Dedicada a mi madrina, Yenis Sierra de Fuenmayor (q.e.p.d).
Desde pequeña mi madre me enseñó que las madrinas son la extensión del amor materno, gracias al universo tengo varias madrinas muy especiales, las que siempre me han regalado su afecto guajiro y me han motivado a seguir adelante con mis proyectos; mis madrinas Made, Kyka Freyle, Cándida, que aún viven y mis madrinas Simona y Yenis que ya han partido con la dolorosa muerte, todas han sido especiales, noto su amor cuando tenemos encuentros bonitos. Se que esto y muchas razones más me inspiran a trabajar a favor de las mujeres.
Las relaciones con las madrinas y los padrinos en La Guajira son muy profundas, se viven con respeto, generalmente son familiares o cercanos a la familia pues no se nombra padrino o madrina a cualquiera, con esto no quiero entrar en discusiones de credos, no me estoy refiriendo a creencias religiosas, sino a un tema cultural con el que crecemos en una tierra de afectos como lo es La Guajira.
Hoy quise enfatizar estas letras en mis madrinas (y no en mis padrinos) porque quiero homenajear a una de ellas –Yenis Sierra– quien hace pocos días falleció dejando un dolor profundo en quienes sentíamos que eran muchos años los que le quedaban por vivir, para disfrutar a sus hijas, a sus nietos y nieta, a sus estudiantes, sus amigos y la comunidad en la cual trabajaba. Hoy escribo desde el dolor y es paradójico que nos cueste aceptar –la muerte– siendo la verdad más perenne que tenemos los seres humanos, me siento atrevida cuestionando la voluntad de Dios, pero cuestionarlo fue mi primera reacción.
Mi madrina, se fue con esa ola de muertes en tiempos de pandemia que duelen al doble, duelen más porque nos aleja de los rituales de velorios guajiros, la reunión de la familia y los amigos para darle el último adiós sin miedo a los contagios; lastimosamente estamos en un tiempo donde la muerte llega con arrogancia y nos invade de agudo temor y hasta rabia, pido perdón a Dios porque con atrevimiento le reclamé por el milagro esperado ¿Acaso sus seres queridos no merecíamos que ella se sanara y diera testimonio? Ella, una mujer de fe, entregada a sus sueños, que no se le arrugó a la edad para hacer una maestría, que no se rindió jamás en el reto de formar a tres hijas y asumir retos, que se entregó a ser maestra de las nuevas generaciones guajiras y a las rancherías donde estaban las escuelas, en las cuales, era asignada como docente; era una mujer alegre, amiga de sus amigos, comadre de sus comadres, ternura al máximo, siempre consintiendo con sus palabras dulces, una mujer propia de nuestra tierra, llena de fortaleza, resiliencia y determinación, a la cual, muchas cosas no le tocaron fácil pero no se rindió y seguía adelante.
La partida de mi madrina me ha llevado a reflexionar respecto a que perdemos tiempo sometiéndonos a pensamientos que nos atormentan y que no siempre responden a la realidad, toda mi infancia viví con miedo de que mi madre falleciera pues era la más “viejita” entre las madres de mis amigos, actualmente varios de ellos han perdido a sus madres y la mía sigue intacta y lo mas lindo mi abuela de 109 también sigue viva, con esto aprendí que la muerte no tiene edad; el ejemplo, es que mi madrina Yenis tenía 20 años menos que mi madre.
Estas letras son nacidas del alma, mi madrina hizo parte de mi vida y por esos los recuerdos con ella siguen y seguirán intactos; recuerdo mi infancia pasándome los días en su casa, con mi padrino Ofo y sus hijas Astrid, Yulitza y Aniana quienes son como mis hermanas, han estado en momentos fundamentales de mi vida y mi familia ha estado en los de ellas.
Cierro estas letras diciendo que han sido muchas lágrimas las que me ha robado su partida, soy humana y tengo la fragilidad natural de los humanos, pero aun con ese dolor le doy gracias al universo por regalarme madrinas especiales y a una como ella, quien siempre me vio como la niña milagro que había nacido como la novena hija de una mujer de más de 40 años y con una enfermedad que le podía acortar los días, pero quien fue salvada por el amor de su familia y de madrinas como ella.
Valoremos cada momento, que en tiempos de frustración nos colguemos de la esquirla de fe que nos quede y recomencemos, no perdamos la vida cultivando rencores, sometiéndonos a imaginarios que solo nos enferman, es momento de liberarnos, vivir a plenitud y aferrarnos a la fe.
Madrina, que el cielo te reciba con los vallenatos clásicos que tanto te gustaban y que desde allá tu ternura nos abrace para entender que ya no estarás físicamente pero que siempre estarás viva a través de tu legado, de tu familia, de tus hijas, de tus nietos y de cada niño o niña que tuvo la fortuna de ser tu estudiante y llamarte – seño.