Las matronas de mi tierra están todas hechas en el mismo molde.
Fueron creadas en una árida península y remojadas en una poción de raciones de coraje, una pizca de paciencia y doble porción de aguante, una cucharadita de fervor, dos chorritos de determinación, 4 onzas de resiliencia extraídas del corazón de un cardón guajiro y un gran puñado de «fuerte en su mandato».
Son autoritarias y los «porque me da la gana», suelen ser la explicación que brindan a tus reclamos inútilmente desesperados. Y cuando digo inútil no exagero; cuando ellas dicen no, es no y podrás traerles al mismo Papa pa’ que interceda por ti, que naita les cuesta soltarle a su santidad en su cara un «ambua Pacha».
Ellas son de una sola pieza, «hilo hasta el carreto», fieles a sus principios y convicciones y saben defenderlos e imponerlos a capa y espada. Probablemente te liquidarán con un: «carajo mijita, y todavía no son 3 dioses?». ¿Y quién se atreve a contradecir semejante dogma de fe? Sería un sacrilegio y ellas sí que son expertas en el arte de la manipulación.
Sus «Ay Dios mío, dame paciencia», se los gastan todos en cosas sin importancia: como cuando no le echas suficiente hielo al jugo de mango o dejas prendido el foco del baño. En cambio cuando estás realmente en problemas y la hiciste boja, reboja, ellas sabrán a defenderte como gata rabiosa y te envolverán con su manto protector, tejido con amor y respeto, y muchas veces, con grandes sacrificios y velas encendidas a una poderosa ‘Vieja Mello’ capaz de resolverlo todo: desde los rojos del boletín hasta una enfermedad letal; pasando por las malas situaciones y hasta por amores no correspondidos.
Para muchas de ellas, sacarte adelante no fue un paseo, pero lo hacen con una destreza sin igual que permiten que para ti, todo parezca fácil y hasta divertido.
Las matronas no saben de psicología y poco les importa aprender los mejores métodos pedagógicos de la actualidad. Ellas tienen su estilo muchas veces drástico, de chancletas voladoras y manejan el látigo corrector mejor que ‘El Zorro’ de las colonias españolas.
Cuando de encarrilarte se trata, no dudan en anticiparse a la consecuencia de tus actos: «Te va a caer la critica encima y serás el hazme reír de todo el mundo», te sentencian certeramente.
Ellas tienen una red de apoyo más efectiva que «familias en acción». De hecho, en su mesa se sientan, sin anuncio, una diversidad de bocas que casualmente llegan a la hora de la comida y serán siempre bien recibidas o simplemente las ollas, calderetas y peroles de sus casas, acostumbran a irse de paseo, con sus guisos y menjurjes exquisitos por todo el vecindario.
Como extraño estos personajes y veo el tiempo llevárselas lejos de mí e inútilmente extiendo mis brazos para retenerlas.
Ahí se van las Francas y las Lourdes, las Chaves con las Rebecas y también se van las ‘Meche’ y las Betsi, junto a Inés y Ena
Luz… Se van como animales exóticos en peligro de extinción.
Entonces me miro al espejo y descubro unos hilos de plata adornando mi cabeza y sonrío llena de orgullo, imaginando que, al menos en contadas ocasiones, yo podría ser una de ellas… ¡Ambua! Ese molde lo votaron y de esa serie ya no nacen más.
Larga vida a las matronas que aún están y un descanso eterno para las que ya partieron y que ahora viven en nuestros corazones y en nuestra memoria anhelante.
Que tengan ustedes un riohacherísimo día: alegre y cálido.