“Yo fui a Riohacha el día dos de febrero, esa ciudad me pareció bonita”
Por razones obvias, que no es necesario explicar, iniciamos esta crónica con la transcripción del aparte que antecede de la canción titulada ‘Riohacha’ de la autoría de Armando Zabaleta Guevara que está visible en el LP ‘Dinastía y folclor’ que los Hermanos Zuleta grabaron en el año 1979.
Como lo hago cada año, la noche del primero de febrero reciente pasado, guinde en el lugar apropiado y debidamente almidonada y planchada la guayabera mangas largas y con mancornas que con todo esmero bordó ‘La aguja de oro’ doña Enilfa Curiel para este cuerpecito que mi vieja formó a su imagen y semejanzas, también guindé debidamente almidonado y planchado el pantalón de dril de color caqui, saqué de la cajeta los zapatos vinotinto de regio charol que la Zapatería Central fabricó para mí y para esta ocasión especial, para reemplazar los anteriores que ya tenían bastante recorrido, sobre el lomo del dobles en el gancho donde estaba el pantalón, coloqué el interior seleccionado con las medias beige y el pañuelo blanco, no era para menos, me preparaba para asistir con las debidas precauciones que las circunstancias protocolarias imponen para a la Santa Eucaristía en honor a la ‘Vieja Mello’, porque siento que virtual es como chupar la paleta sin quitarle el papel, no sabe igual, siempre faltará algo en nuestro corazón.
Cuando llegué en la mañana a la Catedral, fui impactado por el escenario estremecedor de un Parque Padilla desolado, inclusive, había menos gente que durante los días normales del calendario, como seria la vaina que no había quien me pidiera plata, no encontré nadie que me vendiera la estampita u otra imagen de la virgen, y Miloncho, el curioso personaje que ni dice mentiras ni calla verdad, todo se lo bebe, silencioso sacudía con un trapo de popelina vieja sus confites y mecatos, con un desgano diciente y contagioso, no habían carpas radiales en la plaza, ningún criollo cargaba maletines de visitantes, no se escuchaba ni el canto de los gallos, la única bulla provenía de una fila más larga que el mes de mayo que estaba junto a una entidad bancaria.
Avancé un poco para aproximarme a la puerta del templo pero la encontré cerrada y tenía más avisos clavados que cartelera de colegio de primaria, ya había leído dos, y cuando iba para el tercero, se me acercó una señora con cara de oncita y ojos amarillos de tigra en celos, que después de saludarme con tanta confianza que llegue a pensar que cuando muchachos jugamos boliche juntos, le pregunté cómo era el asunto de la misa, me dijo: “Doctor esa misa no es la que usted busca, esa es la de la gente importante, ahora sigue a la que usted puede entrar”, desde aquel momento no me quedo ninguna duda que la gente del pueblo tiene una inteligencia natural, que les permite adivinar quién es importante y quién no lo es, le agradecí la información, y esperé paciente, finalmente y cumpliendo las instrucciones de mi espontanea interlocutora pude asistir a la misa que si me correspondía, bellísima por cierto, pero muy triste, allí sentí que el mundo cambió, que se nos hizo tarde para disfrutar muchas cosas que se tenían y que no disfrutábamos, probado esta que quien cuando pudo no quiso, cuando quiera no podrá.
Esta vez, echamos de menos las elegantes mujeres con sus agraciados vestidos blancos de alta costura que con su presencia se robaban las miradas de la concurrencia, y hacían más bello ese día de fiesta, de guardar y también de fantasía, esta vez mis ojos solo vieron trajes negros, y caras de desesperanzas, es la evidencia inequívoca de que existe enlutamiento colectivo, los trajes blancos fueron opacados por los negros para hacer de la ocasión un día gris, raro, agreste y de tristeza, ah, la tapa de la cajeta mientras estuve fuera de la catedral, de lo que estaba viviendo, es que miré discretamente todo el entorno, circunferenciando disimuladamente el pescuezo, y la verdad, no conocía a nadie, mentalmente me hice las preguntas, ¿dónde están mis amigos?, ¿todos han muerto?, ¿están encerrados, no los dejan salir o están hospitalizados?
Esta vez no se encontraban ni devotos ni gente buscando votos, sentí miedo, me sentía irresponsable, pensé que todos se están cuidando pero yo no, surgió el deseo de regresar a casa, pero pudo más mi compromiso con ‘La Mello’ que el instinto de conservación, después de avanzar en mis averiguaciones y enterado que se cumplía un riguroso protocolo de bioseguridad y distanciamiento, asistí a la misa, y desde que le vi la cara a la patrona, un gran alivio se alojó en mi pecho, salí convencido, que pronto cesaran los motivos para el dolor, y volveremos a abrazar a la gente que se quiere, los besos ausentes volverán a nuestras mejillas y volveremos a conversar sin miedo en la Tertulia de los viernes en Nautilius Club, En los parques, nuestros pueblos y nuestras esquinas.
Virgen de los Remedios, de tu mano, y con tu intercesión ante Dios, ¡¡de esta vamos a salir!!