La verdad es que nuestro pueblo está ávido de buenas noticias. La mala noticia no puede seguir siendo el pan de cada día y mojando prensa y convirtiéndose en los principales titulares de los diarios de nuestras regiones. Esta práctica ha venido haciendo carrera y nos agrede y nos envilece cada día más. Un país de guerra y de violencia prolongada y recurrente por doquiera, lo acostumbraron a la crónica roja y cuando no es una cosa es la otra, pero lo han dejado sumergido en ese escenario de malas noticias.
De generación en generación se observa que, en los confines de nuestro país, la población se levanta a curiosear cuál fue el último acontecer del día anterior en búsqueda de las noticias malas y agrestes. Los noticieros y radio periódicos deberían tener un formato desde una perspectiva optimista. Desde luego entonces, que necesitamos aprender a posicionar las buenas noticias, si las hay.
A destacar las buenas obras de nuestros hombres y mujeres en el diario acontecer que puedan darle gloria a nuestra patria y a la sociedad. Exaltar con la terapia del elogio los buenos hechos y el reconocimiento que merecen los demás, por la grandeza de sus talentos y las buenas obras de sus manos.
La violencia, la corrupción, las prácticas del bajo mundo, la discordia, la codicia y la ambición con todas sus prácticas conexas, no debiera seguir siendo lo que colme la atención de los incautos. Necesitamos impulsar y promover más las buenas noticias como el antídoto de las noticias malas. Sobre todo, en medio de esta pandemia que ha empobrecido a los ricos y ha vuelto más pobre a los pobres. Las nuevas noticias deben plantear una luz al final de este túnel gris y tenebroso, que cada día se prolonga más y más, con mucha incertidumbre sobre el nuevo orden mundial.
Por todos es sabido que, esta emergencia social y económica que vivimos demanda un nuevo orden y una nueva sociedad. Por lo tanto, la orientación desde el rigor científico y académico sobre la hoja de ruta para reactivar la economía y los planes de negocio debería convertirse en una buena noticia.
Igualmente, el rompimiento por parte de nuestros gobernantes de las viejas prácticas político-administrativas, pensando más en las próximas generaciones que en las próximas elecciones, sería otra muy buena noticia.
La visión de un nuevo modelo de gobernar y administrar con moralidad pública y dándole respuesta al pueblo hasta mejorar sus condiciones de bienestar y desarrollo humano, sería otra buena noticia. Del mismo modo, soñar con territorios que sean ejemplo de paz y convivencia y destacarlos, también se convierten en unos candidatos al Premio Nobel y Oscar del nuevo orden y la buena noticia. Pero la idea es que nos propongamos entre todos a derrotar la mala noticia con buenas noticias de orden local, departamental y nacional.
Difundiendo más lo bueno y no haciendo esos shows mediáticos con lo malo, ni gozándose del mal ajeno, como ocurre a veces. Apostarle a las buenas noticias es cambiar de mentalidad y actitud con respecto al medio en que vivimos.
Tenemos que recuperar la confianza en nuestros ciudadanos y en nuestras instituciones públicas. Evitar las polarizaciones solo por pasión y odio. Apartándose de todos los cánones de la deslealtad, la envidia, la intriga, la trampa, el engaño y la traición, lo mismo que la codicia por el dinero, responsable de todos los males de nuestra sociedad. La Buena noticia, nos llevaría a volver a creer en nuestra sociedad y a hacer parte de la construcción del tejido social.