La murmuración es pecado, destruye con envidia y activa la maldad escondida en el corazón humano, el deseo de dañar a los demás, robándoles el derecho a la intimidad, a la vida privada y a la honra.
Un alto porcentaje de políticos, comerciantes, religiosos y gente del común pertenecen al club social de los murmuradores, expertos en hipocresía, trama y hacen planes para destruir al inocente, se apoyan en sus amigos y esparcen rumores con el fin de tomar ventaja sobre sus competencias. Los murmuradores son gente hipócrita y lisonjera, ingratos, traicioneros, sin piedad y esparcen comentarios malintencionados para acabar matrimonios, noviazgos, sociedades, amigos y familias: realmente es gente detestable ante los ojos de Dios y no se quedan sin castigo.
Dios aborrece la maldad escondida, son asesinos en potencia, no se andan con rodeos, sueltan su veneno con facilidad. No se desgaste con este tipo de personas, no hagas como ellos hacen, no es bueno entrometerse en asuntos ajenos, no dedicar tiempo a estas malas prácticas de la lengua. Andar con gente de fe nos ayuda a callar porque de las actitudes justas se agrada a Dios, quien nos bendice con paz y bien.
Dice Santiago en la Biblia “que no se critiquen unos a otros. El que habla mal del prójimo o se hace su juez, habla contra la ley y se hacen juez de la ley. Pero a ti, que juzgas a la ley, ¿te corresponde juzgar a la ley o cumplirla? Uno solo es juez: aquel que hizo la ley y que puso de salvar y de condenar. Pero, ¿quién eres tú para juzgar al prójimo?”. Más claridad y más severidad de la verdad del apóstol Santiago en su carta, nos deja a todos con un juicio severo de lo que es la murmuración y los murmuradores.
Aterrizando todo lo anterior y para ser más específicos en La Guajira, esta plaga se encuentra irrigada en los cuatro puntos cardinales del Departamento y de estos no se salva nadie.
Esta gente es la que más reina en la península. Los murmuradores tienen como terapia hablar mal y juzgar al prójimo. Ni la pandemia los han podido callar en sus aseveraciones malsanas. Las esquinas de nuestros pueblos, sitios de reuniones y tertuliaderos se convierten en el pan de cada día, es más, muchos de estos a los primeros que le dan rejo son al del mismo movimiento político en el cual están militando.