estaban requiriendo un profesor de Química, pues el que estaba había renunciado”, narró.
En el año 1980 hace su arribo el profesor Moisés al departamento de La Guajira, nombrado de tiempo completo en el Instituto Departamental El Carmelo de San Juan Del Cesar, dirigido por las hermanas Carmelitas. Llegó con una pedagogía apropiada, su lema era: enseñar, educar, más no rajar ni atrasar a nadie. Venía de una escuela del sacrificio, y entendía claramente que al estudiante hay que exigirle sí, pero motivarlo e incentivarlo también.
Se encontró con una diversa población educativa la mayoría de estrato 1 y 2 que venían de las veredas a prepararse en busca de un mejor futuro, llegó un grupo de licenciados barranquilleros la mayoría, entre otros Jorge Manzur, Libardo Caldera, quien solo laboró un año y lo sucedió Néstor Suárez. También llegaron las licenciadas Astrid Rosales, Cleotilde Celin, Jairo Celemín, quien murió muy joven de un infarto al miocardio.
A él lo reemplazó Carlos González hermano del hombre caimán, quien falleció hace poco, Juan Bautista Díaz y la seño Gladis también llegaron. En ese tiempo en La Guajira existía una violencia tremenda, estaba la contra guajira que llamaban en pleno apogeo, se vivía la bonanza marimbera, circulaba mucho dinero, el billete que estaba de moda era el cafetero que le decían, de $200.
“Recuerdo una anécdota que me pasó en la oficina de la Caja Agraria de San Juan, fui a cobrar un cheque de $800 y un cajero de apellido Carrillo no me quiso atender pues estaba contando un saco de tres rayas repleto de billetes de $200, atendía a una señora apellido Mendoza, que compraba y vendía la famosa marimba, no tengo tiempo para cambiar esos chequecitos. Se enfrentaban varias familias los Maestre, los Rois y los Mendoza, mi experiencia en San Juan fue en verdad interesante y fructífera, la casa que tengo la comencé a construir con lo que me gane allá, recuerdo a muchos estudiantes, entre otros a Armando Núñez, Walter Mendoza, Hernán Urbina Joiro, Luis Egurrola, Jaime Leandro y Cesar Hernán Sierra”, narró.
En agosto de 1984, después de pensarlo y estudiado mucho pues ya le habían quedado mal varias veces los políticos, aprovechando que un grupo de profesores bastante mayores se pensionaron y surgieron vacantes, consiguió que lo nombraran inicialmente en Barranquilla, en un pequeño colegio descuidado donde no se adaptó.
“Viniendo de tan prestigioso y disciplinado colegio como El Carmelo, no me hallaba en este tan desordenado, con estudiantes renuentes y rebeldes, mi hermano Dimas me informa que en un pueblo cercano al mío que se llama Palmar de Varela estaban requiriendo un licenciado en Química y con su ayuda conseguí el traslado, en este colegio me amañé y trabajé durante 30 años consecutivos”, refirió.