Y Dios me hizo mujer
De pelo largo, ojos, nariz y boca de mujer
con curvas y pliegues
y me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios, compuso mi sangre
y me inyectó con ella y nacieron así las ideas.
Gioconda Belli
Hablar de las matronas de mi tierra genera estallidos de emociones en mi ser porque son ellas un motor inspirador, hoy mis letras rinden un merecido homenaje a una mujer con la fuerza de los cactus guajiros, Ana Mejía Mendoza, conocida cariñosamente como Mamá Ana, quien nació en el año 1922 y debió enfrentar aquella época donde aún las mujeres no tenían acceso a muchos derechos (como la educación o el voto); a sus 101 años su vida terrenal llegó a su fin, pero su fuerza espiritual más viva que nunca, ella, la matrona que conservaba intacta la memoria y gozaba de una particular capacidad de tertuliar y cantar himnos cristianos con el amor inmenso que fluía de ella como mar abierto.
Hoy, que despedimos su ser físico, es importante agradecer por todo su legado y ejemplo de templanza femenina, que en tiempos de machismo y pocas oportunidades para las mujeres demostró carácter y valentía. Gracias Mamá Ana por tu fe inagotable, cumpliste el mandamiento del amor a cabalidad, confirmación de ello son las historias que me compartías sobre la crianza de tus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, además de haber criado a personas externas a tu familia biológica.
Mamá Ana, viajas al cielo con la tranquilidad de una vida en paz y bondadosa, como decías entre risas “Enseñaste a una generación de bien”. Tenía clara las cuentas de su descendencia, en su momento me contó (esta cifra tiene algunos cambios) que era feliz con sus 35 nietos, 7 tataranietos y 60 bisnietos, siendo la mayor de esta extensa lista Ana Teresa, quien orgullosamente lleva su nombre y en sus acciones hace honor al significado de este, pues es compasiva y amable como lo fue su bisabuela.
Mamá Ana logró escribir las mejores historias impregnándole el sello de originalidad, aprendió a cocinar y comenzó a trabajar a los seis años, ayudó siempre a su mamá en sus quehaceres y refiere que debido a que quedó huérfana muy joven debió aprender a defenderse, manteniendo un comportamiento ejemplar, pues ella se definía como una elegida de Dios.
Nunca fue a la escuela, pero afirmaba que lo que aprendió es porque Dios la preparó, fue la primera persona en bautizarse en la iglesia adventista de Riohacha y en su casa hacían los cultos antes de tener sede propia; aprendió a leer a los 50 años para estudiar La Biblia; un aspecto relevante es que antes de aprender a leer, su memoria prodigiosa la ayudó a fortalecer su aprendizaje, pues lograba memorizar los versículos y más de once salmos completos, talento del cual se sentía muy orgullosa.
Cierro estas letras afirmando que me siento orgullosa que mi tierra sea vientre de mujeres que no se le arrugan a nada, gracias Mamá Ana por enseñarnos tanto con tus sublimes historias, que el cielo te reciba entre himnos, esos mismos que siempre cantabas, nos conmueve el alma despedirte, sin embargo, nos tranquiliza que te fuiste en paz. Te amamos y amaremos siempre, es imposible olvidarte.