Los cambios en las reglas del juego en la industria de los hidrocarburos, estos últimos dos años, han generado un manto de incertidumbre alrededor de Ecopetrol, la empresa más grande de Colombia. El deterioro que viene sufriendo la compañía en sus resultados, debido a la inestabilidad del mercado internacional, así como las decisiones del ejecutivo en materia de exploración y explotación, y la fuerte crisis en su liderazgo corporativo, tienen a la estatal en el ojo del huracán, sin un horizonte claro que disipe el temor por su futuro.
La falta de previsión y una estrategia a largo plazo están costando caro a la compañía, a sus accionistas y a la Nación. Un ejemplo fue la caída en las utilidades del 2023, que según el balance financiero de la estatal, fue del 42,8% unos $19,1 billones de pesos, en comparación con los $33,4 billones de pesos registrados en el 2022, y el descenso en los ingresos que pasaron de $159 billones en 2022 a $143,1 billones en 2023. Datos que reflejan el retroceso y la crítica situación de la compañía.
Hace unos días la Contraloría General de la República advirtió sobre la urgente necesidad de abordar la situación financiera de Ecopetrol en relación con el Fondo de Estabilización de Precios del Combustible (Fepc), debido a las demoras en los pagos por parte del Gobierno. De acuerdo con el ente de control: “el saldo pendiente del Fepc está afectando significativamente a Ecopetrol en términos de capital de trabajo y comparaciones de solvencia y liquidez con otros actores de la industria”. Alertas que añaden más preocupaciones.
Aunque hay factores externos que han incidido en estas cifras negativas de Ecopetrol, los signos de lentitud y falta de agilidad, que demuestra compañía en medio de una industria tan compleja como la petrolera, están deteriorando su reputación y atractivo como inversión segura y rentable. Ni que decir de las últimas decisiones anunciadas, como la confirmación de importar gas desde Venezuela el próximo año, que nos conduciría a la pérdida de la seguridad energética y el incremento en los precios del combustible.
La situación actual de Ecopetrol requiere más que una reflexión pasajera; demanda una acción decidida y transparente. Con un rezago sin precedentes, fruto de la desinversión en la exploración y producción, la reducción en la actividad de taladros, una transición energética estancada, y la evidente inacción de su dirección, la empresa presenta delicados riesgos.
Los resultados en picada hablan de su momento crítico y la urgente necesidad de colocarle la lupa a las decisiones que se están tomando dentro de la principal agencia estatal del país. El vertiginoso deterioro de la compañía aumenta el temor por el fuerte impacto que tendría sobre las finanzas públicas de Colombia, un eventual colapso.
Estamos de acuerdo en que necesitamos una empresa comprometida con la transición energética, pero que también esté enfocada en potenciar los recursos de crudo y gas, garantizando su eficiencia operativa y financiera, así como la seguridad energética del país.
Es urgente mejorar el desempeño de Ecopetrol en el tablero global del sector energético, recuperando su valoración y su posición en el mercado.