Soy médico y me he atrevido como tal a hacer este escrito después de analizar con precisión quirúrgica y planear como un procedimiento médico infalible la redacción de su contenido y la conveniencia de hacerlo porque me parece un comentario muy sensible en un campo de exclusiva territorialidad, pero que si no se dice lo que están sintiendo muchos pacientes y por tal lo refieren, es posible que sea ya acto ‘normalizado’ la manera como se está realizando la atención médica en consulta externa y en las consultas de urgencias, tanto por especialistas como por médicos generales.
Hago todas estas consideraciones precedentes porque espero que mi exposición y narración de vivencias no lo vayan a convertir en un documento de incriminación o de pontificación, o de censura, o de sobrada erudición. ¡No! ¡Nada de eso! Lo hago precedido de mi experiencia de una mesurada y respetuosa obtención de información y sigilosa manera de buscarla como si fuera una labor de la más fina inteligencia; lo he hecho así porque sé que me voy a referir a mis colegas, a quienes respeto y por demás declaro permanentemente mi admiración al ser miembros de la noble profesión de la medicina.
Sé qué debo tocar para ser íntegro e integral en mi apreciación al sistema de salud, en especial lo concerniente a la atención médica o acto médico, debido al muy popular comentario de muchos pacientes que me han confesado y me han puesto de presente su experiencia cuando han ido a urgencias, algunos, y por consulta externa otros. Celebran que fueron atendidos, “pero desdicen porque el médico detrás de un computador escasamente lo miraba para preguntarle, no lo examinó, no le puso la mano ni mucho menos un aparato cuando ya le estaba entregando la historia clínica y la fórmula, y nunca se levantó de su escritorio”. Muchos me dijeron “que no saben cómo o por qué los recetó si después de lo que le hizo la auxiliar de enfermería no le hicieron más nada y el médico menos”.
Para los lectores, no del sector salud, de manera sucinta quiero compartirles qué es el acto médico. Es el conjunto de acciones que recibe el usuario o solicitante de atención médica y se presume que son por demás idóneas, humanizadas, personalizadas y respetuosas de los derechos del paciente, con el fin de diagnosticar, tratar y rehabilitar bajo, entre otros principios rectores de la atención médica (oportunidad, accesibilidad, confidencialidad, integralidad, calidad).
Este acto médico constituye dentro de la atención médica unas acciones para generarle confianza al paciente con los profesionales de la salud que lo atienden y el entorno del sitio; por eso son los actos, los gestos y expresiones del médico con que le genera confianza a su paciente y ésta la consolidan con su criterio profesional y decisiones idóneas que dan curación o alivio al paciente que va en busca del mejoramiento de su salud o integridad física. Es decir, el paciente debe salir bien atendido, en toda la extensión de la palabra, y satisfecho de su consulta.
No espero que se den los colegas, médicos generales y médicos especialistas, u odontólogos, nutricionistas, psicólogos y personal de enfermería, por aludidos o estigmatizados. Esta reflexión es un llamado para retomar el camino de la buena práctica, de la atención humanizada y de calidad sin dejar de cumplir los pasos que la atención medica administrativa y el sistema imponen, como es registrar todo por el computador; pero no está de más recordar que eso debe hacerse de la manera más objetiva, técnica y apegada a los principios de la Ley 23 de 1981, y de manera más importante, qué sea con criterio idóneo y con actitud humanística, pensando todo el tiempo: el paciente siempre primero con justicia y equidad, o sea, haciendo lo justo y necesario, respetando los derechos de cada persona, y al tiempo cumpliendo honestamente con las empresas que les permiten, a través del sistema, contar con nuestros servicios profesionales.
Nosotros cuando estamos recibiendo la formación médica estamos recorriendo un camino recto cimentado con buenos conocimientos y recibiendo estos conocimientos para aprenderlos bajo nuestra responsabilidad con el apoyo de procedimientos y protocolos técnicos probados por la evidencia médica científica, para ser aplicados indefectiblemente durante el acto médico en la atención médica; pero cuando ese acto médico no se realiza con toda esa virtud o dentro del principio de justicia por el paciente, pareciera que estamos desandando ese camino recto de conocimientos y protocolos técnico-científicos y fuéramos por la trocha sinuosa de la indiferencia humana y estuviéramos en franco homenaje a la desidia o mal acolitados por nuestra actitud, o arrastrados por el sistema para darle más importancia a los derechos de un reporte computarizado que a hacer lo justo y equitativo por ese paciente que desde el momento mismo que llega a un centro médico buscando atención, acosado por signos y síntomas que fustigan su salud, es una persona en condición de desventaja. Ahí es donde debe primar el contenido del antiguo Juramento Hipocrático, hoy Declaración de Ginebra, que prometemos cumplir como médicos: velar ante todo por la salud de nuestros pacientes. Esto no quiere decir que se deba desatender un requisito sine quanon del acto médico como es elaborar la historia clínica, pero debemos tener presente que esa historia clínica se construye mediante un riguroso proceso de exploración física que después de saludar amigablemente al paciente, se comienza por mirarlo y observarle características externas buscando información semiológica o clínica, y luego hacer un técnico interrogatorio, cuando es posible, para obtener la mejor información oral, y después, un detallado examen físico y sus técnicas de palpación, percusión y auscultación, que conlleven a un certero diagnóstico.
Colegas, si nos absorbió el sistema y solo estamos atendiendo detrás del computador, como a control remoto desperdiciando la oportunidad de una buena atención por tener el paciente al frente, sacudámonos y volvamos a la buena práctica médica, la del contacto profesional con el paciente.
Corolario: No atienda un paciente para hacerse su amigo, pero sí para que el paciente lo recuerde con respeto, gratitud y como un profesional que además de curarlo le dio confianza en un momento muy difícil de su vida: cuando estaba enfermo.