Quiso Dios que un trece de mayo, fecha icónica para la devoción mariana, en el seno del hogar de José Prudencio Aguilar Márquez, y Antonia Lucía Arismendy Gómez, naciera su cuarta hija a quien llamaron Denia Lucía. Sin embargo, pocos la conocen por su nombre, pues la gran mayoría identifica plenamente a la querida, carismática, laboriosa y reconocida “Cuny” quien siempre ha vivido en el número 14 – 65 de la carrera 10 del barrio Libertador en Riohacha.
Una mujer extraordinaria con un corazón que no le cabe en el pecho, noble hasta la médula y de una generosidad sin límites. En su casa transitamos durante muchos años de infancia feliz, todos sus sobrinos, vecinos, ahijados e incluso, los amigos de sus cuatro hijos, jugando y llevando cada tanto al límite su paciencia de cristal. Al lado de su esposo, el recordado Joaquín Rincón Lucas, quien fuera pensionado de la Policía Nacional oriundo de Boyacá, fallecido en el año 2008, edificaron un cálido hogar para sus cuatro hijos durante más de cuarenta años donde por supuesto ella, muy guajira e hija de sus padres, llevaba el bastón de mando.
En su casa siempre ha habido sin ninguna restricción, comida, techo y cariño para todos, y una amplia terraza caracterizada por la presencia de ella y sus hermanas, entre ellas mi mamá, quien cada noche cruzaba sagradamente la calle a eso de las siete de la noche para conversar largamente hasta que el sueño las alcanzara o se hiciera lo suficientemente tarde como para ser conscientes que era el momento de decir hasta mañana.
Ese lugar ha sido el epicentro de integración de sus hijos y sobrinos, y el mejor escenario para reencontrarnos de tanto en tanto. Todos sabemos que ella es capaz de quitarse, literalmente, el pan de la boca para compartirlo con alguien más. Creo que muchos coincidimos en que sus únicos grandes defectos son la terquedad y el vicio por el cigarrillo, este último ya superado hace varios años, debido a su estado de salud el cual comprometía su sistema respiratorio; la terquedad sobrevive tanto como su afán de ayudar y socorrer a todos por encima de su propia comodidad.
Tía Cuny es el tronco de una larga prole de cuatro hijos, once nietos (uno de ellos fallecido en medio de esta dolorosa pandemia) y seis bisnietos de quienes recibe cuidados y amor sin par, pues es toda una bisabuelita consagrada y sobreprotectora que prepara con amor, deliciosas sopitas para momentos de enfermedad, provee cuidados postparto como lo ha hecho con su nieta mayor y los acompaña abnegadamente en todo momento como si ellos fueran sus hijos también.
Sus dones de extraordinaria cocinera han contribuido también a su merecida fama, pues sus manos preparan exquisitos manjares de la cultura culinaria local, preparados y servidos generosamente para sus múltiples comensales en tantos años de dedicada práctica en el hogar.
En cada familia existe, ese patrón extraordinario de humanidad lleno de nobleza, que resulta insustituible, y se llega a convertir en el hito humano de la integración. El desaparecido compositor Kaleth Morales en una de sus canciones saluda a la “tía universal” y esa es justamente la forma en que percibimos a mi tía Cuny; una tía cuyo cariño nos ha cubierto a todos por igual, aún en los momentos más difíciles de nuestra vida.
Hace más de un año, todos los que la queremos estamos privados del privilegio de abrazarla pues se encuentra resguardada celosamente y rodeada del amor de cuatro bisnietos, en la casa de su nieta mayor, mi sobrina, comadre y ahijada Hellen Mery, a quien crió como si fuera su quinta hija.
En tu cumpleaños, adorada tía Cuny, todos los que te amamos le damos gracias a Dios por tu vida, y te damos gracias a ti por prodigarnos tantos cuidados, pechiche, compañía y cariño. Te deseamos largura de años, salud, amor y plenitud para que sigamos disfrutando de ti, nuestra adorada Tía Cuny, Dios te bendiga siempre tía, hoy día de la Virgen de Fátima.