En la canción ‘Mi vida musical’, Diomedes Díaz lo dejó bien claro. “Siendo todavía un muchacho allá en Carrizal, donde nací y me crié con los viejos míos, junto con Martín Maestre que era mi tío, que Dios lo tenga en la gloria porque el murió, y de recuerdo Martín a mí me dejó la enseñanza para mi vida musical”.
De esta enseñanza fue testigo Adriana Josefa Sarmiento Loperena, nacida en La Junta, La Guajira, la mujer que conquistó el amor del juglar Martín Elías Maestre Hinojosa, el hijo de Manuel José Maestre y Eufemia Hinojosa. Además, tío de Diomedes Díaz Maestre.
Ella comenzó contando desde el final de la historia que fue el miércoles primero de agosto de 1979, cuando murió Martín Maestre, al transportarse en una camioneta desde La Junta, La Guajira, y accidentarse en la entrada a Valledupar. Adriana Josefa, en ese entonces tenía 20 años y ya era madre de tres hijos: Ela María y Everardo, de cuatro y dos años, respectivamente, y Yojeidi, de 42 días de nacida.
Con la mayor naturalidad comenzó diciendo. “A Martín lo conocí cuando yo tenía 14 años y él 19; a los 15 me empaté con él y a los 16 le parí”. Cuando se esperaba que comenzara a contar sobre la tragedia que la dejó sola con sus tres hijos, siguió diciendo. “Mi mamá Clara Esperanza Loperena Nieves, estaba de acuerdo con la relación. Mi papá Ángel Antonio Sarmiento Gutiérrez al comienzo no, pero cuando llegaron sus nietos aceptó todo”.
Sale de esa encrucijada y señala. “Viví solamente cuatro años largos con Martín porque la muerte no los arrebató. Era muy cariñoso, me ponía serenatas y nunca lo ví bravo. Era un amor bonito, aunque después se volvió mujeriego”. De un tajo cierra ese capítulo y entra a contar sobre el hombre dedicado a la música vallenata.
“Martín se la pasaba componiendo, cantando y tocando su acordeón. A cada rato sacaba una canción. A mí me hizo varias”. Entonces comenzó a citar algunas, como ‘Muñequita linda’, grabada por Juan Piña y Juancho Rois; ‘Mi mortificación’, ‘Me mata el dolor’ y ‘El Limoncito’, conocido también como ‘El palo de limón’, grabadas por Diomedes Díaz.
De inmediato entró a contar la afinidad musical que tenía Martín con su sobrino Diomedes Díaz, hijo de su hermana Elvira. “Era única. Se entendían muy bien y Martín lo guió y le enseñó muchas cosas que después le sirvieron mucho. Diomedes en ese entonces tocaba guacharaca, componía y verseaba bien. Era noble, sencillo y de buenas costumbres. Diomedes hizo parte de mi familia porque tuvo una hija con mi hermana Ángela Martina. Estábamos era unidos”.
Sonrió y aseveró. “Diomedes siempre habló bellezas de su tío. Lo trataba de su ídolo, su ángel, su guardián y su profesor en la música vallenata. Tenían un grupo que se presentaba en toda la región y de esa manera se ganaban sus pesos y traían cosas para la casa. Diomedes, lo quiso tanto que le hizo un homenaje poniéndole su nombre a uno de sus hijos que tuvo con Patricia Acosta, ‘El gran Martín Elías’, un excelente cantante que murió jovencito”.
Se quedó callada, mirando al frente y con ya toda la calma del caso, señaló. “Al morir Martín conté con el apoyo de mis padres para sacar adelante a mis hijos. Gracias a Dios todo salió bien”. Agachó su cabeza y comentó. “La muerte de Diomedes me dolió mucho porque lo ví crecer de la mano de su tío Martín Elías Maestre Hinojosa, ese hombre al que le hubiera gustado ver a su sobrino en la cúspide”.
El relato de ella continuó. “De Martín Maestre tengo una foto donde está montado en un caballo. Además, digo que ese que apareció en la novela de un canal de televisión nacional, ni rastros de lo que era. Se equivocaron del cielo a la tierra. Yo sí lo conocí”. Los presentes en la entrevista lo corroboraron.
La despedida de Martín
Después regresó al punto inicial y entregó detalles de la noche antes de que él partiera del pueblo de La Junta a encontrar la muerte en otro lugar. “Llegó tarde de la noche y entró al cuarto. Yo me hice la dormida. Tomó a sus hijos a quienes abrazó y besó diciéndoles que los quería mucho. Luego se acercó a la cama de mi mamá, la llamó, y empezó a hablar con ella. Le contó que a Diomedes le habían regalado una camioneta, que iban para Valledupar”.
Seguidamente ella misma quedó sorprendida con la siguiente declaración de Martín. “Preocupado le contó a mi mamá que no hacía mucho en la parranda donde estaba, le habían dicho que una paisana llamada Luz Marina, con quien tuvo una relación fugaz, le había parido una hija”. Adriana Josefa, relató que se quedó más quieta, pero estaba que explotaba de la rabia. “Pensé que el otro día cuando regresara le iba a reclamar por su infidelidad”.
Al contar ese episodio se paró de la silla, caminó pocos pasos para despejar su pensamiento y cuando se volvió a sentar varias lágrimas visitaron sus mejillas, y entonces dijo una frase salida de lo más profundo de su corazón: “No le pude reclamar porque me tocó llorarlo”. Se llevó sus manos al rostro y las palabras huyeron porque el sentimiento en trance no daba lugar a más nada. Luego, en medio de sollozos, aseveró. “Ya lo he dicho todo”…
Efectivamente, ella desgajó todas las palabras sobre el hombre que la conquistó con cantos de acordeón, que le regaló tres hijos y le dedicó tantas canciones como ‘Muñequita linda’, esa donde la pintó de cuerpo entero. Un premio a esa mujer guajira que a pesar de todo nunca ahorró amor para darle hasta el final de sus días.
“Te quiero mucho y tú muy bien lo sabes negra de mi alma tenme compasión. Solo en la vida tú puedes curarme para así aliviarme y no sufrir de amor. Sé que mi vida será algo distinto después que decidas cambiar de opinión. Juro ante Dios darte un amor bonito, cual tú te mereces lo mismo que yo”.
El recuerdo de Martín Maestre, el profesor musical de Diomedes Díaz, es toda una novela donde cantos, vivencias y notas de acordeón hicieron posible que la vida tuviera sentido en ese pueblo donde todavía se arrulla el corazón, se extrañan las costumbres y hasta una sonrisa regresa del cielo.