“Oigan muchachos, yo soy Enrique Martínez, ‘El Pollo Vallenato¡, que nunca tiene miedo si se trata de tocar; Luis Martínez, ‘El Pollo Vallenato’, es candela lo que van a tomar”: Canción ‘El Pollo Vallenato’, de Luis Enrique Martínez.
Merecido tiene ‘El Pollo Vallenato’, Luis Enrique Martínez Argote, epónimo hijo de El Hatico, en donde los ríos de tinta que se han extendido dentro y fuera de sus alares con motivo de la declaratoria de este año como el suyo por su vida, su obra y con motivo del centenario desde cuando vio por primera vez la luz: igual merecido que en un acto de justicia terrenal la Fundación Festival de La Leyenda Vallenata realice en su honor la edición del festival correspondiente al año 2023, claro está que lo que se merece ni se mendiga ni se hurta.
Es imperecedera la gratitud ciudadana con el hombre que después de iniciar su larguísimo periplo trashumante y musical emulando a sus antecesores ‘Chico’ Bolaños Marshal y ‘Pacho’ Rada, propició la revolución silenciosa que está haciendo ruido y adornando interludios porque desentrañó todos los secretos que bien guardados que tenían entonces los acordeones Tornillo de Máquina, El Guacamayas y el Espejito, poniendo a disposición de sus colegas su propio estilo que nos legó como escuela para los nuevos ejecutores del preciado instrumento.
No solo dejó buenos ejemplos con los pitos y los bajos, sino como un caballero en los escenarios públicos y privados, fue digno en su comportamiento, humilde, modesto y ejemplar, buen colega, particularmente respetuoso y respetado, decente y complaciente con sus amigos.
Muy a pesar de su grandeza, nunca perdió la humildad, fue andariego y prolífico en la grabación de su música; de ello hablan las centenares de producciones en discos de 78 y de 45 revoluciones por minuto, y los centenares de long play que grabó, muchas veces por placer, porque plata no había, nunca ambicioso porque lo hacía para divertirse y divertir, para alegrar a la gente y no en busca de dinero, no fue rico porque nunca lo ambicionó, tampoco dio lástima porque su dignidad estuvo incólume hasta el final de sus días, y mientras sus compañeros de oficio compartían en actos sociales con la crema y nata de Valledupar, Luis Enrique prefería las parrandas en alguna finca del Cesar, Magdalena o La Guajira, con ganaderos, algodoneros o los lideres de pueblos de difícil acceso, tomando chirrinchi, whisky o aguardiente, tocando y devorando agrarios manjares, esa es la razón por la cual Abel Antonio y ‘Alejo’ parecían más notables, porque estos sí sabían ‘dónde ponían las garzas’.
Uno de los fallos más controversiales que se han proferido en el Concurso de Acordeones en el Festival Vallenato, ha sido aquel cuando en 1971, IV edición, resultó ganador Alberto Pacheco Balmaceda, un barranquillero bien criado, musicalmente guiado con todo esmero por sus tías, que estudió música, disciplinado y de afinado oído para el acordeón. Sucedió que aquella noche, lo que solía decir mi abuelo, que “seguro mató a confianza”, era que antes de subir a la tarima en la final, para la concurrencia, Luis Enrique era el Rey, precedido como estaba de su fama y su briosa nota picada; ero mientras él celebraba anticipadamente tocando y bebiendo todo el día con sus amigos, en un aposento de la Ciudad de Los Santos Reyes un ilustre desconocido llegado desde la Arenosa se preparaba con todo para clavarle ‘El Pollo Vallenato’ con sus espuelas un tiro de pulmón. Así las cosas, cuando llegó la hora de la verdad, el hatiquero se encarapito en la tarima, trajinado, traguiao con varios litros de ron entre pecho y espaldas y sus 48 años recién cumplidos. Así se enfrentó a un ‘pollito’ desconocido, fresco, sobrio, concentrado y trece años menor que él.
Hoy no es fácil entender lo que sucedió aquella aciaga noche, el jurado de lujo que tomó la decisión no tenía otra opción, el resultado fue Primer Lugar: Alberto Pacheco, Segundo lugar: Luis Enrique y tercer lugar, un muchacho de 26 añitos que había venido de Bogotá en donde realizaba sus estudios universitarios para hacer el ejercicio, mientras gestionaba para grabar su primer LP junto a su hermano, Emilianito Zuleta Diaz, el desconcierto fue colectivo, sucedió lo impensable, el Rey que el pueblo ya había escogido había sido descoronado por un forastero por quien nadie daba un peso, el jurado, insospechable y conocedor del oficio hizo su trabajo, pero como dice Abel Antonio en su canción ‘El pleito’, “El que no conoce el tema sufre de engaño”, era una pelea de la pasión contra la razón.
Los jurados que tomaron la dificilísima decisión fueron Alberto Méndez, propietario de un bailadero en Cartagena, que solo presentaba músicos vallenatos en vivo y música vallenata; el autor de ‘La Piragua¡, el gran músico y compositor José Benito Barros Palomino; ‘Colacho’ Mendoza, que reemplazó a Adolfo Pacheco, quien no llegó; Antonio María Peñaloza y ‘Alejo’ Durán, quien paradójicamente grabó la canción que se hizo en protesta por la decisión que tomaron.
Esa dolorosa derrota para Luis Enrique, para Fonseca y toda La Guajira motivo a Luis Francisco Mendoza Pitre a hacer la canción ‘Festival Vallenato’, que grabaron con gran éxito en 1973 ‘Alejo’ Durán, como habíamos dicho y también Nelson Henríquez, dice así: “El rey ‘Alejo’ Durán, el pueblo quedó encantado, con ‘Colacho’ lastimado, pero se puede aceptar, de Calixto no hay que hablar, su talento es conocido, si se vuelve a presentar, el pueblo elige lo mismo, pero inconforme el pueblo ha de seguir, que le toquen sus aires vallenatos y exigen que sean honrados, desde luego al ‘Pollo’ lo vieron salir en las garras del jurado, Luis Enrique Martínez, ‘El Pollo Vallenato’ que siempre lo ha sido volverá a este ruedo, la tierra de Pedro Castro, orgullo vallenato y justo ha lastimado al pueblo fonsequero, no tendrán palabras pa’ exigirle, que el nuevo rey es un barranquillero”.
A este hombre grande y melodioso lo conocí estando mucho más muchacho que ahora, el 20 de diciembre de 1972 descansando en un chinchorro en un kiosco, en medio de la parranda durante las fiestas del 20 de diciembre con motivo del cumple número 50 del tío Tomás, en Monguí. Fue la primera gran fiesta que se celebró en toda la región después de ‘La Cumbambona’, amenizada por Francisco El Hombre por el fin de la pandemia de la gripe española.