Colombia está en mora de tener normas jurídicas serias que definan desde cuándo los menores de edad deben ser responsables legalmente por sus actos y asumir las condenas correspondientes. Seguimos, como la patria boba que somos, creyendo que los niños son incapaces de violentar la moral, la ética y la ley con plena conciencia de lo que hacen. Este país tiene unos niños iguales a los de cualquier otra nación del mundo, con sus bondades y demonios particulares.
Me decía una amiga maestra de primaria que mi creencia de que los niños pueden ser tan malvados era cierta y que un adulto cínico y mentiroso palidecería ante uno de estos monstruos. Afirma la docente que hay menores de edad que no solo mienten con plena conciencia de lo que hacen, sino que además, le sostienen la mirada a su interlocutor como retándolo a que le diga que él es un mentiroso. En otras palabras, aquí ya se está en la antesala del hampa organizada.
La cháchara anterior era necesaria para introducir el tema de cuál es la edad ideal para establecer legalmente cuándo estos infantes descarriados tienen que asumir responsabilidades penales. En Estados Unidos hay un caso reciente en que un matrimonio irresponsable le regaló a su hijo de 15 años de edad una pistola. Luego el hijo por problemas de desadaptación social cometió una masacre en su escuela. Al ‘pindonguito’ lo condenaron a cadena perpetua y a la madre le impusieron 15 años de cárcel por conducta irresponsable. El papá del criminal se encuentra pendiente de juicio.
Nada extraordinario ni nuevo en el sistema judicial norteamericano en cuanto a cómo juzgar a los menores delincuentes mayores de 10 años de edad y menores de 18. Ante un individuo en estas condiciones, una vez detenido el fulanito, la fiscalía lo hace valorar por psicología. Si de tal examen resulta que el angelito estaba en capacidad de comprender el daño causado, el único castigo que con seguridad no le aplicarán será la pena de muerte.
En ese sentido, Colombia está en mora de rebajar la edad de responsabilidad penal a los diez años cumplidos. Muchos hemos vivido lo suficiente para recordar que el rito católico de la primera comunión se cumplía cuando el menor tuviera ‘uso de razón’, cosa que ocurría alrededor de los siete años de edad y se entendía que el niño ya se daba cuenta de lo bueno y de lo malo.
En otras palabras, quien llega a los diez años de edad sin tener claro lo que es bueno o malo, ya es carne de cárcel o de cementerio, más temprano que tarde.
Mi propuesta es que los menores de edad, previa valoración psicológica, puedan ser condenados hasta a sesenta años de cárcel de hallarlos responsables de haber cometido crímenes graves, generalmente cometidos sin omitir ninguno de los agravantes propios de los grandes hampones. Vale decir, conocen estos matoncitos el valor social de lo que es asesinar, robar, violar sexualmente a otras personas, etc., con premeditación, alevosía, asechanza, insidia, nocturnidad, escalación de muros, y demás perlas de uso entre los indeseables. Que no se demore una medida legal de este tipo.