Por Rodrigo Daza Cárdenas
Hacer una nota sobre la serenata parecerá un escrito fútil o sin valor cotidiano en la vida política y social de la comunidad, pero tiene importancia cultural, sociológica y folclórica.
El referirse a la serenata es referirse a una insignia del romanticismo, ese que todos llevamos por dentro y lo manifestamos en cualquier momento de diferentes maneras, y se vive y se recibe con diferentes intensidades el estímulo emocional que él produce en “el serenateador”, en “la serenateada” en “los serenateros” y en el entorno, espacio este que lo componen: los que acompañan a la serenata y el ambiente que se vive adentro de la casa donde está la serenateada.
Fue durante la conexión con la parranda virtual de Jorge Naín cuando la investigadora social, cultural y folclórica, la paisa Marina Quintero, refiriéndose a la serenata la describió “como un acto excelso de la instancia romántica entre la enamorada y el enamorado”, pero que se ha perdido y se han dejado de disfrutar y de vivir todos los acontecimientos que la rodean; y ahí mismo, Jacinto Leonardi Vega, quien era el compositor invitado, fue más allá y aseguró que “los jóvenes de final de siglo hasta ahora, no saben lo que encierra una serenata romántica en una ventana, porque no la han vivido”.
La descripción de Marina y la precisión de Leo, me revolvieron pensamiento, anécdotas, sentimientos y emociones de lo que es una serenata y comencé a repensar los momentos históricos que construimos en Villanueva alrededor de las serenatas que no faltaban todos los viernes.
Y dentro de esa recordación, añoranzas y análisis del estado actual de la serenata, coincido que es cierto que esa manifestación se ha perdido como forma de conquista y ha quedado, lo que hoy se vive, como una forma de entretenimiento. Por eso Jacinto Leonard y Vega, un poeta de la música vallenata que se autoproclamó serenatero, dijo: “Los actuales jóvenes no han disfrutado el valor de una serenata; no saben que aporta o qué define una serenata para la enamorada o para la novia o la esposa”.
Digo que una serenata es un acto sublime que tiene a la música como vehículo de expresión de sentimientos.
En nuestra región, en el país e incluso en el mundo, una serenata no era un simple trasnochón, era un acto que se premeditaba, que se planeaba y cundía muchas veces de nervios y “mariposas en el estómago” al serenateador, de acuerdo a la circunstancia o situación que demandaba esa serenata.
Los niveles de emoción, de fabulación que se crea el enamorado cuando es para conquistar o halagar; se pierden los miedos, siempre se acelera el corazón y como es un mar de incertidumbre lo que pueda pasar, las descargas adrenalínicas son inmensas.
No he encontrado en la literatura quien pueda definir el cúmulo de emociones de una serenata, lo que pueda acontecer en esos 25 minutos que debe durar una buena serenata, sin contar los acontecimientos postserenata, que son desde actos idílicos, sociofamiliares y hasta bochornosos que a la larga se convierten en actos chistosos.
Eso y muchas más son las tantas situaciones que se viven alrededor de una serenata, y muchas son casi tragicomedias porque en torno a una serenata se puede vivir despecho, situaciones amorosas y de gran pasión, se puede llegar a recibir un sí de la mujer pretendida, como también se puede llevar el romancero un no y una despedida y finalización de una historia amorosa.
Las serenatas nacen para expresar amor y nacen cuando ilustres poetas a sus románticos poemas le pusieron música.
Ahora están dando serenatas virtuales. Con esto se dice adiós a las emociones naturales y llegan las representadas en likes.