Hernando José Marín Lacouture se pintó de cuerpo entero llegándole enseguida la inspiración para hacerle canciones a su querida Guajira con aristas en distintos pueblos, a las desigualdades en su comarca las graficó de manera directa, a las mujeres las pechichó en su noble corazón y siempre soñó ver juntas a una mujer blanca con una negra.
En aquel recordado recorrido del hijo de El Tablazo, municipio de San Juan del Cesar, aparece un episodio que marcó su vida haciéndolo llorar sin parar. Una vez, notó que los días se sumaban a los meses y sus muchachitas, Ana Cely, a la que por cariño llamaba Shely, y Ana Tatiana Marín Corrales, iban creciendo.
Intentó esculcar los años y atajarlos poniendo sus manos como una barrera, pero amanecía más temprano como si el tiempo tuviera carrera y las horas le hicieran el juego. Entonces, dejó constancia en el canto ‘Mis muchachitas’ grabado en el año 1993 por los hermanos Zuleta, donde plasmó su amor por sus hijas. Ellas siempre lo recuerdan como ese padre de temperamento fuerte, pero amoroso y consentidor.
Así era…
‘El ángel del camino’ con cuyo seudónimo se presentó en el Festival de la Leyenda Vallenata, cosechó una gran cantidad de triunfos porque su talento le permitió hacerlo, debido a que la creciente de su poesía era más grande que su estatura, sus vivencias evocaban la naturaleza y hasta su corazón latía como el repiquetear de una campana.
En cierta ocasión se dio a la tarea de mirarse por dentro y al llevar esa experiencia a su pensamiento, después de moldearla con su guitarra escribió: “Este es el verso que motiva el sentimiento de un hombre que se ha entregado sin medida. Yo descubrí en el polen de una flor la huella que dejó un suspiro enamorado. Yo descubrí en el espacio de Dios la primera canción de mi pueblo olvidado. Ese soy yo el que hace una canción cuando está enamorado. Ese soy yo que le sobra valor para cantar llorando”.
La inspiración en aquel glorioso instante no hizo pausa en el cerebro del compositor y continuó. “En mi no existe la traición ni el desengaño, porque soy una canción en hora buena. Y mi poema reflejo de luna llena, es la imagen clara de un retrato hablado porque soy hecho con un pedazo de verso. Yo nací de un primer beso porque soy el mayor de mis hermanos”.
Valledupar del alma
En el álbum de sus canciones quedó una pegada al alma de Valledupar, esa tierra donde vivió muchos años, y alcanzó el más sonoro triunfo en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1992.
En la extraordinaria canción ‘Valledupar del alma’, esbozó todo el significado del folclor vallenato, y sobre la tierra donde echó raíces hasta florecer en el pentagrama mundial.
“Cancioneros del Valle que alegran las tardes con ardientes sones, hoy les pido que canten para que relaten sus inspiraciones. Vengan cancioneros de mi pueblo con la música que llena de alegría los corazones. Vamos a poner en cada coro una nota del tesoro que tienen los acordeones. Vamos a llevar en cada canto un mensaje de felicidad, para que mi pueblo vallenato sea el espejo donde el mundo hoy se tenga que mirar.
En la segunda estrofa invitó a todos para que vinieran a Valledupar, la tierra de los más bellos abriles, de los cañaguates, los acordeones, los mitos, las leyendas, la poesía en su mayor exquisitez y donde se trabaja cantando.
Canta conmigo
Hernando Marín era de cuna humilde, trabajador del campo y conocía de cerca todos los esfuerzos que se hacían para salir adelante. Por eso entre sus cantos tuvieron lugar los episodios que encontraba a la vera del camino.
Es así como en el año 1990 el trovador del pueblo, pidió que el mundo fuera más pequeño, estuviera cerquita del cielo y se pudiera cambiar la guerra por paz y amor.
Diomedes Díaz y Juancho Rois hicieron eco de su clamor de paz y ese mismo año le grabaron la canción ‘Canta conmigo’ que marcó la pauta porque se encendía la llama de la esperanza y el reconcilio entre los colombianos.
“Yo quiero que el mundo sea más pequeño, estar cerquita del cielo para jugar con el sol. Quisiera juntar el cielo y la tierra, llanuras y cordilleras y unir las aguas de Dios. Ver junta a una mujer blanca con una negra y que no existan rencillas por el color, y oír en la voz del pueblo un canto en mi tierra, yo quiero cambiar la guerra por paz y amor”.
Esa canción tuvo tanta influencia en la vida del compositor que solicitó ser interpretada cuando se le agotaran sus días en la tierra, hecho que sucedió el cinco de septiembre de 1999, y a través de esa obra volver a invitar al pueblo a cantar y untarse de paz. Se cumplió su voluntad porque en su sepelio la letra de la canción fue repartida en la plaza Alfonso López de Valledupar y todos la entonaron:
“Canta conmigo mi pueblo y el viejo Valledupar. Canta que tu canto es como la luz del cielo, canta porque tú naciste para cantar”.
A Nando Marín, como lo llamaban sus más allegados, pocas veces el hilo conductor de la inspiración lo sacó de su amado territorio y pudo cantar infinidad de canciones como a ‘La dama guajira’, a una bella ‘Sanjuanerita’, a la vecina de ‘Chavita’, a la ‘La ley del embudo’, a ‘La creciente’, a ‘Los maestros’, y como hombre humilde y agradecido a su burro ‘Placeres tengo’.
Ese mismo que embarcado en el tren de sus realidades poéticas y sinceras declaró: “Me llaman el invencible por mis cantos vallenatos, porque cada vez que canto alegro los corazones. No hay rincón de Colombia donde no escuchen mis cantos. La espada para mi lucha es mi corazón alegre, y mi caballo guerrero la letra de mis canciones. El himno de mi victoria es un conjunto de acordeones y voy llevando mi bandera aquí en mi tierra y fuera de ella, porque soy invencible”.
Las canciones de Hernando Marín siguen pegadas en el corazón del pueblo, porque tuvo la virtud de andar con paso firme por sus facetas de hombre romántico, crítico, costumbrista y picaresco. Además, dejó la mayor constancia en una de sus frases célebres: “Más vale llegar a ser, que el haber nacido siendo”.