En riesgo y amenaza queda el departamento de La Guajira con los últimos aconteceres en la hermana República de Venezuela y en Colombia, nuestro propio país. Con el régimen dictatorial del presidente Nicolás Maduro, se generó en el pasado una de las peores crisis migratoria de la cual se tenga noticia en la historia, y ahora, amenaza con agudizarse, por lo que se vive en carne propia en la frontera viva con la hermana y vecina República bolivariana, donde ya nuestros hermanos wayuú comienzan a movilizarse hacia Paraguachón y Maicao. Con esta profunda y aguda crisis migratoria ya nuestro gobernador pegó el grito en el cielo en el Palacio de Nariño, anunciándole al presidente, que en La Guajira no hay comida ni cama para tanta gente que está llegando a la península.
A la crisis migratoria se le suma, el coletazo que genera el decreto presidencial que cierra la comercialización del carbón con Israel, siendo nuestro Departamento uno de los más afectados con esta decisión. El panorama se torna incierto, muy oscuro y lleno de mucho pesimismo porque los guajiros vaticinan que se avecina una masacre laboral en la empresa Cerrejón que da al traste con la economía departamental y las familias guajiras, quienes, desde ya, están con las manos en la cabeza y el ceño fruncido por la desesperanza.
Pero escrito está, un mar en calma no forma buenos marineros. También se dice que, de las grandes crisis surgen las grandes oportunidades. Ahora se sabrá de qué están hechos nuestros gobernantes territoriales y cual es su compromiso con su pueblo y la capacidad de gestión para transformar este panorama adverso. Ya superamos más de dieciocho meses de la pandemia del Covid19 y sus enfermedades conexas en contubernio con la primera crisis migratoria de Venezuela.
Ahora, el reto y el desafío son más grandes para superar la recesión económica del país junto con esta crisis regional que reduce cada vez más la capacidad adquisitiva de la moneda de los guajiros y la falta de oportunidades para mejorar su calidad de vida.
Estamos frente a un panorama desolador e irredento como el propio desierto guajiro. Pero ante toda esta adversidad nuestra respuesta es la vida. Aquí seguimos de pie, firmes y resistiendo el paso del tiempo en honor a nuestros adalides de la libertad, como lo fueron ‘el Negro’ Robles y el almirante José Prudencio Padilla.
La Guajira requiere unidad de materia y de criterios alrededor de esta crisis, o luchamos juntos o nos despedaza la situación por separado. Es hora de que se escuchen las voces de nuestros dirigentes orientando a su pueblo. Es hora de pensar más en el futuro de las próximas generaciones, y no tanto, en las próximas elecciones.
Es hora de sentarse en la misma mesa la dirigencia política de La Guajira a tirar líneas para construir una verdadera visión de Departamento y dejar atrás las polarizaciones y los intereses mezquinos que no nos dejan progresar. La Guajira requiere de un gesto patriótico de sus mejores hijos y sus mejores hombres para construir juntos una hoja de ruta que sea el camino hacia la paz y la prosperidad de esta península apartada.
Los hombres cambiamos de opinión cuando cambian las circunstancias, y hoy, la situación social y económica de La Guajira es otra, muy diferente a la de ayer. Debemos recoger las experiencias del pasado y aplicarlas donde sea necesario y avanzar. Los líderes de ayer y los de hoy, todos somos La Guajira. Todos estamos viviendo en carne propia, el rigor de esta crisis que nos agrede y nos envilece con tanta enfermedad mental que viene produciendo en la población.
En vez de continuar en esos pleitos locales por el poder, agudizando más la polarización y el estigma de la reputación guajira frente a la opinión nacional, debemos deponer odios y rencores. Ya basta de esas oposiciones intestinales, irracionales, injustas, destructivas e irresolutas en nuestros municipios entre familias por el poder local. La Guajira necesita la solución de sus problemas estructurales para combatir la pobreza y la pobreza extrema.
El hambre, el desempleo, la falta de oportunidades en emprendimiento y planes de negocio, la falta de cultura y seguridad ciudadana, falta de esfuerzo en el desarrollo humano y del conocimiento, una infraestructura más adecuada para el despegue competitivo, reflejan la muy baja ejecución presupuestal de los tres niveles del estado. Adelante ‘mi Guajira hermosa’, que no hay mal que dure cien años ni guajiro que lo resista.