El juramento hipocrático es un compromiso, que solo podemos hacer las personas que nos graduamos en las carreras universitarias de Medicina, tiene un contenido de carácter sólo ético porque nos orienta como médicos en la práctica de nuestra profesión. En Colombia en este año, se han reportado más de 325 ataques contra el personal de salud, instalaciones y vehículos en misión médica, la cifra más alta que se ha registrado en los últimos 20 años; en la mitad de los casos, los responsables de las agresiones fueron pacientes, sus familiares o miembros de la comunidad, insólito!
Guardaré el máximo respeto a la vida y dignidad humana. No practicaré, colaboraré, ni participaré en acto o maniobra alguna que atente a los dictados de mi conciencia. Respetaré siempre la voluntad de mis pacientes y no realizaré ninguna práctica médica o experimental sin su consentimiento, este es nuestro juramento, este en nuestro norte, nuestra misión de médico es la búsqueda incondicional del bien pleno del paciente, la de contribuir a su realización plena como ser humano, siempre con un consentimiento del paciente o de un familiar.
Se conceptúa que el médico es una piedra angular en la sociedad humana y un intermediario entre el hombre y Dios y siempre nos encomendamos a Dios día a día cuando dejamos nuestras familias para ejercer y servir a nuestros pacientes, con quien convivimos más que con nuestras propia familias; históricamente la medicina y los médicos propendemos por preservar la salud o atendiendo la enfermedad de las personas el capital más preciado de una sociedad, pero tristemente vivimos una desadaptación social y unos aberrantes comportamientos que atentan contra un derecho fundamental que es la vida. ¿Hoy que significa para la sociedad ser médico?
Estamos enfermos, nuestra sociedad está enferma, la violencia contra los médicos y personal de la salud no se detiene, pues ya son dos los médicos que han sido asesinados en Colombia en menos de 24 horas, le están quitando la vida a quienes salvan vida, ¡qué ironía! El primer caso se registró este jueves 18 de abril de 2024 en la ciudad de Medellín y el segundo caso en nuestra tierra Cuna de Acordeones, en Villanueva, tierra golpeada por la violencia pero habitada por gente buena y pacífica, el 19 de abril de 2.024 le cegaron la vida al médico Jesús María García Oñate, un médico como decimos en la provincia, ‘Un médico del pueblo’. Padre de cuatro hijos, un esposo, un hermano y un amigo.
Postura de un sabio: ni desea la vida, ni rehúye dejarla, porque para él, el vivir no es un mal, ni considera que lo sea la muerte y así como entre los alimentos no escoge los más abundantes, sino los más agradables, disfruta no del tiempo más largo, sino del más intenso placer; otro decía: el peor de los males, la muerte, no significa nada para nosotros, porque mientras vivimos no existe, y cuando está presente, nosotros no existimos, estas posturas no deben estar en manos de un sicario de un asesino, deberíamos dejársela al momento natural, cuando Dios lo disponga, pero la enfermedad que hoy circula en nuestra sociedad es una pandemia permanente.
El asesinato del Dr. García Oñate nunca debió pasar, era un médico no de la vieja guardia, me atrevo a decir que de la media guardia, del clínico del médico familiar del estar dispuesto como se dice ahora 24/7 del que tocaba al paciente; después de la ley 100, cambiaron las reglas y hoy muchos jóvenes estudiantes de medicina eligen esta profesión para ayudar a los enfermos, la mayoría de ellos culminan su formación con índices de empatía muy bajos.
Esto se relaciona con lo que se ha llamado ‘el carácter desvinculante de los médicos’, que se refiere a “la predisposición que se aprende con la práctica, que ciertamente los capacita para no involucrarse a nivel emocional con cada paciente, pero que fácilmente los habilita para ir mucho más allá, pero no se socializa y por ende no es entendido por parte de nuestra sociedad. Nosotros los doctores no somos Dios; el objetivo de crear leyes para la mala práctica profesional, en particular la médica, debería ser evitar errores que puedan provocar incapacidad permanente o muerte y no solo limitarse a castigar a los profesionales directamente relacionados en el hecho y menos tomando justicia por propia mano.
Muchos tienen una idea equivocada de los médicos. Nos creen súper humanos. Se imaginan que podemos curar males y salvar vidas en todo momento y en todas las condiciones. No es así, ya que como seres humanos tenemos límites y sobre todo nos equivocamos, a pesar de toda la atención que pongamos en nuestro trabajo. Nadie tiene derecho de quitarle la vida a otra persona, y menos a uno que vive y sirve para que otros vivan.
Esto no tiene que pasar. Los médicos no tenemos por qué morir de ninguna forma violenta; en este caso puntual del vil asesinato de del Dr. Jesús María García Oñate; debe haber justicia, Dios y ella permitan que no se convierta en otra impunidad. Consignamos nuestra voz de rechazo y repudio.