Las costumbres de mi pueblo sanjuanero se han perdido. La inversión de los valores viene haciendo estragos en una sociedad de consumo donde los antivalores están haciendo carrera en una población que, en otrora se distinguía por la mística, el civismo, el respeto, la consideración, el altruismo y el aprecio por los valores y los talentos de los demás. Las adalides de la cultura y el progreso como José y Eduardo Lacouture, Rafael Celedón, Manuel Antonio Dávila, José Eduardo Guerra, ‘El míster’ Brito, Carlos Ariza Molina y ‘Yin’ Daza Noguera, entre otros, hoy se recuerdan con gratitud y nostalgia por esa huella imborrable que dejaron en la sociedad, pero su legado va en vía de extinción.
Hoy la cultura del odio, el rencor, la envidia y el deseo de venganza conjugados con la ambición por el poder político quiere impedirnos mirar la inmensidad de oportunidades que tiene este pueblo por encima de esas rencillas estériles y sin sentidos ni sueños colectivos. Cualquiera se iguala con el cura, con el maestro y con el alcalde y lo irrespeta y lo vitupera con altivez y arrogancia. No se respeta a los padres como antes, ni los compadres entre sí, ni los ahijados a los padrinos, ni los alumnos a los maestros y menos los ciudadanos entre sí. Estamos viviendo una crisis de valores que está tocando fondo. La vida fácil y los ingresos del bajo mundo y al margen de la ley también quieren permear a esta sociedad. Pero los sanjuaneros no podemos ser inferiores a la responsabilidad contraída al nacer aquí en este suelo y este pedazo de cielo.
La sociedad no puede dejarse voltear patas pa’ arriba por quienes pregonan progreso solo en sus manos como artesanos de la mentira como si fueran más sanjuaneros que los propios raizales. Qué paradoja de la vida, hoy en la radio local hay programas que no informan, sino que desinforman e incentivan la rencilla y la confrontación convirtiendo la mentira en verdad. También desde afuera quieren gobernar los que pierden, sin una oposición legítima y reconocida para ejercer el protagonismo que les corresponde.
En San Juan hoy se califica y se descalifica a los demás con una actitud retadora y desafiante muy agreste. Estamos volviendo a los tiempos pretéritos haciéndole apología a la lengua sanjuanera y acudiendo a las prácticas de denigrar de los demás porque no se soporta el disenso ni la razón en boca del otro. No podemos olvidar que, a San Juan del Cesar, lo reconocen por sus congresistas, Antenor Durán, Práxedes Bolaño, José Alberto Mendoza Romero y ‘El míster’ Brito. También por sus gobernadores, Lola de La Cruz, Álvaro Cuello Blanchard y Tania Buitrago. De igual manera, María Teresa Egurrola como Reina nacional de la belleza, impulsó por el país nuestra costumbre de entregar el corazón con su belleza exótica. Así mismo, el Rey de Reyes del acordeón vallenato ‘Colacho’ Mendoza, lo mismo que Franco Arguelles, Diomedes Díaz y ‘Juancho’ Roís, engrandecieron el mapa cultural de San Juan y lo grabaron en los corazones de Colombia. Pero también ha hecho grande este municipio, el talento innato de nuestros autores y compositores, quienes con su musa y su pluma han hecho de la vida una canción y de San Juan un emporio musical, se destacan ‘Tijito’ Carrillo, Hernando Marín, Máximo Movil, Roberto Calderón, Marciano Martínez, Aurelio Núñez, Luis Egurrola, Hernán Urbina y Deimer Marín, entre otros.
Ese es el San Juan de donde venimos y le corresponde ahora a esta generación y a las siguientes edificar el futuro municipio sobre esas bases, construyendo sobre lo construido. San Juan es y ha sido un pueblo grande y de porte señorial. Una cuna incomparable con gente prestante y de trato fino y exquisito por su cultura como ‘Yin’ Daza, Luis Mendoza Sierra, Zenobia Orozco, Adina Ariza y Altagracia Carrillo. Líderes y dirigentes humildes que construyeron la estatura cultural y política de este municipio como Humberto Roís, Luis Manuel Daza, Abigail Vega y Arnoldo Marulanda. San Juan necesita continuar por esa línea de conducta de un desarrollo cultural y cívico con participación ciudadana y mucha pertenencia, pero con visión prospectiva y culta sin intereses mezquinos y sin apagarle la luz a los demás para brillar. Soñamos con un San Juan con principios y valores cristianos, que le siga rindiendo culto a la amistad como a la familia y donde se respete la libertad, el orden y el buen nombre de sanjuaneros eminentes y prestantes.