En el camino (dinámico) del feminismo nos encontramos con diferentes maestras que son referente para nuestro proceso.
En el mío he tenido muchas y soy afortunada por tal honor, puedo mencionar a algunas de ellas –Florence Thomas, Rafaela Vos, Dayana De la Rosa, Muriel Jiménez–, entre otras, maravillosas y poderosas mujeres que me han edificado e inspirado a seguir, a ellas mi absoluta gratitud, sin embargo, esta columna es un homenaje a mi primer referente feminista, a esa mujer sabia y valiente que por medio de sus relatos desde mi infancia despertó la inquietud por la causa que hoy es mi vida –la defensa de los derechos humanos femeninos y la búsqueda de un mundo no machista y respetuoso con las mujeres– esa mujer que por medio de sus relatos y anécdotas me motivó a amar cada vez más mi YO femenino.
Una mujer que, en sus 109 años de vida, dejó un legado de fuerza, carácter, amor y poder guajiro/femenino, algo que se convierte en un universo de resiliencias y creatividades, ella nació cuando el derecho a estudiar para las mujeres era una utopía, ejercer el voto, ni de imaginar y poder elegir cuántos hijos tener, menos.
Una mujer que vivió más de un siglo y mantuvo su memoria intacta, tenía una capacidad natural de ser ejemplo de fuerza espiritual y física, eso se percibía en su energía, en sus palabras, sus carcajadas y sus silencios, ella tenía diferentes tronos como una diosa humana, que siendo mortal se hace inmortal.
Mi primer referente feminista es mi abuela (Mi súper A), quien cumple el primer aniversario de haber partido (aunque sigue presente), le escribo estas letras desde Emiratos Árabes Unidos, donde siento que estoy más cerca de ella que de mis familiares vivos, escribo en homenaje a su vida.
Súper A, desde el día que te fuiste cuando inevitablemente te despedimos llorando entre vallenatos, prometí no llorarte aunque confieso que en algunos momentos he fallado a la promesa y he llorado por la impotencia de no poder escuchar tus historias únicas que siempre contaste con nitidez, porque si hay algo que jamás te falló fue la memoria.
Aquel 27 de julio de 2021 sentíamos que ninguna lagrima lograba borrar el dolor de separarnos, pero también sabíamos que ya querías viajar a la eternidad porque el cansancio físico a los 109 años pasa factura y a muy alto costo, ese día pediste café negro y te fuiste desvaneciendo en lo terrenal para hacerte inmortal, como todas las mujeres valientes como tú.
Puedo decir que superaste varias pandemias o plagas como la llamabas, no te mató el Covid, una gripa o una caída. Tú decidiste en acuerdo con Dios irte a tu manera, con berraquera y originalidad (pidiendo café), en tu trono, en esa cama en la que nadie se acostaba –solo tú– tu trono sin duda.
Gracias porque en cada tertulia que tuvimos me dejaste una enseñanza imborrable, gracias porque aún desde el cielo me motivas a seguir, prometo no cansarme nunca de trabajar por las mujeres del mundo, porque en cada una de ellas estás tú, aunque nos duela tu partida por encima del dolor está la gratitud de haberte tenido en nuestras vidas.
Te prometo que siempre haré todo para que las noticias que te lleguen de mi sean las mejores, Rita Contreras, 109 años de historias poderosas, de una mujer que vivió entre cafetales, arepas de maíz, infusiones naturales, vino Sanson, Vip Vaporub, alimentación saludable y muchas sonrisas genuinas.
Te amo y te amaré por siempre, gracias por iluminar el camino que hoy transito. Gracias por todo, eres un eterno legado de poder femenino.
¡Mi traga por ti sigue intacta!